CAPÍTULO 3

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LIA

Según me ha dicho Evelyn, la sala de entrenamiento está en la tercera y última planta y me ha dado el permiso para utilizarla siempre y cuando pueda así que me dirijo allí lo más rápido que puedo, rezando por no encontrarme a nadie por los pasillos.

Después de subir muchas escaleras llego al ático y doy gracias por no haber tenido ningún percance. Todas las paredes están cubiertas de cristales a través de los cuales puedo ver la ciudad extenderse menos una de ellas que está llena de cuchillos y herramientas. El suelo es blanco y no tiene nada excepto varias colchonetas apiladas en una esquina y lo único que ocupa la sala es un una cuerda que sale del techo.

Mientras pienso en que arma coger recuerdo en lo comprensiva que ha sido Evelyn conmigo cosa que le agradezco de verdad pero a la vez me acuerdo de la reacción de esa chica rubia y del odio que reflejaban sus ojos y los recuerdos me invaden.


-Esta será tu nueva familia a partir de ahora.- me dijo la mujer que se hacía llamar Cónsul antes de dejarme sola frente a una enorme puerta de madera que se abrió segundos después de haber tocado el timbre.

Detrás de la aparatosa entrada había una mujer, según había oído el Instituto lo regía la familia Casales y no debían de gustarles mucho los subterráneos.

Desde ese día solo recibí miradas de asco junto con algún que otro insulto e insinuación de que era una abominación y de que estaba maldita.

El primer día intente charlar con el matrimonio Casales, el hombre del que me obligue a olvidar el nombre me llevó a una sala oscura y vacía y me pego hasta que quedé tendida en el suelo sin poder mover ni un músculo. Me dijo que me haría cosas mucho peores si volvía a dirigirles la palabra o a tan solo mirarles y yo, no lo volví a hacer.

Desde ese día viví como un fantasma en ese Instituto, apenas comía y prácticamente vivía en la sala de entrenamiento que es donde pensaba que no me encontrarían y que si volvía para pegarme por lo menos tendría con que defenderme.

Sus palabras se me quedaron grabadas en la mente: No quiero que nos mires, ni que nos hables, ni si quiera que respires cerca nuestro. Eres un monstruo y juro por el Ángel que te mataré. Los seres como tú no deberían vivir. Me gustaría echarte a los perros pero estamos vigilados por la Clave y estamos obligados a acogerte, pero escúchame niñata, como te acerques a cualquiera de nosotros las consecuencias serán mucho peores que esto.- Decía mientras me pegaba una fuerte patada en la tripa y me estampaba contra el suelo. Por aquel entonces yo no sabía defenderme pero ahora sé que si tan solo intentara tocarme con un dedo se quedaría sin mano en menos de un segundo.


Salgo de mi trance y parpadeo varias veces para centrarme. En algún momento he debido de colocar un muñeco en medio de la sala y tiene más de veinte cuchillos arrojadizos clavados en el cuerpo, en los puntos clave, como los ojos.

He intentado con todas mis fuerzas eliminar esos recuerdos de mi mente pero volver a estar en un Instituto y la mirada de esa tal Lena me los han devuelto a la memoria y me gustaría volver a encerrarlos en un cajón y tirar la llave al vacío.

Se que no puedo confiar en los cazadores de sombras. Suena triste decirlo ya que son sangre de mi sangre pero es la verdad y así es como sé que voy a estar sola el resto de mi vida, pero no me importa. Quiero saber quién es mi padre o mi madre, cual es mi historia, y ahora mismo es lo único que me preocupa.

Aparto el muñeco y coloco una diana en uno de los cristales, los he tocado y sé que están hechos para poder lanzar cosas contra ellos. Cojo un arco y un carcaj de flechas y apunto al centro.

Cazadores De Sombras. El Retorno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora