Corrí hacia donde provenía el grito y me encontré a Oli en frente de la casa; erguido todo lo que su cuerpo le permitía, haciendo cara a el gilipollas de Luis. Éste tenía cara de asco y...¿Miedo?. Levantaba su mochila listo para golpear a mi ratita.
-¡NO!-grité y me abalancé encima de Luis, tirándolo al suelo y haciendo que se golpeara la cabeza con una piedra que había en el suelo. Cuando lo hice me levanté y cogí a Oli. Estaba cubierto de una substancia pegajosa de color naranja que parecía ser fanta o zumo. No me extrañaba que mi amigo se hubiera enfadado ya que cuidaba su pelo más que a mí y eso ya era decir demasiado.
-¿PERO QUÉ HACES NIÑATA ESTÚPIDA?
-Como vuelvas a decir eso morirás. Aquí la única niñata estúpida eres tu y como te vuelvas a acercar a Oli o a mí sufrirás las consecuencias-me agaché hasta su oído-. Por cierto, te sangra la brecha que te ha hecho una chica de cuarenta kilos al tirarse encima de ti.
Me levanté con el rodeador en brazos y recogí mi maleta para luego dirigirme dentro de la casa ya que mi madre había abierto la puerta.
Nada más entrar se podía ver unas escaleras pegadas a la pared y un sofá y una mesita de centro en un rincón. Había dos estancias a los lados y al fondo se podía ver otras dos. La de la derecha daba a un enorme comedor en el cual se podía ver una mesa en la que perfectamente podían comer doce personas. Si avanzabas había otra habitación unida al comedor sin puerta, simplemente tenia el marco. Esta entrada llevaba a una cocina, la cual no moderna pero tampoco demasiado antigua. Era la típica cocina espaciosa de casa de campo en tonos verdes y blancos. Una pequeña mesa estaba en el centro de la estancia. Había cuatro puertas en la estancia. Una era para salir al pasillo, otra para ir al comedor, la tercera era una especie de despensa y la última daba a la parte de atrás de la casa solo que ésta estaba taponada con unas ramas por lo que no se podía ni salir ni entrar.
Volví a salir al pasillo y me dirigí a los otros dos cuartos. El de en frente de la cocina era un saón con un par de sillones, un sofá, una televisión y una chimenea. Había un par de librerías en los extremos del salón las cuales estaban vacías. Volví a salir al pasillo para echar una ojeada al cuarto de la derecha; estaba vacío aunque supuse que sería el despacho de mi madre (siempre necesitaba un espacio para ella sola).
Subí las escaleras con un Oli gruñón tratándose de quitar la bebida pringosa de su blanco pelaje.
-¡Estate quieto!-me bufó-. Sí, veo como está tu pelo pero en cuanto vea toda la casa y localice un aseo te prometo que te doy un baño.
Eso pareció gustarle ya que dejó de moverse aunque todavía seguía intentando desenredarse algunos nudos que se le habían formado por la humedad.
A la derecha había tres puertas y a la izquierda dos. Las de la derecha eran las habitaciones de mi madre y su pareja y mis hermanos. A la izquierda estaba mi habitación; era blanca y muy grande con una cama de matrimonio en el medio y tres puertas. Una supuse que llevaba al baño y que las otras dos eran armarios. Salí para ver que era la puerta justo al lado de la de mi habitación y me llevé una gran sorpresa.
Era una enorme biblioteca con estanterías por todas las paredes excepto en una, donde había un gran ventanal tapado por unas cortinas de seda blanca. Un poco más adelante había un escritorio color oscuro que destacaba en el suelo de parquét claro. Un sofá también reposaba debajo de una de las ventanas, puesto en ese lugar exclusivamente para leer. Cuando me acerqué al escritorio vi una carta encima de él donde leí:
Sé que estarás enfada por habernos mudado aquí sin ni siquiera preguntar por tu opnión y sé que también estarás enfadada por no haberte presentado antes a tu nuevo padrastro y a tus hermanastros pero necesitábamos, las dos, salir de esa casa y esta me pareció una buena opción. Para intentar recompensarte...la biblioteca es tuya, nadie entrará ni saldrá de ella sin tu permiso. Ya tienes todos tus libros en las estanterías y tienes espacio para poner muchos más. Junto a esta carta te dejo la llave de la biblioteca. Espero que te guste mi regalo.
Besos, mamá.
Como ponía en la carta, la llave estaba justo al lado y, al acercarme a las librerías, pude ver como, efectivamente, mis libros estaban en ellas. Esta era la primera muestra de afecto que recibía de ella desde que papá murió. A veces pensaba que todavía quedaba algún vestigio de lo que algún día fue mi madre pero luego al mirarla a la cara me daba cuenta de que eso era imposible. Mi madre ya no existía, sólo quedaba su cuerpo. A pesar de haberme llevado muy bien con mi madre, mi padre siempre había sido el favorito. Aunque creo que eso nunca la molestaba, es más, parecía agradecida por eso. Como podéis observar mi vida nunca había sido del todo normal.
Salí de mi biblioteca y entré en mi cuarto donde, como había prometido a Oli, encendí el grifo de agua caliente de la bañera y, tras lavarla un poco, la llené y me sumergí en ella. Oli solía bañarse conmigo, se quedaba en mi hombro o simplemente daba unos larguitos por la bañera. Cuando se cansaba reposaba en los bordes de la bañera mientras yo echaba el jabón. Él detestaba cualquier producto químico pero esta vez era inevitable usarlo si quería volver a recuperar la suavidad y el brillo de su pelo.
Cuando empecé a quedarme dormida cogí una toalla y me enrollé en ella para luego salir en busca de un pijama y mi secador. Al asomarme por la puerta vi a alguien hurgar en mi maleta, alguien que no tenía permiso para hacerlo. Reconocí al individuo por su pelo. ¿Adivinais de que color era? Muy bien, habéis acertado. Un pelo negro asomaba entre mi ropa voladora. Si había algo más que me molestara a parte de que me tocaran la ropa era desordenarla. Eso no lo perdonaba ni permitía así que decidí darle una lección...
Me acerqué despacio y sin hacer ruido para luego, levantar un poco mi rodilla para que entrara en contacto con sus partes intimas de una forma...brusca. El imbécil cayó al suelo dando gritos como una pija a la que se le acababa de mover un solo pelo de su sitio.
-¡MALDITA LOCA! ¿¡PERO QUÉ TE CREES QUE HACES!?-me agaché para susurrarle al oído amenazadoramente.
-Hago lo que me da la puta gana ¿Lo has entendido?. Vuelve a tocar mis cosas o a entrar en mi cuarto y la venganza será mucho peor. Te lo aseguro-y dicho esto me levanté de mi posición y le dije en tono "amistoso"-. Levántate, No querrás coger frío ahí tirado en el suelo, ¿verdad?.
Cuando me iba a contestar mi madre apareció y con voz de preocupación (era pura interpretación) dijo- ¿Que está pasando aquí? ¿Ya habéis empezado a discutir?.
-¡Ha sido ella! Me ha pegado una patada en los huevos sin motivo alguno...¡Yo solo venía a preguntarla si quería cenar algo!-sigue intentándolo guapo...
-Deja de mentir. Nadie te cree y la verdad es que das bastante pena-le dirigí una mirada despectiva-. Este amor de persona estaba revolviendo entre mis cosas y no contento con eso estaba tirando todo por la habitación-levanté la mirada-. Tengo ropa hasta colgada de la lampara.
Unas braguitas negras con la frase "Si te doy miedo espera a ver lo que hay dentro" colgaban de la vieja lámpara. Me subí encima del estomago de mi querido hermanito y atrapé las bragas con un salto que seguramente le puso los intestinos de riñones.
-No vuelvas a hacer eso Scarlet. Le vas a hacer daño-dijo mi madre con desinterés-. Y tú jovencito no vuelvas a entrar en la habitación de mi hija para hurgar entre sus cosas y mucho menos cuando esté vestida así.
Miré hacia abajo y efectivamente estaba vestida solo con la toalla, suerte que ésta me llegaba por la rodilla y, con el dolor de huevos que tenía, era imposible que se hubiera fijado en mi...papaya. Suspiré y cogí las bragas y un pijama de manga corta y me encerré en el cuarto de baño.
Oli me miraba diciendo ¿Quieres que le demos su merecido?.
-No, déjale. Con la patada que le he metido tiene para rato. Si lo vuelve a intentar ya pensaremos en darle un escarmiento-hizo un gesto de confirmación-. Y ahora...¡Toca secarte el pelo!.
Tras media hora por fin pude secarle el pelo del todo. Oli odiaba el secador pero esta vez era necesario. No quería que enfermara en este sitio aislado del mundo, sin ningún veterinario cerca. Mañana tendría que ubicarme en el mapa y buscar tiendas que se encontrasen alrededor de este motel. Lo primero que necesitaba saber era donde se encontarba un veterinario, un hospital y una comisaría. Todo muy extraño, lo sé, pero para mí, Oli era el ser más importante de mi vida. Respecto al hospital y la comisaría...entendedme, mi madre era una asesina que se había casado con un tipo al que no conocía de nada. Era necesario que supiera esa información.
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El Motel
Horror¿Sabéis para qué escribí este libro? Para desahogarme. Es así de simple. Me llamo Scarlet, tengo dieciséis años y mi madre es una asesina o, por lo menos, lo fue. Ella mató a mi padre pero lo más curioso es que nunca la pillaron o al menos eso quiso...