Capítulo 1- Increíble...

63 2 0
                                    

9 meses después...

Nunca pensé que podría llegar a odiar más a mi madre pero, queridos lectores, es posible. ¿Cuántos de vosotros tenéis hermanastros? Yo nunca les tuve, hasta hace unos días. Nunca pensé que fuera malo tenerlos pero, ¿Qué se podía esperar de un empresario medio lerdo que había tenido los hijos con una mujer que luego se había largado para acabar con un viejo forrado de dinero? Pues os presento a mis agradables y amables hermanastros. Uno se llama Luis y es igual de retrasado que su padre; tiene los ojos negros como el carbón y el pelo tan rubio que se podría confundir con blanco. Es alto y atlético, todo un bombón pero eso se acaba en el momento que habré la boca. Tiene la preciosa virtud de ser un bocazas metomentodo al que nadie aguanta. NADIE. Y creedme, no exagero. Mi otro hermanastro es bastante más listo que su hermano; se llama Mateo y es lo contrario que Luis. Él es pelirrojo oscuro, casi marrón, con unos penetrantes ojos verdes que parecían saber todo lo que ocurría a su alrededor, como un búho vigilando desde lo alto de un árbol. Es bastante alto y musculoso aunque no parece que se haya tomado kilos de esteroides como su hermanito. Mateo no me caía del todo bien pero por supuesto le prefería a él antes que al gilipollas egocéntrico ese.

¿Sabeis una cosa? Esta familia oculta algo, ¿Cómo lo sé? Porque la mía, si es que se puede llamar familia, también oculta un secreto, como vosotros ya sabéis. Dudaba que los chicos supieran que mi madre era una asesina pero sospechaba que su padre, Pedro, lo sabía. Seguro que ambos eran asesinos en serie. Como veis mi vida valdría para hacer una película de terror; si la hiciera me haría malditamente rica pero primero me conformaré con terminar esta novela.

Viajábamos en un todoterreno color rojo sangre, mi madre y mi padrastro adelante y yo junto con Luis y Mateo atrás. Mateo tuvo la amabilidad de sentarse al lado de su hermano para que así sólo le tuviera a él a mi lado. Eso le dio bastantes puntos a favor. ¿Queréis saber a dónde íbamos? No tengo ni idea. Mi fantástica madre y su nuevo ligue habían decidido mudarse a no se dónde, acompañados de nosotros por supuesto pero lo más gracioso era que habían decidido no decirnos a donde íbamos hasta que llegásemos al lugar. ¡Qué divertido! No os podéis imaginar cuanto...

Me pasé todo el viaje con mis preciosos auriculares puestos, con la música tan alta que seguro que Mateo se había pasado todo el viaje escuchándola. Cuando por fin paramos, estábamos en un antiguo motel tirado en medio de la nada. Era el típico de las películas de terror; tenía un cartelito que emitía luces medio fundidas y tenía el aparcamiento desierto. Sólo gozaba de una planta que se extendía a lo largo de aquel árido desierto, el cual tenía un frondoso bosque a los límites del motel. Todo realmente surrealista. Al fijarme más pude observar que oculta entre la frondosidad del bosque se encontraba una casa que supuse que sería donde viviría la persona que regentaba el motel.

Pensé que habíamos parado para estirar las piernas pero al ver que mi madre habría el maletero para sacar las maletas deduje que querían pasar la noche en este lugar de mala muerte. Salí del coche estirándome como un gato y, después, me dispuse a coger mi bolsa antes de que ninguno de ellos la pudiera ni siquiera tocar; no quería que esa gente descubriera mi secreto.

Según cogía la maleta no pude contenerme y me dispuse a molestar un rato a mi madre:

-¿No teníais otro lugar mejor en el que pasar la noche? Seguro que hay cucarachas hasta en el váter...-pero al contrario de lo que quería causar, esbozó una sonrisa que destilaba arrogancia y pedantería por todos los lados.

-Cariño, aquí es donde viviremos. Esta será nuestra casa-eso me dejó demasiado descolocada. ¿Acababamos de abandonar una preciosa casa de dos plantas para pasar a vivir en una habitación que no mediría más de 20 metros cuadrados? ¿Acaso se acababa de trastornar del todo?.

-¿Vamos a vivir en una habitación de tres por tres?-ella rió ante eso.

-No hija, vamos a vivir en la casa que está justo al comienzo del bosque y el motel será nuestro negocio familiar-eso me mató y al parecer esto la gustó ya que se rió con malicia.

-Disfruta cariño-"no lo sabes tú bien maldita zorra".

-Lo haré en cuanto todo esto arda contigo dentro, mami-dicho esto saqué a Oli del maletero y junto con mi maleta me dirigí hacia la demacrada casa. Zorra 1-1 Scarlet. Pero esto no quedaría así y eso era lo que más me gustaba. Evidentemente no pensaba quemar la casa para que me metieran en un centro para menores pero nunca estaba de más divertirse ¿O no?.

¿He explicado quién es Oli? Creo que no...Oli es mi preciosa ratita blanca de ojos rojos. Cuando vivía mi padre teníamos una preciosa gata de pelo largo pero misteriosamente desapareció el día antes de que mi padre muriera. ¿Curioso verdad?. A saber lo que mi progenitora hizo con ella. En fin que después de que matara a mi padre me compré a Oli. Nunca se separa de mí excepto en este viaje ya que el idiota de Luis es alérgico a él aunque yo creo que simplemente le daba asco.

Me detuve en frente de la casa intentando localizar la puerta de entrada. Toda la fachada estaba cubierta por la vegetación por lo que dejaba ver que hacía bastante tiempo que nadie vivía en ella. Bajo la sombra del bosque pude intuir una especie de porche por lo que dejé mi maleta a un lado y me dispuse a arrancar la enredadera que cubría toda la casa. No me importaba mancharme ni cortarme las manos con las duras y enredadas plantas porque como ya os podéis haber dado cuenta, ya no era la típica niña pija que se preocupaba por su aspecto o por su cuerpo.

Despúes de cinco minutos cpnseguí hacer un hueco decente por el que pasásemos Oli, mi maleta y yo. Al parecer estaba en lo cierto, era un peequeño porche con un banco y una mecedora de madera, la cual parecía podrida. Un reloj de cuerda conseguía seguir funcionando a pesar del grado de oxidación que tenía aunque según mi reloj de muñeca estaba atrasado un par de horas. El porche estaba rodeado por una bonita barandilla también hecha de madera que en sus tiempos fue blanca pero que ahora mismo estaba descascarillada completamente con un todo grisáceo que indicaba su mal estado. El suelo estaba completamente levantado y podrido debido a la humedad y al desuso.

Avancé hasta la puerta con cuidado de donde pisaba por si acaso el suelo cedía ante mi peso. Era de un azul marino muy bonito aunque necesitaba una capa de pintura urgentemente; un bonito picaporte plateado destacaba a uno de los lados de la puerta. Intenté abrirla pero al parecer necesitaba una llave que supuse que tendría la parejita feliz así que me senté en el banco a esperar a que llegaran. 

Oli bajó de mi hombro y se puso a explorar su nuevo entorno también con cuidado de donde pisaba. Todo el mundo juzgaba a las ratas y demás roedores con seres sucios y tontos, portadores de enfermedades que se colaban en las despensas para robar la comida y roer las paredes pero cuando cogí a Oli me di cuenta de que era todo lo contrario. Oli era muy limpio y no mordía nada excepto su pastilla de calcio además era más listo que yo. Siempre era él el que me protegía y cuidaba; nunca había visto una rata enfadada que diese tanto miedo.

Al parecer acababa de encontrar un agujero por el que colarse y me miró pidiéndome permiso para entrar.

-Entra pero ten mucho cuidado, no sabemos qué criaturas hay ahí dentro-hizo el un sonido que quería decir: ya lo sé pesada, no me va a pasar nada. 

Sí, también hablaba con los animales. Desde pequeña tenía el don de poder comunicarme con ellos. Unos lo llamarían locura y otros milagro, yo simplemente lo llamaba capacidad. Mi madre nunca lo supo, la única persona que lo sabía era mi padre así que cada vez que me oían hablar con Oli o con cualquier otro animal la gente pensaba que hablaba sola. 

Oli se perdió dentro del hueco por lo que me quedé sola. Al parecer mi nueva familia estaba terminando de bajar las maletas y todavía iban a tardar un rato así que saqué un clip de el bolsillo de mis pantalones y me puse a abrir la cerradura. Siempre llevaba uno porque eran muy prácticos sobre todo si se te olvidaban las lleves dentro de casa o si te tenías que colar en algún lugar prohibido. La cerradura estaba demasiado oxidada  y dura como para no ceder ante mi clip por lo que desistí y decidí explorar la casa por fuera.

La rodeé hasta llegar a la parte de atrás donde más plantas cubrían la pared pero una cosa llamó mi atención; una vieja caseta algo alejada de la propiedad. Vi una sombra moverse dentro de ella y acto seguido la puerta cerrarse. No había aire por lo tanto algo había tenido que cerrarla. Cuando di un par de pasos hacia esa misteriosa caseta un grito me alertó. Era de Oli.

El MotelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora