Solo tu

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Este camino si que es extenso pensé, ya llevaba una semana caminando y ese pequeño cuarto aparecía todas las noches ofreciéndome estadía y alimento como un ángel que cuidaba de mi.
Creo que hoy es el día en el que descubriré la verdad.

!Puedo verlo!-exclamé- corrí hasta el final del camino y cuando llegué pude ver algo, ¿Una puerta? ¿Una ventana? ¿Qué es? Y cuando ya estaba más cerca de repente todo se nublo, podía oler la derrota, penas, y también el pasto; una luz negra evadio mi vista y cuando mis piernas empezaron a temblar no supe más.
Luego pude ver a Obito, el me tomó de la mano y corrimos por una amplia pradera; su sonrisa deslumbrante que hacía mi corazón palpitar, sus ojos llenos de sueños y esperanzas, aquellas mejillas rosadas y su cabello que se movía con la brisa del viento desprendiendo un fresco olor, todo eso no fue más que un sueño...

Me había desmayado y ya después de despertar pude verlo, había llegado a una pradera muy amplia y por el cansancio mi vista se nublo y caí dormida pero hoy era un nuevo comienzo.

Mire a mi alrededor y pues me di cuenta que había algo, la entrada a una cueva, un espejo o un lago que había sido volteado de manera vertical frente a mi. Era una mezcla de colores pasteles, rodeada de hermosas piedras plateadas. No comprendía muy bien así que decidí tocarlo y una imagen apareció, me asusté y automáticamente retrocedí tropezandome en una pequeña roca.
De repente me senté a ver aquel portal que me mostraba una imagen de un lugar oscuro, se miraba muy tenebrosa y por mi cuerpo recorría una sensación que ponía mi piel de gallina hasta que escuché una voz que llamó a mi amado. Obito, no podrás cambiar nada este mundo esta podrido. Y de repente escuché una voz respondiendo, es verdad pero haré algo al respecto Madara.
Era un cubo de hielo, aquellas palabras me dejaron atónita y de mis labios solo salió un "Obito"...

Era él, su voz, la imagen cambio y se enfocó en aquel jóven que tenía la mitad de su cuerpo vendado, cabello carbón y un poco largo y descuidado. Estaba demasiado delgado pero yo sabía que era él, Obito.

Probaba algo salado y me di cuenta que eran mis lágrimas, se desprendían de mi ojos, bajando por mis mejillas y mi boca para morir en el pasto que se encontraba a mis pies. Quería sonreír y alegrarme porque estaba vivo pero me mataba ver en que estado se encontraba y lo que más me hirió fue aquella mirada que tenía, no era el mismo. Aunque seguía vivo era obvio que estaba muerto por dentro.

RinxObitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora