Lo que la gente normal hace.

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¿Han visto cómo está él clima últimamente? Un desastre.
Él tiempo lluvioso a vísperado desde hace un largó rato en Whitehorse.
Lo qué mayormente hace la gente en éstos tiempos es preparar una taza de chocolate caliente, caminan en calcetines con la taza en sus manos y sé dirigen a su cama.

La mayoría busca entre su catálogo de Netflix y eligen una buena película.
Ése no era mí destinó en ésa mañana lluviosa.
Me levanté normalmente. Me preparé un delicioso café y lo llevé a mí nariz. Olía delicioso. Di un respringo absorbiendo él café e impregnandome interiormente de el.
Me dirigí al balcón qué tenía mi pequeño departamento y con la mano sostenía la taza color verde opaco de café.

Miré por allí y no había nada fuera de lo normal. Las personas seguían su rutina habitual y sin darle importancia a la prepotente lluvia qué sé estaba acercándo.
Vi a las simpáticas señoras del edificio de al lado paseando animadamente, conversando entre ellas.
Vi a Tom, un perro de una niña llamada Sarah qué era muy amigable y juguetón. Corría alegremente con la niña a su lado. Está estaba con sus botas de lluvia y un paraguas de Blancanieve.

Sonreí internamente de la inocente infancia de la niña.

Cerré él balcón y me dirigí a mí cama, me tiré sobre ella. Era sábado y no tenía nada qué hacer.
En mí cabeza rezonaba la idea de prepararme un chocolate caliente y ver peliculas cómo la gente.

Pero algo me impulsó a no hacerlo, ¿No les ha pasado qué de pronto no quieren hacer nada y de un momento, un pequeño brincó los impulsa y deciden qué tienen muchísimas cosas qué hacer, qué cambiar? Ésa era mí situación.

Me cambié normalmente; unos Jeans, mí camiseta de una de mis bandas favoritas, una sudadera gris y mis tenis.
Me dirigí al ascensor, en los pasillos no había mucha gente transcitando. Era normal para un sábado.

Al bajar a la planta principal, en recepción se encontraba Rossy; ella era la recepciónista de nuestro pequeño "Hotel", cómo solíamos jugar. La saludé normalmente y me dirigí hacía la puerta.
Lo bueno de nuestro hotel, es qué al frente tiene él parque central, es una manzana entera llena de árboles, banquillos y gente.

Me adentré al parque, veía a las personas caminar despreocupadamente, hablando con sus amigos.
Me senté en un banquillo blanco y largo, miraba a la gente sin preocupaciones y eso me agradaba.
De lo lejos mis oídos captaron una hermosa melodía de un ukelele, una voz lo acompañaba y de ésa voz surgía una canción.

Mis oídos captaron con atención, ésa melodía qué atraía, de una forma, la atención de la gente.
Al levantarme del banquillo, la melodía dejó de ser escuchada.

De un momento a otro mí móvil comenzó a sonar, suponía qué era mí madre. Solía tener la costrumbre de llamar los sábados para preguntarme de mí trabajó, o algunas de sus preguntas relaciónadas con mí poca vida amorosa.

Busqué él móvil entre los bolsillos de mis Jeans, y efectivamente estaba allí.
Al levantar él teléfono, pude notar qué no era mí madre, sino alguien más.
Contesté, no tenía opción.

—¿Hola?— Pregunté con un tono dubitativo en mí voz.
 
—Hola. ¿Evan?— La voz femenina habló.

—Emm... Sí, soy yo— No tenía caso decirle qué no. De todos modos segui hablando.

—¡Ah! Qué bien. Te quería preguntar algo, más bien es una propuesta.— La voz femenina habló con un tono avergonzado, pero simpático.

—Oh, sí. ¿Qué necesitás Lilith?—  Mí voz sonó simpática y un poco forzosa. Ya suponía qué era lo qué realmente necesitaba Lilith. Y no, no era sexo.

En las pequeñas oficinas de diseñó gráfico uno sé entera de todo. "Fulanito le fué infiel a Fulanita con... " o " Al marido de Sultana le ha ocurrido esto y aquello".
Pues él chisme de la atracción sentimental qué Lilith sentía hacía mí me había tomado de sorpresa él mes pasado.

—Pues... Me preguntaba, sí talvez... ¿Quieres venir a cenar conmigo hoy?. Claro, sí no estás ocupado...— Lilith hablaba con pena, pero la simulaba con la simpatía de su voz.
Mis ojos sé abrieron sorprendidamente. Mí boca sé tensó, pero sólo por unos segundos.— Entiendo sí no quieres...— musitó.

—Oh, esté... Pues claro, sólo es una pequeña salida. No hace daño salir con  amigos del trabajó— Con mí voz remarque la palabra "amigos".

—¡Bien! Éste... ¿A dónde quieres ir?— La felicidad, emoción y confusión sé apoderaba de su voz.

—No lo sé. ¿Te parece sí vamos a comer una pizzas por allí?. Conozco un buen lugar.— En realidad no conocía ningún buen lugar, pero preferiría decir una pequeña mentira a quedar cómo un idiota con ella.

—Está bien, ¿Te parece cómo...a las nueve?— Su tono de voz sé calmó, pero su felicidad sé notaba a kilómetros.

—Desde luego, nos vemos en él parque central. ¿Te parece bien?. 

—¡Por supuesto!. Nos vemos allí. —musitó.

—Claro. Adiós.

 Él teléfono colgó. No sabía qué me había ocurrido. ¿Porqué no sólo decirle qué no y ya?. Oh cierto, quedaría cómo un idiota.

En toda la llamada había estado diambulando por él parque. Caminé un poco más y me senté en otro banquillo.

Miraba él cielo. Unas pequeñas gotas estaban desprendiéndose de él. 
A lo lejos pude ver a una chica.
Pelo cortó, hasta los hombros. Negro y llevaba un flequillo qué le cubría la frente.
Llevaba un abrigó negro, y un jeans azul con unas botas negras.
Pasó corriendo, de tal modo qué no pude verla bien. Puede ver, entre lo lejos qué llevaba una mochila azul. La miré por última vez, sólo era una persona. Una de cientos de personas. Pero algo curioso habitaba en ella.

Di él primer pasó, él segundo, y finalmente en él tercero mí pie piso algo.
Era un dije, un pequeño dije de una flor.
Lo recogí, lo examiné y puede ver la dedicación qué le habían puesto en cada detalle de las hojas.
Miré para todos lados buscando a su dueño, pero él lugar estaba vacío.
Supuse qué sé le cayó a la chica y lo guarde en uno de los bolsillos de mis Jeans.

La lluvia empezó a gruñir con todo. Yo era él único idiota qué estaba empapandose. Eran las siete y media, estaba oscureciendo y hacía frío.
Corrí cómo pude hacía él "hotel". Un auto frenó de golpe porqué yo me había cruzado en su camino y él claxon no dudó en sonar.

Pedí disculpas con mis manos al conductor y entré a recepción.
Rossy estaba con su mano en él mousse del computador, dirigió su vista hacía mí, miró mí ropa empapada y con desaprobación me saludó.

 Suponía qué estaba molesta porqué podría pescar un resfriado, pero le resté importancia.
Le devolví él gestó, entré en él ascensor y marqué mí piso: 16B.
Al llegar, busqué en mí sudadera la llave, la tomé y la coloque en él cerrojo de la puerta.

Al abrir la puerta vi qué todo estaba oscuro, prendí la luz y me adentré a mi pequeño apartamento. Finalmente cerré la puerta de espaldas.
Me dirigí al baño y me dispuse a tomarme una ducha. Mí plan era acostarme, tomarme un café y seguir con una película qué había dejado a medias.

Salí del baño. Yá cambiado con ropa comoda, me preparé mí café, él olor me encantaba y me relajaba.
Me acuruque en mí cama, tomé mí café y sin darme cuenta quedé dormido.

RehenneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora