Capítulo 4: El celo del cielo

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—¿Te gusto? — dijo Tsuna con la ilusión pintada en su mirada achocolatada y brillosa debido a su estado — ... aunque sea un poquito — terminó cuando el silencio de su guardián se extendió por más de treinta segundos

—Yo... — Gokudera separó sus labios para emitir una respuesta, pero en su mente no había nada... estaba... ¿Qué rayos pasó con sus inteligentes frases para cualquier ocasión?

—Sé sincero — pidió antes de dar un paso para acercarse a su autoproclamada mano derecha, quien enrojeció de repente — Hayato...

—Yo... — escuchar su nombre dicho en esa voz tan suave le hizo temblar de emoción, jamás se hubiese imaginado tal dicha — cómo no voy a sentir gusto por usted — susurró perdido en esa mirada tan brillante, al fin pudo decir algo cuando le fue posible siquiera respirar — es mi...

—¿Tu qué? — elevó una ceja con curiosidad mientras seguía esperando una respuesta clara. Ocultaba la diversión que tenía porque jamás vio a Hayato sin habla, era extraño

—Décimo... — soltó el aire y apretó los puños — decir esto será vergonzoso y preferiría...

—Hayato, dilo... por favor — con el pasar de los años Tsuna entendió que la mejor forma de tranquilizar –y hasta manipular un poco- a su mano derecha, era endulzar su voz y ser más amable de lo normal. Una sonrisa sutil también ayudaba mucho

—Usted... es... mi primer amor — confesó por inercia al ver aquella suplicante mirada, pero luego se cubrió la boca de inmediato y se sonrojó a tal punto que sintió –o eso creyó- que salía vapor de sus oídos — disculpe... yo no... — ¡estaba en pánico por su osadía!

—Me gusta que seas honesto — sonrió con ternura ante la vergüenza de su guardián — por eso... creo que te daré una oportunidad

—¿Eh? — no supo que más emitir mientras retrocedía al ver que su jefe se le acercaba

—Hayato — sonrió divertido por la reacción ajena, ¿desde cuándo Gokudera era así de vergonzoso? Y antes de que su tormenta se desmayara o escapara, le tomó la mano con delicadeza — ven conmigo

—¿Eh? — parecía que la estupidez de todos en esa mansión se le contagio justamente ese día, ¿no podía decir algo más coherente? — Décimo, yo no...

—Vamos — sonrió con emoción sincera antes de tirar levemente de Gokudera — te quiero mostrar algo

—Oh... para eso — dijo calmando su agitado corazón y accedió a seguir a... quien tomaba su mano, ¡Era el mejor día de su maldita vida! Ninguna otra cosa le daría una dicha igual a la que estaba sintiendo en ese instante. Su amado jefe le daba un solo toque, uno en donde sus pieles se tocaban sin impedimento, era suave y cálido, tal vez podría morir feliz con sólo eso. No esperaba más — ¿qué debo ver?

—Entra — sonrió Tsuna antes de tirar un poco de la tela divisoria y jalar a su "amigo", quien apenas pudo quitarse los zapatos mientras trepaba por el esqueleto de la cama para pasar— ¿te gusta?

—Wow — Hayato miraba aquel conjunto de cosas reunidas en una bonita... ¿qué? ¿Qué cosa era eso? «Vamos Hayato, piensa. Haz que tu cerebro funcione y recuerda el nombre de lo que estás viendo» — Décimo... no sabía que le gustaba acampar en su cuarto — señaló cuando vio aquella camita en el suelo rodeada de diversas cosas — así que esto hacía usted

—Hayato — rió suavemente, estaba divirtiéndose más de lo que imaginó, hasta sintió un par de lagrimillas en la comisura de sus ojos. Veía la duda en su tormenta y decidió dejarlo pasar, le explicaría. Lo invitó a pisar su acolchonada estancia, Hayato era al único que dejó pasar hasta el momento — ¿no sabes lo qué es? — el otro negó con extrañeza y volvió a mirar todo el lugar sin decir nada — es un... nido — dijo con suavidad, divertido por la falta de reacción de su tormenta

Sutil CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora