CAPITULO 12.

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Emily se quedó de piedra al oir esas palabras. ¿Qué debía decir? Se quedó callada. No podía emitir palabra alguna así que prefirió seguir subiendo las escaleras lo más rápido posible. Stiles se dio una cachetada mental. Había sido un error adelantarse tanto y no estaba seguro de haberlo confesado. No, hizo lo que su corazón sentía.

Localizaron el despacho del entrenador y se apresuraron a buscar el problema de que todos estén enfermos. Stiles parecía un loco tirando todo lo que había dentro de los armarios. Emily estaba igual que él. Sobre la mesa había mucho papeleo y leyó autorizaciones aprobadas. ¿Qué era aquello? Se fijó que el sello comenzaba a desgastarse hasta que era otro diferente. Llamó a Stiles.

—Mira esto—le dijo de inmediato.

Ella realmente sentía pánico y emoción a la vez, por haber descubierto algo importante. Cogió entre sus manos una taza amarilla y allí se veía las huellas negras del entrenador.

—Eso era—siguió Emily observando la taza—cuando usamos los pulgares para sellar sobre la hoja. Es por el jodido sello, la tinta.

Stiles comenzó a entender todo. No se lo esperaba. Se decía que Emily era como él, se fijaban hasta en el más mínimo detalle que aunque pareciera inútil siempre mostraba alguna pista de la verdad.

—Me pregunto como enfermó ese idiota—dijo apareciendo el supuesto profesor.

Stiles dejó que la taza se cayera al suelo por el susto. Emily se puso tensa.

—También me pregunto dónde están vuestros amigos.

Emily agarró con fuerza el brazo de Stiles al ver como el hombre sacaba una pistola y le ponía un silenciador. Por instinto se llevó una mano a la pierna y maldijo al no sentir su revolver con ella. ¿En qué momento la perdió de vista? Demonios, se la dejó en la bóveda.

—Ya que al fin de recibir el pago del benefactor tengo que tener la prueba de que están muertos.

Stiles sintió miedo y no por él, sino por Emily.

—Confirmación visual.

Puso detrás de él a la chica cuando el canalla los apuntó con el arma.

—Exacto—dijo el hombre sin dejar de apuntar.

Emily fue empujada por Stiles para que corriese, por esta vez hizo caso. Se detuvo al ver como el hombre les seguía. Decir que estaba aterrada se quedaba muy corto. Y desde que sabia con claridad lo que sentía por el humano no se imaginaba un mundo sin Stiles Stilinski.

—Parece que tiene fiebre señor Stilinski. Pero deben saber algo. El virus no mata a los humanos y usted y su compañera se pondrán mejor.

Emily volvió a agarrarse con fuerza de Stiles. Vale, no iba a morir sola. ¡Claro que no quería morir! Aún tenía muchas cosas que hacer y experimentar. Sin embargo, de su boca no salía ninguna amenaza. No cuando un hombre apuntaba directo a la cabeza de su chico. Sí, suyo.

—¿No creen que deberían decirme donde están? ¿Qué al menos uno de ustedes siga viviendo?

Stiles miró de reojo a una Emily casi pálida.

—Creo que los he visto en la biblioteca—dijo Stiles—o quizás en la cafetería. Sin duda en uno de esos sitios.

—Voy a contar hasta tres—soltó el hombre entre dientes y agarró el arma con más fuerza—y luego voy a matarle.

—¡No!—gritó por primera vez la chica.

El hombre la miró.

—Y luego a usted.

Porque te quiero [Stiles Stilinski]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora