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Dos, tres, cuatro apneas en el sueño de la Batato, que ya sin aborrecer la rugosidad de la vereda se hundía en sus extremidades e intentaba besarse los pies con descaro. La vista no le escondía su sexo húmedo, entumecido, inmutable recuerdo de una identidad forzada. Quiere cubrirse el estigma, y arruga el vestido, lo mete, lo estira. 

Balbucea. 

La Batato reniega, calla, fabula. Rasca sus manos, las rasguña, las observa. Está presa. 

Relatos de una hembraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora