La misma frase, escrita con ese oscuro tono rojo, en un espejo de una casa diferente. No importa cuantas veces se mude él la encuentra.
Seguro que todo el mundo ha estado alguna vez con una persona incorrecta, alguien que no es tú tipo, alguien que no te conviene, alguien que después se vuelve pesado...
Pues a veces el simple hecho de sonreír a alguien hace que ya el resto de tú vida quede condicionado.
Luke era de esos chicos que nunca aceptaban un no y cuanto más se lo decías más persistentes se volvían. El fallo de Margie es que nunca dijo que sí.
Habían pasado cinco años desde que Luke la había visto en los pasillos de la universidad y se había "enamorado" precisamente de ella.
Desde entonces la condena de Margie había comenzado, rosas a diario, llamadas constantes, amenazas a sus amigos...
Margie cambio de ciudad y hasta de apellidos pero él la volvió a encontrar. Al principio era agobiante no peligroso. Hasta que Margie empezó a salir con un chico.
El día que hacían un mes quedaron en un restaurante para celebrarlo pero el no se presentaba, pasaron las horas y Margie abandono el local y se fue camino a casa.
Subió a su piso con las lágrimas recorriendo su cara y con la convención de que al día siguiente le pediría una explicación. Se fue preparando para ir a dormir mientras su tristeza y enfado invadian su mente.
Tras retirar los cojines de su cama descubrió con espanto la cabeza de su novio con una nota en la boca (que ella se negaria a leer toda su vida), su grito se oyó por todo el bloque.
Salió corriendo al teléfono cuando percibió un destello por el reflejo cuando se giro descubrió un "te quiero" escrito con sangre.
Cuando la policía llegó no puedo encontrar a Luke. Parecía que había desaparecido.
Así que Margie volvió a mudarse de ciudad y cambiar su nombre. Desde entonces Luke no había vuelto a aparecer en su vida y ella había prometido no volver a salir con nadie.
Hasta hace una semana que comenzó a salir con alguien...alguien que, por la nota de su espejo, acababa de morir.