La habitación de Sofía

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Cuando el tren estaba por fin llegando a su destino, la neblina se colaba por los pasillos y la brisa marina golpeaba su cara. No hubo necesidad de despertarlo, su piloto automático se activó al escuchar el mar. Al bajar del tren, la tía Ana estaba ahí para recibirlo con su cara de inmensa pena, por hacerlo vivir tal situación. La noticia ya estaba en todos los medios de comunicación, vídeos y fotos del incidente circulaban hace ya un par de horas. Mateo, se dejó atrapar por sus maternales brazos y juntos salieron de la estación.

Tía Ana, era como una madre para Mateo, por lo que en su nueva casa, ya había un habitación destinada para él. Caminaron un rato por la niebla y las húmedas calles, hablando de todo y nada, hasta llegar a una gran casa de madera. En la estrada estaba Sofía, su pequeña prima esperando ansiosa por ellos, saltando sobre Mateo lo "obligo" a llevarla sobre sus hombros.

Al recorrer la nueva casa, paseo con Sofía en sus hombros por el sótano, la planta principal y el segundo piso, disfrutando el ambiente familiar y los pisos de madera. Ya calmados, Tía Ana hizo su maleta, dejando a Mateo de niñero-hermano mayor y dueño de casa.

El frío y gris día no se sentía en casa, Sofía y Mateo se llevaban realmente bien, por lo que la noche llego sin previo aviso y con ella el viento y la lluvia. Cumplida la hora indicada por su tía para que Sofía fuera a dormir, empezó el problema, la pequeña no quería ir a su habitación. La enorme casa nueva, los pisos de madera que de repente crujían, la lluvia y su madre fuera de casa la asustaban. Mateo, aunque no sabe decir que no, es un buen negociante por lo que decido acompañarla hasta que se quedará dormida.

La habitación de Sofía tenía una gran ventana, muchos peluches y un armario frente a su cama. La pequeña trató de convencer a Mateo de que algo había en su habitación hasta que se quedó dormida, mientras Mateo sereno permaneció junto a ella contándole historias para distraerla. Al asegurase de que Sofía dormía, bajo las escaleras con su cuaderno, para ordenar al fin sus pensamientos por escrito.

La lluvia sonaba cada vez más fuertes, y las ramas de los arboles chocaban contra las ventanas mientras sus prioridades se revolvían en su cabeza. Con el lápiz en la mano trataba de ordenar las cosas un vez más. Su novia no lo había contactado en todo el día-suponemos que aún es su novia- él a ella tampoco y esto le molestaba porque no sabía qué porcentaje de extrañarla no era costumbre. Quizás debía llamar primero y asumir lo agradable que es estar acostumbrado a ella, pero decidió volcarse a estudiar. Mientras las olas rompían con más fuerza y la casa crují, el grito de Sofía sobresalió sobre los ruidos noche. La pequeña bajo corriendo las escaleras porque creyó ver algo pasear por su habitación con unos grandes ojos sentía que la miraba desde oscuridad. Mateo, subió con en ella a inspeccionar su habitación, explicándole que quizás solo era un sueño, o los ruidos de la noche, se quedó con ella hasta que volvió a dormir.

Mateo regreso al primer piso, con sus libros, y el temporal que había fuera, pero la calma duro poco. El llanto de Sofía no se hizo esperar, gritando su nombre. Mateo corrió a su habitación, la pequeña estaba ahí bajo las sabanas temblando, el panorama en la habitación esta vez era diferente, estaba completamente desordenada, todo los peluches en el suelo y la puerta del armario entre abierta. Sofía Lloraba y la casa crujía, por lo que se quedó con ella para calmarla. El viento soplaba cada vez con más fuerza asotanado las ramas contra la ventana asustando aún más a Sofia. Mateo, comenzó a revisar la habitación, para ordenarla y ahí los mismos ojos que Sofía había descrito se asomaban por la puerta del armario, grande y brillantes sobresalían en la oscuridad.

Esos ojos que atormentaban a la pequeña, se movían sigilosamente hacia ellos, un pequeño gato callejero, con las costillas marcadas, y los ojos húmedos, asustado tanto como ella, dejaba de ser aterrador con la luz de la habitación encendida. Quizás con la mudanza había entrado en la casa, permaneciendo muerto de hambre, pero protegido del inclemente clima escondido en la habitación. Sofía al verlo, se calmo por completo, ni la lluvia o el viento eran aterrado ahora, al ver el estado del pobre gato, sin necesidad de decir nada, bajaron a alimentarlo. 

Ya la noche había avanzado lo suficiente, para que los tres estuvieran demasiado cansado, juntos regresaron a la habitación de Sofía. Cuando al fin, todo era calma, y la lluvia caía suave, se escucharon  con claridad pasos en el primer pisos, primero en la cocina, luego en el baño,  las luces se prendieron en la sala.  Mateo, bajo rápidamente convencido de que esta vez no podía ser un simple gato. Todo el primer piso estaba con las luces prendidas, pero no había nadie, solo la puerta de las escaleras que daban al sótano estaban abiertas, quizás el gato no era lo único que se refugiaba en casa.  

Las consecuencias de no saber decir no.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora