--;capítulo siete;--

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- Mañana Matthew debe irse más temprano a su universidad. –me dijo mamá. – Podrás ir a la escuela en tu bicicleta. –sonreí, extrañaba compartir esa tradición con Nash. – Pero al salir, debes ir hasta la universidad de Matthew, él te llevara a casa en carro cuándo acabe su práctica de fútbol americano. –terminó mi madre.

Rodé los ojos y consideré el hecho de discutirle a mi madre, pero estaba lo suficientemente cansada cómo para hacerlo y además, sería inútil.

Subí las escaleras hasta mi habitación y luego de cepillar mis dientes me metí en ésta, cambiando mi ropa por mi pijama y metiéndome a la cama.

No tardé mucho tiempo en caer dormida.

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Al día siguiente me preparé y me metí al garaje para buscar mi bicicleta, pedaleé hasta la casa de Nash y justamente le vi salir de la casa arrastrando su bicicleta.

- No olvidé nuestra tradición. –dije, guiñándole un ojo. Nash rió y me besó la frente antes de subirse a su bicicleta.

- Estoy segura que los horarios de tu hermanastro tienen algo que ver. –dijo él y yo suspiré, comenzando a pedalear hasta la escuela.

- Así es. Tendré que ir a su universidad al finalizar las clases. –rodé los ojos y doblé en una esquina. Nash rió.

- Mala suerte, Sammy.

Llegamos a la escuela en menos de diez minutos, aseguramos nuestras bicicletas y nos dirigimos directamente hacia nuestro salón puesto que no necesitábamos buscar nada de nuestros casilleros.

Definitivamente las clases de historia eran las más aburridas, hasta para unos nerds cómo Nash y yo.

Las clases parecieron durar una eternidad, y supe que no era la única que pensaba eso cuándo todas las personas dentro del aula de biología soltaron un grito de emoción cuándo el timbre de fin de clases resonó en todo el instituto.

Tomé mis cosas y me despedí de Nash, subiéndome a mi bicicleta y pedaleando hasta la universidad dónde Matthew iba.

Mamá y él me habían dado la dirección, aunque ya había estado allí veces anteriores así que no me perdería. No pregunten en qué asuntos.

Aseguré mi bicicleta cerca del auto de Matthew, tomé mis cosas y caminé hasta el campus, dónde supongo él estaría, puesto que tenía práctica de fútbol americano.

Pude ver a varios universitarios alrededor de éste, y distinguí cuerpos masculinos en medio del campus con una pelota de fútbol americano.

Me senté en las gradas para observarlos. Casi suelto un jadeo al ver que todos estaban buenos. Pero se me cortó la respiración al notar que Matthew no estaba utilizando una camiseta. Su torso estaba desnudo, a la vista de todos.

Y parecía ser que yo no era la única persona que lo había notado. A unos metros mío, había dos chicas tratando de comerlo con la mirada y un chico tragando su labio inferior. No lo juzgaré, cada uno a sus asuntos.

- ¡Sam! –sacudí la cabeza y sonreí nerviosamente cuándo escuché el apodo que me había puesto y lo ví acercándose.

Pude observarlo bien. Sus hombros eran anchos y los músculos de sus brazos igual algunas venas resaltaban en ellos, parecía que hacía mucho ejercicio porque también sus pectorales y abdominales estaban lo suficientemente marcados cómo para hacerme jadear. Bajé más la vista, para lograr ver una muy marcada V que dejaba de verse por culpa de los pantalones de jogging que estaba utilizando. Al parecer era una práctica no-oficial, porque ninguno de los chicos llevaba el uniforme de fútbol americano.

- Así que tú eres Sam. –escuché otra voz y miré sobre el hombro de Matthew, un chico rubio y de ojos grises estaba caminando hacia mí, pude ver las miradas de los demás jugadores sobre mí y me sentí algo incómoda. – Tal vez me recuerdes.

- ¿Y tú quién eres? –pregunté, alzando la ceja con confusión. Luego escuché las risas de los demás miembros del equipo, dirigidas al rubio delante de mí.

- Soy Jordan Steffan. –crucé los brazos. – Fui a tu casa el otro día, para ver a Matthew.

- ¡Oh, el chico que se adueñó del baño, si te recuerdo! –dije. – Al parecer no estás muy acostumbrado a las comidas de mamá, ¿te mejoraste del estómago?

Él apretó los puños al escuchar las demás risas y supe que había metido la pata, así que susurré una disculpa en voz baja.

- Descuida, está bien. –me sonrió. – Un gusto poder conocerte oficialmente, Samantha. –reí.

- Igual digo, Jordan. –él me guiñó un ojo antes de trotar dónde los demás estaban.

Volví mi vista hacia Matthew y noté que apretaba su mandíbula, ni siquiera sabía por qué. Me levanté de las gradas é de las gradas y colgué mi mochila a mi hombros.

- ¿Nos vamos? –pregunté.

Él sacudió la cabeza y asintió con ésta, tomando su mochila que estaba apoyada en las gradas bajas y despidiéndose de su equipo antes de que fuéramos al aparcamiento.

- Me cayó bien Jordan. –dije, mientras veía cómo guardaba mi bicicleta en el compartimiento de su carro. – Creí que sería idiota, pero no lo es. –él me miró alzando las cejas. – No tanto.

Rió y negó con la cabeza, cerrando el compartimiento y adentrándose en el auto. Tomé asiento cómo co-piloto y encendí la radio, cantando durante todo el camino.

Había atrapado a Matthew viéndome varias veces durante las luces rojas.

Y, de alguna forma, no me disgustaba.

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Hermanastro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora