#1

17 2 3
                                    


Le rozaban los muslos la impertinente mirada de los tipos que la seguían por la cuadra. Iba torcida, roída, sangraba y se abrigaba del asco que le brotaba de las pupilas. Pasen y vean. Todavía saboreaba el hambre, y le dolían las caderas, y se le quebraban las muñecas, y se terminaba la aventura. Ya era de día. Escupió la amargura. El rocío de la mañana disimulaba su angustia. Se agarró con fuerza de la últimas palabras. Pasen y vean cómo se muere la primavera. 

Relatos de una hembraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora