Cap.4

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Sostiene una copa de champán en la mano mientras dos mujeres y un hombre le hablan. Me giro inmediatamente, me he quedado desconcertada y no consigo olvidar el intercambio de miradas con elmultimillonario... Tenía algo extraño en sus ojos pero no consigo descifrar el qué. Bajan las luces y, antes de que la orquesta empiece a tocar, vuelvo a notar que alguien me mira.

¡Está en todas partes!

En la otra punta de la habitación, a mi izquierda, Justin Bieber está pegado contra la pared y me mira sin disimulo. Me siento molesta, muy molesta, pero al mismo tiempo halagada y, por qué no decirlo, un poco excitada. Sin duda, mi sueño del tren tiene buena culpa de la euforia que me domina y me sorprende ver el efecto que tiene este hombre sobre mí. Es todavía más guapo en persona que en las fotos, me parece más alto de lo que imaginaba, más duro también, con esa mirada impenetrable y una mandíbula muy cuadrada. El sublime quinteto no consigue distraerme y me contengo para no mirar demasiado hacia la izquierda.

Aguanta, __________, aguanta...

A pesar de todos mis esfuerzos, nuestras miradas se cruzan en varias ocasiones y, en cada una de ellas, me quedo de piedra. Molesta, decido ir a retocarme el maquillaje para ocultar mi confusión, por miedo a que todo el mundo se dé cuenta cuando se vuelvan a encender las luces. Me abro paso entre los invitados y salgo de la sala discretamente. El hall está desierto. Veo una puerta que podría ser la del baño pero, al abrirla, me doy cuenta de que da a los bastidores del escenario donde tocan los músicos. Una pesada cortina de color negro me roza cuando busco a tientas en la oscuridad el pomo de la puerta que acabo de abrir. Me dejo llevar durante unos minutos por el fragmento de Schubert y me quedo ahí, inmóvil en la oscuridad, disfrutando de la música cautivadora. De repente, siento una presencia a mi lado y, cuando trato de escabullirme, noto que alguien me coge de la muñeca. Dejo escapar un pequeño grito pero me repongo e intento comprender qué está pasando. Siento una respiración lenta y pesada a mi lado, una mano sigue rodeando mi muñeca y, sin embargo, no tengo miedo. Mis ojos se acostumbran a la oscuridad y terminan por distinguir el rostro de Justin Bieber frente a mí. Balbuceo palabras incoherentes pero, rápidamente, me tapa la boca con la mano que le queda libre para hacerme callar. «Por fin le pongo la mano encima», me murmura al oído con una voz cálida.

Antes de caer rendida a los pies de esa voz suave y a esos ojos límpidos que me devoran, me suelto de él. Su reacción dice mucho de su forma de ser, se queda impasible, con su mirada clavada en la mía.

Tiene tal seguridad en sí mismo, tal soltura que, frente a él, me siento pequeña. Tan solo nos separa un metro, lo que me permite mirarle detenidamente. Creo que nunca había visto a un hombre tan apuesto.

¡Sus labios son todavía más apetecibles que en mi sueño! Al darme cuenta de que llevo varios segundos mirándolos, no puedo evitar ruborizarme como una niña. Mi sonrojo parece divertirle y me dirige una sonrisita socarrona que me irrita. Intento ponerle en su sitio pero, para no molestar a los músicos, me veo obligada a susurrar, lo que me hace perder toda la credibilidad...

- ¿Le divierte asustar a las jóvenes indefensas?

No, en realidad, ¿quién se cree que es?

- Sólo cuando se encuentran en el lugar equivocado en el momento equivocado. Habla bajo pero su articulación irreprochable hace resonar sus palabras en mi cabeza.

- No he visto ningún cartel que prohíba la entrada en los bastidores. No incumplo ninguna ley, creo.

Mi voz no suena tan controlada y tranquila como me gustaría, me cuesta contener mis emociones. Y, para rematar, le rehuyó con la mirada y no puedo evitar moverme.

Parezco una estúpida.

- No, es cierto. Además, he de confesar que me complace sobremanera tener la oportunidad de tenerle sólo para mí.

¿Estoy soñando o está intentando ligar conmigo? ¡Y sigue con esa sonrisa en la comisura de los labios que me vuelve loca!

- Usted no me «tiene», señor. No pertenezco a nadie.

Pero, ¿qué estoy diciendo? ¡Debería pirarme ya antes de quedar totalmente en ridículo!

Me dispongo a girarme y salir con dignidad pero se cruza en mi camino.

- No he terminado con usted, esta conversación me interesa mucho. Quiero informarle de que generalmente, todos mis deseos se hacen realidad. Al final, siempre consigo lo que quiero. El aspecto risueño de sus labios contrasta con la dureza de su mirada.

Uy, ¡no está de broma!

Me quedo sin palabras. ¿Qué puedo responder a este hombre sublime e impresionante que, a todas luces, está jugando conmigo y hace todo lo posible por provocarme?

- No irá muy lejos con sus amenazas, señor. Aunque que soy joven y quizás no tenga su experiencia, tampoco cedo fácilmente. ¿Puedo irme ahora?

__________, ¡no dejes que te desconcentre! Él no va a tener la última palabra. Dios, qué guapo es. Y ese perfume embriagador...

Percibo una chispa en sus ojos, sonríe con mayor intensidad. ¡Le he sorprendido!

__________, uno. Señor perfecto, cero.

- Acaba de tratarme de viejo, señorita. No es muy cortés por su parte.

En cualquier otra situación, estaría confusa y avergonzada. Mis declaraciones podrían considerarse un insulto. Pero las vibraciones que me transmite me infunden valor para ir todavía más allá. Sin medir mis palabras, le suelto lo primero que me viene a la cabeza.

- Para usted, ¿sorprender a una joven en la oscuridad y ponerle las manos encima es una prueba de cortesía?

Esta vez, soy yo la que sonríe. La situación es cómica: estoy echándole la bronca a este hombre de la alta sociedad, a todas luces más carismático y protocolario que yo.

De repente, la puerta situada a nuestra derecha se abre. Una mujer sublime y distinguida se dirige a mi interlocutor.

- Justin, ¡te he estado buscando por todas partes! No has saludado al alcalde. Ella no susurra.

Molestar a los músicos parecer ser el último de sus problemas. Echa una mirada rápida en mi dirección, no parece asombrarse en absoluto por lo que ve y se da media vuelta.

- Señorita, el deber me llama. No he terminado con usted, ni con su falta de educación ni con su lengua, sin duda exquisita, pero demasiado afilada para mi gusto...

Con esa seguridad que le caracteriza, el millonario sale de la habitación y, cuando atraviesa el travesaño de la puerta, me sorprendo a mí misma admirando su espalda musculada mientras me muerdo el labio.

Cien Facetas Del Sr BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora