Costia

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Lexa, su nombre sonaba demasiado familiar cuando salía precipitadamente de sus labios. ¿Dónde escuchó antes ese nombre? ¿Por qué le provocaba escalofríos escucharlo? No era miedo lo que sentía, ya no, ahora solo sentía estupor y sobre todo impotencia al no poder recordar. Estaba segura de que no la conocía, no la había visto jamás, no antes de que invadiera sus sueños con macabras intenciones, y aún así la buscaba con la mirada en todo momento, buscaba en cada rincón de su mente cuándo y dónde podía haber cruzado su camino con ella, llegando a desquiciarse, llegando al borde de la locura y la desesperación.

Era absurdo, ella no la conocía, no conocía a nadie con su nombre, a pesar de su familiaridad, a pesar de que al nombrarla sentía que esa palabra había sido creada para sus labios.

Intentó sacarla de su mente, olvidar por unos instantes sus ojos rojizos, su mirada anegada por mil lágrimas que no dejó caer, su ruego para poder perderse en sus ojos y su rostro congestionado en una mueca de dolor y reconocimiento. No quiso pensar en sus palabras, vacías y muertas mas cargadas de un sentimiento que no lograba entender. No quiso recordar como la había despertado, alejándola de las llamas que consumían su mente, que la aterraban. No quiso seguir con Lexa en sus labios así que llamó a Finn, quizás ver a su novio la ayudaría a alejarse de esa sensación de vacío y angustia, de esa sensación que nacía en su pecho y le estaba gritando que sin Lexa ella no era nadie, que estaba incompleta.

Se estaba volviendo loca, paseando por el parque con Finn de su mano se sintió sucia, sintió asco de sí misma sin poder entender porqué. Sus besos le sabían amargos, y no había mariposas que revolotearan en su estómago, incluso llegó a sentir tedio por cada palabra que él decía, incomodidad ante sus tiernas atenciones, rigidez ante sus abrazos. Hacía tiempo que lo rehuía, que no quería verlo porque se había dado cuenta de la amarga verdad, no lo amaba y dudaba que en algún momento hubiese sentido algo más que aprecio por él. Supo que tenía que poner punto y final a esa historia pues no llevaba a ninguna parte, no cuando una mujer que ni siquiera sabía si existía más allá de sus pesadillas podía provocarle más emociones que su propia pareja. Suspiró y decidió enfrentarlo, había llegado demasiado lejos, era el momento de decirle adiós.

-Finn, para necesito hablarte

-¿Qué sucede amor? ¿No te sientes bien? Te ves cansada

-No estoy bien, nosotros no estamos bien, creo que es mejor que lo dejemos aquí

-¿Qué? ¿Qué dices Clarke? Claro que estamos bien, solo que trabajas demasiado y estás cansada, por eso lo ves todo negro.

-Finn, yo ya no te quiero, esto no va a ninguna parte

-No digas eso Clarke, no después de tanto tiempo.

-Siento algo fuerte, en mi interior, siento como si mi alma estuviese partida en dos y tuviese que encontrar mi otra mitad… Tú no eres esa persona, no puedo engañarte, no puedo seguir con esto, te quiero pero no es amor, se acabó Finn no puedo seguir así más tiempo

Dejándolo con la palabra en la boca, besó tiernamente su mejilla y se marchó, con amargas lágrimas en los ojos. No amaba a Finn pero eso no implicaba que no doliese terminar con algo que durante años la había hecho feliz.

Al llegar a casa, Raven en seguida intuyó que la cita con Finn no había ido bien. Clarke llevaba días evitándolo y en ese momento creyó comprender por qué. Su amiga necesitaba apoyo y ella iba a dárselo. Preparó chocolate caliente y una sesión de cine dramático, así llorarían las dos con dolores ajenos y vaciarían su alma de toda herida que pudiese estar latente.

Clarke agradecía la complicidad y el cariño de su amiga, le bastaba una mirada para comprender lo que necesitaba sin palabras. Las atenciones de Raven con ella no fueron excesivas pero consiguieron hacerla sentirse mejor en un suspiro. En momentos como ese agradecía de corazón tener una hermana como ella, hermana de alma y no por lazo sanguíneo.

Un alma oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora