CAPÍTULO 5. HAY ALGO NUEVO EN MÍ.

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Habían pasado ya varios meses desde que Zaëron le había contado a Liro todo sobre la profecía, esa otra parte de su propio pasado, y lo mal que lo había pasado con la muerte de sus padres. Tuvo que asimilarlo todo muy rápido, pues no les iban a dar una segunda oportunidad si los capturaban.

Zaëron había estado claramente sufriendo por su culpa, Liro estaba siendo consciente de esto y quería compensarle, ya qué, mientras el vivía acomodado y sin preocupaciones, Zaëron, príncipe como él, había estado mal viviendo entrenándose para un destino que le correspondía al propio Liro.

Incluso, había sido el padre de Liro, quien mato a los padres de Zaëron. También acabando con su Reino. Liro ahora sentía la responsabilidad de todo eso, pensaba que quizás, si no hubiese tenido tan mal comportamiento, incluso su padre seguiría vivo en estos momentos.

Tenía que esforzarse por Zaëron. Quería derrotar a la Reina Delica y devolverle el reino a Zaëron. Quería que este se sintiera orgulloso de él, y esta era su motivación para esforzarse día a día, con el entrenamiento, con la lucha. Cuándo miraba a Zaëron, no se permitía sentir debilidad, pues tenía que ser tan fuerte como él.

No obstante, Zaëron le seguía tratando con dureza, siendo cada vez más estricto con él. La verdad esperaba una réplica de Liro que no se producía. 

Le golpeaba cuando debía causando diversas marcas de golpes por el cuerpo de Liro, pero este no cargaba contra Zaéron, si no que los aceptaba con respeto y trataba de esforzarse más. De esta forma, sus movimientos empezaron a mejorar muchisimo. Saltaba, hacía giros, fintas, combinaba golpes con la espada y sus hechizos, todo estaba mejorando.

Había progresado en el control de sus habilidades mágicas, y ahora sus hechizos se mantenían al mismo tiempo, e incluso no siempre tenía que pronunciar la spalabras de estos, si no que al concentrarse en lo que quería que pasara, bastaba para que se produjera. A veces, incluso ayudaba a Zaëron con el control de la barrera.

Todos los días, el entrenamiento empezaba con un calentamiento. Primero una carrera de una hora al rededor del bosque, esquivando los árboles y los hechizos que lanzaba Zaëron lo más rápido que podía. 

La segunda parte del entrenamiento era una tabla de ejercicios para tonificar y fortalecer sus músculos y cuerpo, y por último, práctica con la espada hasta la tarde.

Con este entrenamiento, Liro tardó poco tiempo en volverse más hombre. ZaËron se había dado cuenta de cómo se había desarrollado en el tiempo que llevaban juntos. Su abdomen se había empezado a marcar, al igual que sus brazos. Su pelo había crecido, un poco más descuidado y alborotado que como lo solía llevar al principio. Había crecido, y con esto, su tierna sonrisa infantil que solía tener, ahora solo se dejaba ver en los pequeños momentos que le dedicaba a su guardiana, sin embargo, sus ojos seguían siendo puros y llenos de esperanza. La rabia y tristeza que sentía, solo eran una leve fachada tras la cual estaba esa intensa luz que tanto le gustaba a Zaëron.

A pesar de todo, la relación entre ellos no había avanzado. Los dos se trataban como siempre, incluso hasta con cierta frialdad. Pero Liro había terminado por confiar en Zaëron e incluso le preguntaba sobre algunas cosas.

>> ¿Por qué siempre llevas ese escudo? - Preguntó Liro un día mientras compartían la comida.

>> Fortalece mis hombros y mi espalda - Contestó Zaëron con una pequeña sonrisa- Perteneció a mi padre, era su escudo de los guerreros de Ramio.

A Zaëron le gustaba que le preguntara, pero, no le gustaba preguntar. Liro siempre dejaba vagar sus emociones y  casi siempre acababa triste. Sus sentimientos creaban atracción y rechazo nen Zaëron. Pensaba que le hacía más débil, y al mismo tiempo, quería estar más cerca para hacerle sentir bien.

Reino de Nubes.Where stories live. Discover now