Capitulo 3

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Elena

– Eres mía. –

Me gire con cuidado para poder enfrentarme con aquel que me había dicho esas palabras y al hacerlo, no pude más que quedar hipnotizada con unos ojos color miel tan profundos y hermosos que te hacían olvidarte incluso de respirar. Y sin saber qué hacer o qué decir, urgí a mi cerebro por ayuda, “Vamos cerebro, reacciona, necesito que funciones”

Como pude conseguí articular, – Perdón, ¿Qué es lo que dijiste?–

“¿Eso es lo único que se te ocurre? Brillante idea cerebro.” Me golpeé mentalmente por ser tan simple a veces, que tonta.

– Dije, que eres mía. –

Alardeo el muy fanfarrón con una gran sonrisa en su cara. Una, que por cierto era la más bella que había visto en mi vida. Además ese “mía” sonaba tan sexy en sus labios...

“Para el carro mujer, ¿Como que suya?” me detuve a mí misma antes de volar demasiado alto. Y de igual modo, le reclame a mí cerebro “¿Hasta ahora que funcionas?, gracias por venir en mi ayuda, más tarde hablaremos tu y yo”

Y como si de mí, naciera la furia contenida en un volcán o eso pretendía, me dispuse a recriminarle. Aunque hay que decir, que con esa sonrisa de infarto podría decirme lo que quisiera y aún así, me derretiría igualmente.

Con el tono más serio que pude reunir le dije, – Disculpa, pero a mí me respetas, no pertenezco a nadie, ¿Entiendes? –

“¡Bien dicho!¡Así se habla!” me aprobé mentalmente.

¿Qué se creía, que porque sus ojos te llamaban invitando te a perderte en ellos o porque sus labios eran carnosos, sus dientes blancos, su piel perfecta...? Uff... “¡Détente!, ya te estas yendo del tema otra vez.” Menos mal que mi subconsciente parecía ser más sensato que yo.

Y interrumpiendo mi pelea interna, sus labios volvieron a moverse para dar paso a más palabras.

– Pues a partir de ahora, tienes dueño – me dijo enfatizando la palabra “dueño”

Y aunque en lo más profundo de mi ser me sentía furiosa, su sonrisa quita bragas hacía que todo sentimiento que tuviera se esfumase.

Pero con o sin rabia, alguien debía bajarle los humos a ese chico y si tenía que ser yo; lo sería. Iba a quitarle su sonrisa de niño bueno de una sola vez cuando Paola se interpuso en mi camino poniendo su mano sobre mi hombro.

–Tranquila amiga, mejor vamonos a clases.– comentó a mis espaldas.

Yo me dí la vuelta para poder observarla mejor y al hacerlo, la encontré mirándome a los ojos de forma intensa. En ellos pude percibir miedo y preocupación. “¿Pero… miedo a qué?”

Por lo que decidí verbalizar aquello que mi mente preguntaba.

–¿Qué ocurre, estás bien?–

Ella había estado muy rara todo el día de hoy y por su expresión podría asegurar que me lo imploraba urgentemente.

– Sólo vamonos, ¿Si? – contestó a modo de respuesta a mi pregunta.

Por lo que, accedí a sus súplicas.

–Está bien, Paola – le sonreí a modo tranquilizador.

Volví a girarme para despachar al idiota,pero él ya no se encontraba solo; sus amigos lo flanqueaban en cada uno de sus lados.

– Hola – parloteo el chico de cabello negro y ojos azules con cara de bobo que no le quitaba la mirada de encima a Paola.

La aludida parecía un poco nerviosa, cohibida y extrañamente furiosa con el chico que tenía frente a ella y a modo de ademán, con su mano izquierda lo señaló para después con una voz temblorosa añadir,

Luz de luna (#CarrotAwards2019 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora