Mateo tenía razón en las noches como hoy, las criaturas que merodean en las sombras buscan lugares donde refugiarse. Pidiéndole a Sofía que se quedara arriba, con el teléfono y el número marcado de Víctor -el amigo de tía Ana que era oficial de policía- bajo las escaleras sabiendo que estaba siendo estúpidamente valiente. Pero la pequeña estaba asustada y él no sabía decir que no.
Al bajar las escaleras del sotano estas crujían al compás de sus pasos. Con cuidado trataba de controlar su mente de la sugestión, permaneciendo sereno hasta que sintió como sus calcetines eran atravesados por una sustancia húmeda y viscosa, asqueado por la sensación, comenzó a sentir ansiedad y al frío subiendo por su espalda, su corazón se detuvo por un segundo cuando vio una sombra esconderse con dificultas debajo de la escalera. Esta vez no era un pequeño gato, la figura tambaleante era un poco más bajo que él.
Con sus calcetas húmedas y manchadas por culpa de las gotas de sangre salpicadas en el piso, su humor cambio. Ver un miserable bulto escabullirse en su casa, ensuciarla con su sangre, asustar a su querida prima y esconderse frente a sus ojos bajos las escaleras, lo puso aún más de mal humor. La escena era honestamente -patéticamente aterradora- un bulto húmedo se retorcía en el sótano de su casa, herido, sangrante en una noche en la que el clima no daba tregua. Molesto y un poco asustado, se acercó al bulto, el que llorando clavo sus ojos en él.
El bulto, era mujer, de más o menos su edad. Con las muñecas y tobillos en carne viva, el rostro golpeado, la ropa rasga y quemaduras de cigarrillos en su pecho, temblaba miserable bajo la escalera. Mateo tomo su teléfono y el bulto se abalanzo sobre él, violando su espacio personal, mancho su cara con sus manos sangrantes rogándole que no llamara nadie. Mateo pasmado solo intentaba no tocarla- no por sus heridas, la sangre o el barro en su cuerpo- no la quería tocar porque sabía que si sus huellas aparecían en la escena del crimen podía ser tachado de culpable. ¿Quién era la mujer? ¿ Cómo entro en su casa? ¿ Por qué entro en su casa? con la mujer colgando de su cuello pensaba en las posibilidades de que esto afectara su reputación, como lidiaría con semejante escena sin testigos. Una mujer evidentemente maltratada en el sótano de su casa con las ropas rasgadas, llena de quemaduras de cigarros, golpes, evidentemente guapa y joven quería quedarse a toda costa escondida ahí y él no sabía decir que no.
La mujer levanto la mirada con un expresión sombría y dolorosa y tal como Mateo anticipo lo amenazo, tomando su mano la aplasto en su pecho, presionando sobre él. Mateo con su otra mano aún en el bolsillo, tratando de soportar su evidente falta de espacio personal y el aún más evidente insulto a su inteligencia, respiro profundamente y con una sonrisa torcida le señalo que se corriera. El bulto desconcertado por su reacción apretó más su mano contra su pecho.
Mateo, ya de muy mal humor, la tomo por los hombro, fijando su mirada en ella, solo dijo " la estas asustando" Sofia, parada en los escalones lloraba, tapando su boca, mientras Víctor escuchaba la conversación por teléfono. El bulto al ver a la pequeña , comenzó a llorar de nuevo desintegrándose en el suelo, comenzó a explicar sin ningún tipo de coherencia, que un hombre, en algún bar, que Internet, que la amarro y ella no quería, que de verdad no quería¿dónde está Ana? pregunto llorando. Mateo le pregunto si sabía dónde estaba, y ella seguía preguntando por su tía, miro a Sofía indicándole con un gesto que todo estaba bien, que subiera a esperar a Víctor. El bulto, desecho, sucio y sangrante, le explico tratando de hilar su discurso que era estudiante de su tía, que ella sabía, que le había advertido.
Mateo, tomo al bulto por los hombros, para ayudarla a subir al primer piso, no pregunto nada más, sus heridas debían ser tratadas, esa era prioridad, Víctor se encargaría del interrogatorio.
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Las consecuencias de no saber decir no.
Short StoryAlgunos lo llaman Karma, yo creo que es mi mala suerte manifestándose nuevamente en un repentino viaje en tren. Mateo 20 años ( la verdad, es que no sabe decir que no)