Y con el pasar del tiempo mi sed se calmo, era tu río el que me daba de beber, las sombras de tu cuerpo las que atrapaban mi ser, pero ¿como no imagine eso? que terminaría atrapado y perdido por los caminos de tu piel, por tu hipnotizante andar, pero aún no conforme con eso la dulzura de tu voz que aprisiona el deseo de encaminarme en una dirección incierta cuyo retorno pueda ser inexistente, ¿para qué querría hacerlo?, si ser un prisionero de mis propios deseos que me llevan a tocar el cielo estando en la tierra, pero también es sentir un veneno imparable recorriendo cada parte de mi cuerpo volviendo mi deseo mi más grande tortura, ¿tortura? tortura son aquellas curvas que causan los deseos mas insólitos que aunque dolorosos estos vuelven a alguien a quien la ventura le sobra y con gran certeza puedo decir que esto ocasiona que el tiempo vuele volviendo los intentos de un inexperto por detenerlo, ineficaces, inútiles, volviéndome un inepto en ello y ese se vuelve el trago más amargo de estar contigo, ese desasosiego de la aproximación del fin después del ávido momento en el que nos encontremos en el clímax...
