--;capítulo dos;--

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- Entonces tu madre se ha casado con un hombre divorciado llamado Gregg, que tiene un hijo llamado Matthew, que es un idiota que está bueno. –resumió Nash entre todo el palabrerío que yo había dicho. Asentí con la cabeza, soltando un suspiro. – Tu vida es todo un cliché, amiga mía. –me mordí el labio, evitando reír y Nash sonrió.

- Es lindo y todo eso, pero... -suspiré, revolviendo mi batido con la pajilla. Lo bueno de este instituto (porque sí, las cárceles tienen cosas buenas) es que la comida suele ser deliciosa y te venden batidos. – Pasa más de veinte minutos arreglando su cabello.

Nash hizo una mueca de dolor mientras se tocaba el pecho. Reí y también la hice.

- Me ha matado una pasión, Sammy. –reí y asentí de acuerdo. – Es mejor cuándo lo dejan despeinado.

- ¡Sí! Queda súper sexy. –hice una mirada "sexy", provocando que Nash riera y me diera una palmadita en la cabeza.

- En serio te extrañé, parásito. –una sonrisa tiró de mis labios cuándo sentí cómo me abrazaba.

- ¿Cómo no me irías a extrañar? –sonreí, correspondiendo su abrazo.

El timbre que finalizaba el descanso sonó, y el ruido de las sillas chirriando a causa de gente levantándose de ellas comenzó a escucharse en la cafetería, mezclado con los bufidos.

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Las clases terminaron rápidamente, Nash se despidió de mí, subiéndose a su bicicleta.

- Por cierto, no veo tu bicicleta... ¿dónde está? –preguntó él y yo reí nerviosamente.

- Resulta que mi genial hermanastro tiene coche. –él me miró frunciendo el ceño. – Sé que era algo cómo nuestra tradición, insistí pero mamá... -dejé la frase en el aire y él entendió.

- Descuida. –se acercó para darme un beso en la frente antes de subirse a la bicicleta y comenzar a pedalear en dirección a su casa.

Nash y yo habíamos comenzado la tradición de volver a casa pedaleando juntos desde el kínder. Nuestras madres iban en bicicletas al igual que nosotros, la primaria fue igual y lo fue la secundaria, hasta que Matthew llegó y mi madre me obligó a ir con él a la escuela.

Pude ver su auto aparcarse frente a mí y me subí rápidamente, afirmando la mochila a mi pecho.

- ¿Ese era tu novio? Debe haber sido difícil mantener una relación a distancia. –dijo Matthew, sin despegar la vista del frente.

- ¿Puedes callarte, por favor? –dije, poniéndome una mano en la frente. – No es mi novio. Es Nash, mi mejor amigo. –rodé los ojos. – Y para que sepas, acabo de romper mi tradición con él por venir en tu auto.

Una sonrisa tiró de los labios de Matthew, pero no despegó la vista de la carretera.

- Lástima. –se encogió de hombros y continuó conduciendo mientras yo gruñía, bufaba y apretaba la mochila contra mi pecho.

Llegamos a la casa y rápidamente subí hasta mi habitación, tomando mi pijama y las cosas necesarias para bañarme antes de que Matthew me ganara el baño.

Cerré la puerta del baño detrás de mí, deslizándome hasta el suelo y respirando con alivio, al menos mi ducha de la noche sería tranquila y no a las apuradas. Acomodé mi pijama y puse el agua hasta que me gustara.

Una vez me metí allí dentro, dejé que mis músculos se relajaran, masajeando mi cabeza lentamente con el champú y pasando lentamente el gel de baño por mi cuerpo.

- ¡Si no sales en cinco minutos voy a entrar! –escuché al voz detrás de la puerta, pero lo ignoré completamente. – No me importara que estés desnuda, Samantha. –lo dijo lo bastante alto cómo para que yo pudiera escucharlo.

Sabía que era capaz, así que me vestí rápidamente y acomodé todo. El orden era una de mis virtudes, y me encantaba ser así de ordenada.

Salí del baño y choqué mi hombro con el de Matthew a propósito –aunque casi me caigo porque es puro músculo – y me metí a mi habitación. Cepillé lentamente mi cabello, mirándome en el espejo y mirando mi reflejo.

Mi madre nos llamó para cenar. Al parecer Gregg hace una pasta increíble, a pesar de que la comí sin salsa, al contrario de todos los demás.

No era asco, pero prefería la pasta sin ningún tipo de salsa.

Terminé de cenar y llevé mi plato al lavavajillas. Luego de haber cepillado mis dientes me recosté en mi cama.

Cerré mis ojos lentamente, sintiendo cómo el sueño comenzaba a llegar.


Hermanastro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora