Capítulo 3

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Chiara se encontraba ahogada en el cubículo, aunque no era pequeño, era lo que representaba en este momento su oficina, quería salir corriendo y abandonar todo. Y en realidad  podía hacerlo, podía irse ya mismo. Era su empresa, y que se tomara una mañana no le haría daño a nadie. Necesitaba despejar su mente de esa idea opresora de que de un momento para el otro, aunque fuera por un tiempo y no fuera real, estaría casada y que hoy ya era una mujer comprometida. Esa palabra, resonaba fuertemente por cada lado de su cabeza, y solo quería apagarla como si de una radio se tratara. 

-Me voy a tomar la mañana, cualquier situación que se presente me la comunicas al celular- objeto firme con el dedo pulsando firmemente sobre el intercomunicador. Una vez que obtuvo la  afirmación de su  secretaría decidió que era momento de irse, no salió por su oficina como haría normalmente, sino que tomó su ascensor privado que la llevaba directamente hacia la cochera del edificio.

 Él se da vuelta de su butaca luego de haber realizado todas sus llamadas, satisfecho consigo mismo, ya estaba. Ahora todo el mundo sabría sobre su futuro compromiso y estaría cada vez más cerca de conseguir lo que quería. Mientras ella en su parte con todo esto, sin saber la bomba que le estaba a punto de caer, se sentía tan alejada de sus ideales.  

   Conducía perdida en sus pensamientos cuando una bocina casi hace que pierda el control del volante, maldiciendo a los cuatro vientos maniobro para no chocar. Le encantaría bajarse y decirle unas cuantas cosas al auto que le tocó bocina pero sabía que no era culpa de nadie más que ella. Giro a la redonda ya vislumbrando el camino de árboles a los costados, un poco mas tranquila, sabiendo que al final de ese estrecho tramo se encontraba el calmante para cualquiera que fuera su problema...

-Buenos días Señorita Fianze- habló rápidamente uno de los encargados, asaltandola ni bien puso un taco sobre la tierra. Mierda, recién se daba cuenta que había olvidado pasar por su casa para ponerse de forma apropiada. 

-Samuel, conseguime ropa apropiada, olvide completamente pasar por una muda- nunca un "por favor", su madre siempre se lo reprochaba, pero algo que no estaba en su naturaleza. Como tampoco el casarse, comprometerse, le volvió a recordar su tortuosa mente. Movió su cabeza como si eso hiciera que se ahuyentaran sus pensamientos... Espero en su auto a que le trajeran la ropa adecuada. 

   Un exaltado Samuel apareció frente a su vista, con un montón de ropa perfectamente doblada junto a unas botas de montar. Sin ningún pudor comenzó a quitarse todo frente al encargado al frente del lugar, este casi se atraganta al verla hacerlo. 

- Se-señorita, ¿no prefiere ir a cambiarse a dentro?- inquirió este, con el nervio al tope. 

-Tengo prisa- contestó escuetamente, sin percatarse lo que su falta de ropa estaba provocando, mientras le extendía una mano para que le pasara la ropa y el calzado. Cuando estuvo en sus manos, Samuel salió despavorido de allí a alistar lo demás.

    La ropa de montar como siempre le quedaba como un guante al cuerpo, era un combo de una polera tejida  sin mangas y un pantalón blanco junto a las botas de montar. Antes de darse un último vistazo en el vidrio del auto y una sonrisa satisfecha se dirigio al establo a buscar a su pequeño copito.  Aunque "copito" ya no era su pequeño potro, como aquel de que se había enamorado la primera vez que lo vio con su padre a su lado trayéndolo por las riendas, lo único bueno que le había dado, y con ese pensamiento no pudo evitar que un trago amargo pasara por su garganta. 

-¿Ya está todo Samuel?- Le pregunto viéndolo en el mismo momento que acomodaba sobre su precioso caballo blanco la silla de montar, lentamente con una sonrisa en su labios tirando se acercó a acariciarlo. El la reconoció enseguida porque manso se acercó para dejarse guiar por su rose. 

Intacto por el poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora