—Soy el Dr. McAlister. ¿Usted es pariente de la señora Leyton?- nos miraba extrañado y sorprendido al vernos, a mí y a mí padre.
—Soy su esposo y él es mi hijo -nos presentó mi padre, con una expresión preocupada, nerviosa y la ansiedad tiñendo su voz.
—Lo siento. Pensé que la señora se los había dicho, ya que estuvo un año consultando en el hospital. Su esposa... —No recuerdo muy bien lo que había pasado después, lo único que sabía era que ella estaba mal...
¡¿Porque nos ocultó que estaba enferma?!
—...el cáncer aceleró más este último año...—.
Recuerdo que lloré como un condenado. Sin saber si enojarme con ella, con la vida, con Dios o con el destino, aunque este último no tuviera nada que ver. Tan preocupado estaba de mi vida, de mi amor por Gema, la escuela que no veía nada a mi alrededor más que mi ombligo.
No se podía morir, no ahora. No cuando sentía que la vida era más pesada de lo que podía creer... la necesitaba. No simplemente yo, mi padre y sobre todo las chicas.
Estuvimos medio año cuidando de ella... pero la cosa no duro mucho hasta ese mismo año.
Justo el día 24 de diciembre de 2014.
Un día antes de Navidad, Dios fue tan cruel de habernos quitado a mí madre. Mi familia quedó destruida; yo estaba mil veces más destruido, amaba a dos mujeres que no estaban a mi lado.
Tenía 17 años para ese entonces. Y es que dicen que la vida no es todo color de rosa, pero no sabía que podía ser tan cruel.
—Leo, por favor, baja a comer ¿sí?, solo come algo...—ella entraba a mi cuarto, sentándose en la orilla de mí cama y sé que les parecerá algo... ¿cómo decirlo?... ¿impactante?, bueno no se así que aquí va; ella no es mi hermana, fue adoptada con sus otras dos hermanas por mi madre y por alguna razón no pudo concebir más bebes más que a mí. Y sé que hubo intentos, pero lograron nacer muertos... yo era su milagro.
¿Saben porque me puso Leonardo? Extrañamente la teoría de mi madre era que León y Dardo, era una combinación de fuerte y justo en el blanco (el juego de dardos) .
La historia de mis hermanas es algo que después pueda contar...
Pero hoy 25 de diciembre.
No quería salir de mi habitación. No tenía apetito para nada. No quería ver a nadie, ni hablar con nadie.
Me sentía vacío.
Como si alguien no pudiera llenarlo...
—Te enfermaras pronto si sigues en este estado Leonardo. — se cruza de brazos, frunciendo el ceño.
—Vete de aquí. Nadie te pidió tu opinión —maldije por no haber cerrado con llave la puerta.
Y odiaba mi segundo nombre, ese al cual me hacían recordar muchas cosas y a la vez nada.
—Te traje sopa de pollo—.
Me voltee en dirección contraria en donde ella estaba, dándole la espalda.
—Vete de aquí Gisela.
—Come, estoy preocupado por ustedes, por todos —decía con la voz quebrada.
En ese momento sé que se había roto a llorar a moco tendido. Si lo sé, asqueroso; pero la acompañe en su dolor. Nuestro dolor.
A pesar de que no éramos de sangre, sé que amó a mi madre, porque ¿quién no lo haría? Si era el vivo retrato de un ángel, cabello azabache, piel blanca, tostada por la playa, sonrisa que deslumbra en días pesados, sus chistes malos, sus cuentos dramáticos, su carisma, con un corazón tan grande que cabía todo mundo si se lo proponía, mucho amor por dar... ¿quién no amaría a una mujer así? Pero... ¿y ahora?
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Amargo pasado. [L1] ✔ [TERMINADO]
Short StoryCategoría: HISTORIA CORTA / ROMANCE #LIBRO 1 ❝Si te he entregado todo de mí. ¿Qué más quieres? ¿Qué esperas de mí?❞ Ethan ya no la comprendía. Aún peor era que notara que el amor solo venía de uno y no de dos, que todo lo que habían...