Soy un cobarde.

50 2 0
                                    


Había sonado la alarma para irme a trabajar, me levanté rápidamente de la cama, sin hacer ruido para no generar disturbio.
Me vestí, desayuné y agarré una maleta que tenía escondida en el baño y que había preparado la noche anterior a espaldas de mi esposa.
Cuando estaba abriendo la puerta para irme escuché una voz.— Eh, cariño— dijo mi esposa con los ojos entre abiertos por el sueño que tenía.— ¿Puedes apagar la televisión, por favor?— Sentí un poco de alivio al saber que no había visto que llevaba una maleta.— Claro amor— Me acerqué, le dí un último beso y me despedí con un poco de tristeza que a leguas se notaba, pero ella estaba con demasiado sueño como para darse cuenta.

Iba en mi auto por la carretera a eso de las cinco de la madrugada, pasaban demasiado recuerdos por mi mente. Mis amigos, mi familia, mi esposa, todos ellos ya no estarían conmigo. Iba a ser difícil acostumbrarme, pero no quedaba de otra.
Se me escaparon un par de lágrimas en el trayecto hacia el muelle.

Cuando llegué, le pregunté la hora a un señor que había cerca de una tienda de pescadería y me dijo que ya eran las seis y media. Mi barco iba a zarpar en media hora, por mientras fui a un pequeño puesto de comida rápida y decidí probar por última vez la comida de por ahí.

Ya después de un rato, cuando me estaba subiendo al barco, empecé a notar que a todos los otros pasajeros, sus familias los estaban despidiendo, demasiados llantos, se decían cosas como "Volveré pronto" mientras que a mí me estaba pasando todo lo contrario. Nadie me había ido a despedir, como era de esperar, obviamente, y yo ya no pretendía volver nunca.

Sentía muchas cosas, me arrepentí y pensé en bajarme del barco cuando todavía tenía tiempo, pero luego me di cuenta que sería una total estupidez hacerlo. Ya era hora de alejarme de todas esas personas que me hacían mal y que al fin y al cabo ya me iban a superar, y yo a ellos.

Pasaron unos días y en el barco conocí a algunas personas que me parecieron interesantes, pero nada más que eso, ya que no solía hablar con casi nadie y estaba todo el día en mi habitación.

De pronto alguien toca a la puerta de mi cuarto, así que decidí abrirle pensando que eran los de mantenimiento, pero no, era una señor que ya había visto antes pero que no le había prestado atención en lo más mínimo.— Hola, ¿Cómo te va? ¿Me dejaría pasar un momento?— A lo que le respondí con un seco sí y siguió hablando.— Pues resulta que he venido porque dentro de tres días es el cumpleaños de mi hija mayor y me gustaría invitarte ya que me pareciste buena persona.— Me quedé un poco sorprendido y al principio lo pensé, pero luego tomé la invitación.—Muchas gracias por invitarme, me encantaría ir, cuente con mi presencia.— Apenas termine de decir eso y el hombre se marchó. Claro que no quería ir a esa fiesta, pero lo hice por mera cortesía.

El día de la fiesta, me preparé y fui hacia el comedor principal, donde se encontraban todos los invitados hablando. Decidí irme a una pequeña barra donde servían tragos.
Pasé creo que alrededor de una hora y media ahí, una hora y media en la que me la pasé recordando, a tope de melancolía y llorando. Recuerdo que el hombre que servía la bebida me intentaba calmar y me decía que llorar no iba a arreglar las cosas, algo extraño ya que ese hombre ni sabía por lo que yo estaba pasando.
Me daba un poco de pena haber dejado a mi esposa ese día, pero ya no había vuelta atrás.

Tal vez iba a encontrar a una mujer distinta y que me haría sentir mucho más feliz y especial que la primera.
Me sentía como un cobarde por haberme escapado de mis problemas de una forma tan repentina. Los podría haber arreglado, pero no, solo los evadí con total cobardía al subirme al barco. 

De pronto, en medio de la fiesta pasó algo, el capitán dio un comunicado por un altavoz.— La tormenta ha parado, pueden sentirse seguros.— Me pareció extraño y sospechoso, ya que no habían anunciado ninguna tormenta, no entendía de que hablaba el capitán.

Me dio tanta curiosidad que fui a investigar, recorrí casi todo el barco buscando al capitán, hasta que lo encontré. Me explicó la situación y todo lo que pasaba. Me dijo que los mapas no daban con la ubicación y que seguramente estaban perdidos. Claro que me asusté demasiado, pero no dije nada ya que era confidencial y no debía alarmar a los otros pasajeros, además, no conocía a nadie.

Pensé que había la misma posibilidad de morir como de salir vivo de eso. Me puse a pensar en mi vida, en el futuro y en el presente.
El pasado no me daría nada más, ya no existía en mi vida, no tenía pasado, lo debía olvidar todo.
En el futuro no sabía que sucedería, era totalmente incierto, pero si sobrevivía, ya no iba a ser llevado por la corriente, iba a tener una vida nueva y seguramente, buena.

En eso fue cuando me di cuenta que estábamos hace ya más de tres meses alrededor de una isla y nadie lo notaba, solo yo. Nos estábamos muriendo poco a poco.

Hasta que llegó su momento, el barco se quedó sin combustible y se empezó a hundir.
Todos los pasajeros gritaban y corrían para todos lados, yo era el único que no me encontraba sorprendido por todo lo que ocurría.
Cualquiera que me veía diría que era el más valiente de los que estaba ahí, pero no, fui el más cobarde. Preferí irme a seguir viviendo una vida con problemas, que estúpido.
Pensé que estaría mejor y que como única consecuencia iba a dañar a mi esposa y amigos, pero no, fue todo lo contrario, me dañé a mi mismo una y otra vez.

Soy un cobarde.

Puerto Partida (Soy un cobarde).Where stories live. Discover now