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Luego de su abandono seque mis lagrimas intentando ser fuerte. Si, intentando, porque era obvio que había dejado de serlo.

Luego de un tiempo, intentaba levantar mis muros nuevamente, aquellos muros que había creado por mi desconfianza, al mismo tiempo que el sol se ocultaba, dando alerta que la noche estaba por venir. Si, la fría y oscura noche que congelaba hasta los huesos.

- ¿Por qué lo hiciste? - Escuche mi Corazón decir detrás de mí. A lo cual solo atiné a quedarme en silencio mientras continuaba colocando las rocas en su lugar.

- ¿¡Por qué lo hiciste!?- exclamó nuevamente el corazón un poco enfadado. - ¿¡Por qué diablos lo hiciste!?-

Continúe en silencio, intentando parecer inmutable ante aquellas palabras. Pero la realidad era todo lo contrario. Sin embargo, debía ser fuerte. No podía sucumbir ante el dolor y darle paso.

Mi corazón empezó a llorar, sentí como sus lágrimas rodaban por sus mejillas a pesar de que intentaba ignorarlo. - Por qué... porque lo hiciste? - Exclamó con voz ahogada en llanto.

- Por tu bien, por eso lo hicimos- Respondió la Mente apareciendo a mi lado y ofreciéndose a darme una mano para levantar los muros.

-Hipócrita...- respondió. - ¡Eres un maldito hipócrita!- Gritó entre llantos.

    Los últimos rayos del sol empezaban a ocultarse. En pocos minutos las estrellas empezarían a mostrarse en el firmamento y con ellas la Luna y el viento helado que congela por dentro.

- Y tú, eres un idiota- Respondió mi Mente ante aquel comentario. Sin inmutarse, sin dejar de colocar las rocas nuevamente en su lugar.

Mi corazón se dejó caer al suelo, como a quien su cuerpo le pesaba. Tomó un puño de arena - No, no... ustedes, ustedes... son los idiotas...- Comentó mientras veía la arena desvanecerse de su mano. 


Una carta abierta - La lucha internaWhere stories live. Discover now