Aviana y G'hanir, el Árbol Madre.

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En el pasado, la vida natural nunca tuvo oportunidad de emerger en Azeroth a causa del horrible
reinado de los dioses antiguos. La naturaleza jamás habría llegado a prosperar sin ayuda. Los
titanes lo sabían. Una de sus últimas ayudas fue dar a los guardianes el conocimiento y el poder
necesarios para revertir la destrucción atroz de estos dioses.
La naturaleza florecería con el tiempo, así como la vida. Generaciones de plantas y animales
crecerían y cambiarían.
Esta milagrosa recuperación tuvo varios focos de origen. Al principio, sin embargo, solo había
una fuente de sanación y equilibrio, un lugar donde toda la vida podía descansar y renacer.
Se llamaba G'hanir, el Árbol Madre.

Los titanes encargaron a la guardiana Freya guiar el florecimiento de la vida natural de Azeroth.
Para ayudarse en su labor, construyó un reino místico que sería conocido como el Sueño
Esmeralda. Deseaba que fuese una visión pura de la naturaleza, a salvo de las fuerzas del mal y
de las civilizaciones externas.
Comenzó por crear un único y majestuoso árbol que se alzaba sobre una montaña del Sueño.
De él surgieron muchas frutas y flores diferentes, y una nueva vida comenzó a recorrer la tierra.
Freya esculpió pozas de vida en otros puntos del Sueño Esmeralda, pero este árbol fue el
primero, el más alto y el más radiante. Sirvió durante milenios como fuente de sanación y
equilibrio, extendiéndose más allá del Sueño hasta llegar al mundo físico.

Con el florecer de la vida en Azeroth, generaciones de animales nacieron y murieron. El Sueño
Esmeralda acabó repleto de espíritus de innumerables criaturas.
Aquel primer árbol que había creado Freya, G'hanir, se convirtió en refugio de las criaturas
aladas. Sus múltiples ramas daban cobijo a todos y su energía sanadora y pacífica calmaba
incluso a las mentes más angustiadas.
Muchos espíritus poderosos se vieron atraídos hasta G'hanir. Algunos solo querían
contemplarlo; otros se sentaban a sus pies y disfrutaban de la sombra durante un rato. Hubo uno que jamás abandonó el lugar. Una diosa salvaje llamada Aviana hizo del Árbol Madre su hogar para el resto de sus días.

Aviana era conocida como la señora de las aves. Al contrario que otros dioses salvajes, no
mantenía las distancias con otras criaturas menores y mortales. Era una depredadora que
gozaba al lanzarse sobre su presa desde el cielo.
Finalmente, acabó por recibir un nuevo sobrenombre: la señora del Árbol Madre. Había acabado
totalmente encantada con G'hanir. Era algo más que un árbol: era una fuente de vida, sanación
y paz. Aviana invirtió años imbuyendo al árbol con su poder y las criaturas aladas de Azeroth no
tardaron en soñar con pasar la otra vida entre sus ramas.
El espíritu de Aviana se unió al del Árbol Madre. Con el tiempo, esto traería consecuencias
duraderas.

Azeroth fue invadido hace diez mil años. La Legión Ardiente arrasó nuestras tierras y se enfrentó
a todo el que se resistiera. Muy pocos se atrevieron a plantarles cara y estaban en franca
inferioridad numérica.
Malfurion Tempestira, el primer druida, invocó a los dioses salvajes para que se unieran a la
pelea. Una victoria de la Legión no solo acabaría con los elfos, sino que también destruiría toda
la vida de Azeroth.
Muchos dioses salvajes respondieron a la llamada de Malfurion. Aviana estaba entre ellos.

Cuando los dioses salvajes se unieron a la batalla contra la Legión Ardiente, los demonios
tuvieron que retroceder. No esperaban que la naturaleza contara con aliados tan poderosos. Ese
día jamás se perderá en el olvido siempre y cuando Azeroth siga sin caer en manos de la Legión.
Aviana liberó bandadas de pájaros que salieron a la caza de los esbirros de la Legión. Incontables
demonios cayeron bajo sus garras y las de su prole.
Pero las hordas de la Legión Ardiente eran demasiado numerosas. Aviana cayó de los cielos y las
lanzas demoníacas acabaron con su vida.

La noticia de la muerte de Aviana atravesó el Sueño Esmeralda y G'hanir perdió todas las hojas
de las ramas. El gran Árbol Madre, hogar de los espíritus de incontables criaturas, murió. Muchos
lloraron su muerte y algunos sucumbieron a la tentación de servir a las fuerzas oscuras tras la
muerte de Aviana.
Pero, aunque ella muriera, su espíritu perduró.
Cuando los elfos de la noche trataron de reconstruir su sociedad tras el Cataclismo, los miembros
del Vuelo Verde descubrieron un regalo: una rama de G'hanir, con una sola bellota colgando
entre sus hojas, había quedado bajo su custodia en el Sueño Esmeralda.
Alexstrasza, Aspecto del Vuelo Rojo, usó la bellota para crear a Nordrassil, el gran Árbol del
Mundo que protegería después al segundo Pozo de la Eternidad.

Malfurion Tempestira sintió que el espíritu de Aviana había bendecido la rama de G'hanir y
pensó en ocultarla por seguridad. Muchos de los hijos de Aviana se habían perdido en el caos y
podían intentar reclamar los restos de su legado para sus nuevos amos.
En secreto, Malfurion llevó la rama de G'hanir a un lugar seguro en lo más profundo del Sueño
Esmeralda. Muy pocos conocían aquel lugar, pero su influencia se percibía a mucha distancia.
Durante milenios, la rama fue una fuerza estabilizadora del Sueño Esmeralda y las tierras
circundantes fueron un lugar de sanación y de paz.

Los acontecimientos del Cataclismo hicieron temblar los cimientos de Azeroth y del Sueño
Esmeralda. Cuando los elfos de la noche intentaron repeler a las fuerzas de Ragnaros del Monte
Hyjal, pidieron a los campeones de Azeroth que invocaran nuevos aliados o, mejor dicho, viejos
aliados.
Resucitaron a muchos dioses salvajes que habían muerto en la Guerra de los Ancestros. Aviana
volvió a la vida en Azeroth y se unió a la Horda y a la Alianza en su esfuerzo por devolver a las
fuerzas elementales a las Tierras de Fuego. Al final, Ragnaros murió y el Monte Hyjal quedó a
salvo.
Aviana buscó a G'hanir una vez más. Los tiempos habían cambiado, pero todavía mantenía su
sueño de ofrecer un oasis espiritual para sus hermanos. Decidió devolver la gloria al Árbol
Madre.

La rama del Árbol Madre permaneció en el Sueño Esmeralda. Los druidas no lo sabían, pero las
fuerzas de la Pesadilla Esmeralda se preparaban para un asalto. Al investigar las fuentes de poder
claves del Sueño, descubrieron la verdadera naturaleza de G'hanir.
El señor sátiro Xavius ordenó a sus fuerzas que extremaran la precaución para mancillar el Sueño
en nombre de la Legión Ardiente. Esta rama de G'hanir se corrompió despacio, muy despacio,
de manera que ni sus guardianes lo notaron.
Cuando la Pesadilla mostró su rostro, la rama latió de repente, llena de maldad. De haber
permanecido corrupta, habría sumido a todo el Sueño Esmeralda en el caos.
Puesto que se purgó, ese plan al menos quedó frustrado.

Resulta demasiado peligroso dejar oculto a G'hanir durante más tiempo. La Pesadilla codicia el
poder de la rama, la oscuridad ya no será suficiente. La fortaleza del Árbol Madre ha de
aprovecharse para expulsar de Azeroth a las fuerzas del mal. Aviana se muestra de acuerdo y la
despide con su bendición.
Quizás algún día vuelva esta rama al Sueño para traer de nuevo paz y estabilidad al reino.
Pero, por ahora, su verdadero valor residirá en las manos de un campeón. Su destino no es otro
que salvar multitud de vidas y eliminar la corrupción de nuestro mundo...

[...]

La pequeña elfa de la noche detuvo a su abuela de narrar la historia. Los ojos de esta niña brillaban con un blanco hermoso. Todas las elfas de la noche poseían los ojos con un brillo blanco, (como la misma luz de la Luna), pero esta niña, ESTÁ joven niña era especial. Su abuela lo sabía.

-¿Dónde está el Sueño Esmeralda?- su abuela sonrió. La elfa de la noche, abuela de los tres niños allí presentes, se paró, sosteniendo un libro viejo con las iniciales -F.P- escrito en Darnassiano.

Para ser abuela, y tener los años a sus espaldas. La elfa de la noche mantenía su belleza y serenidad. Un don típico de los elfos de la noche. Los diez mil años no pasaban factura. No aún.

-No es "¿Dónde está?" o "¿Dónde es?", es "¿Podemos verlo?", ¿aquellos que viajan allí recuerdan a cien por ciento su estadía allí? Esa es la verdadera pregunta.

La elfa de la noche, (la mayor en la sala), tomo un poco de jugo de frutos silvestres y los puso en un vaso. Luego, se los dio a sus nietos.

Volvió a sentarse y a narrar su historia.

[...]

Dioses salvaje. |Blizzard Entertainment|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora