Capítulo cuatro

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—Muchas gracias por acompañarme, chicos.

—De nada, Adri. Nosotros nos tenemos que ir, cualquier cosa nos avisas ¿Sí?

—Sí, Abi. Tranquila, la abuela esta bien es solo que los días de calor son difíciles para ella.

—No lo dice sólo por tu abuela, Adri— sonrió Marcos.

—Lo se, solo trataba de hacerme la boluda— carcajeé.

—¿En serio?, ni cuenta nos dimos— comentó Abi  y rió. —Buenos, ahora si nos vamos— se acercó a mi y me abrazo —Sabes que para cualquier cosa que necesites y sea la hora que sea puedes confiar en mi. Si te sientes sola esta noche no dudes en llamarme — susurró en mi oído.

—Nos vemos, Adri— Marcos me saludo con su mano y se fueron caminando.

Saque las llaves de mi mochila y abrí la puerta.

—¿Abuela?— dejé mi mochila sobre el sillón —¿Abuela donde estas?— revise el comedor y la cocina pero no la encontraba —¿Abuela?— pregunté gritando, ya estaba muy asustada.

—Estoy en la habitación— contestó ella. Salí corriendo hasta ahí y me tire sobre la cama, casi la aplastó.

—¡Maldito vieja!— la abrace —no me puedes asustar así, un día me  vas a matar.

—Disculpa— rió —Estaba durmiendo y escuche el último grito— imitó mi voz —¿Abuela? — carcajeo.

—Mala— le saqué la lengua.

—Parecías una tortuga apareándote

—Jaja, siempre tan graciosa vos— reí irónicamente —te traje tus medicamentos— me senté en la cama y saque las pastillas que había guardado en mi mochila —Toma.

—Gracias, chiquita.

—De nada, abuela.

Escuche mi celular sonar y lo busque, era Sebastián que me estaba llamando.

—Abuela, tengo que contestar. Ahora vengo— ella solo asintió y salí caminando de su habitación.

Llamada:

—¿Adri?— dejé que hablara él primero.

—¿Sí?— conteste jadeando. Ya empecé esto con Abi y Marcos, ahora lo tengo que seguir.

—¿Adri?¿Qué estas haciendo?

—Estoy ocupada, ¿Necesitas algo?

—Sí, es obvio que necesito algo. Quiero hablar de nosotros— comentó irritado.

—No es un bueno momento— gemí.

—¿Qué mierda estas haciendo Adriana?— grito desde el otro lado.

—Ya casi llego— gemí y corte la llamada.

Me reí sola y me dirigí a la habitación con mi abuela, deje el celular arriba de la mesita de luz  y vi como la pantalla se prendía y apagaba, Sebastián me estaba llamando.

—¿Vamos a la plaza abuela?

—En un ratito, amor. Espera que me haga efecto la pastilla y vamos.

—Bueno— comenté y me acosté en la cama —voy a dormir un ratito, cuando quieras ir levántame.

—Sí, princesa— cerré mis ojos y trate de dormir.

.
.

—Amor— escuche la voz de mi abuela y movió mi hombro.

—¿Sí?

—Vamos, la pastilla ya hizo efecto y estoy preparada.

—Bueno— respondí con los ojos cerrados —¡Abuelaaaa!— grite porque me había arrojado una almohada en la cara.

—Me dijiste que te levantará, así que levántate morsa— comentó tan amorosa como siempre y salió de la habitación.

Me levanté de la cama perezosa y me quede unos minutos sentada en esta, después me dirigí a la cocina donde se escuchaban ruidos.

—Ya estoy lista— comenté frotándome los ojos.

—Al fin— dramatizo —pensé que te habías ido al país de las maravillosas.

—Deja de ver Disney, abuela.

—Jamás— llevo una mano a su pecho —Yo jamás creceré — Imito a Peter pan

Carcajeé y imite al jefe Gorgory  — Eh, en la cárcel lo harás

Rio —Es muy buena la versión de los Simpson 

—Vos no sos una abuela normal, vez demasiados programas

—Sabiendo eso ya puedo morir en paz.

—Ni lo digas— la abrace —No se que haría sin ti.

—No te pongas  dramática y mejor vamos a caminar que ya me duele el cuerpo de estar acostada— camino hacia la puerta de salida y la seguí.

Camine detrás de ella y mientras ella revisaba que todo estuviera cerrado me quede a un costado de ella, la calle, parecía un ritual, siempre revisaba varias veces.

—Abuela ya cumplí los cincuenta años.

—Y yo soy papá noel— giro una vez mas la manija e la puerta para cerciorarse de que estaba cerrada.

—Espero no hacer eso cuando sea una vieja chota— carcajeé.

—Una chota es la que necesito desde hace catorce años.

—¡Dios!— me levante y me tape la cara con las manos —¡Que asco, abuela! No necesitaba saber eso.

—Tu porque ya tienes una— sonrió y levantó la cejas —No te hagas más la chiquita y vamos.

—Yo soy una niña— comenté indignada y  camine detrás de ella, después tome su mano.
—¿Hasta donde quieres ir?

—Hasta el fin del mundo— rió

—A veces dudo de que seas una mujer de sesenta y nueve años.

—Yo igual.

Caminamos un rato alrededor de la plaza  hasta que el viento se empezó a sentir más fuerte.

—Abuela creo que ya es hora de ir a casa.

—Sí, esta empezando a hacer frío— sólo asentí y seguí caminando.

—Vamos, Adri.

—Ahí va abuela, espera que estoy viendo estas plantas— comenté y después escuche un ruido muy fuerte y un grito que provenía de mi abuela, un pedazo de algo paso por el costado de mi cabeza y choco contra la vidriera del local haciendo que la alarma de esta comenzará a sonar—¿Abuela?— me di vuelta shockeada y ella se encontraba tirada en el piso —¡Abuela!— grite y me acerqué hasta ella. Miré al auto y le grité —llama a una ambulancia.

El auto retrocedió y se marchó doblando hacia la izquierda.

—Ayuda— grite pero en la plaza ya  no había nadie.

Tome mi celular y marque el primer número que se me vino a la mente.

Llamada:

—¿Hola?— gruño Sebastián desde el otro lado.

—Seba— comenté entre lágrimas —por favor Ayúdame.

—Adriana, estoy ocupado. Déjame en paz— comentó y me corto.

—Sebastián— grite y golpe el suelo.

Fin de la llamada

Marque  rápidamente el numero de la ambulancia, me contestaron al segundo tono y me dijeron que en quince minutos estarían. Grite histérica y espere abrazada al cuerpo que aún respiraba de mi abuela.

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¡Nuevo capítulo! Espero que les guste. Perdón por hacerlas/los esperar tanto por este capítulo ♡



*.* Besos *.*

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