Epílogo

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A pocas semanas de su esperado enlace, Clarke creyó que acabaría desquiciada. Su prometida no dejaba de cambiar cosas a último momento, reorganizando todo una y otra vez, buscando la perfección más absoluta y sacándola de sus casillas.

No le decía nada pues en cierto modo entendía la necesidad de Lexa de convertir el día de su boda en algo memorable, tras tantos siglos sin ella, tras tanto sufrimiento para por fin estar a su lado, se merecía volverla loca con sus caprichos de última hora, con el cambio de las flores, del menú, de cualquier cosa que se le ocurriese.

Hacía días que por fin había conseguido sonsacarle su historia, la historia de cómo volvió a ella, de qué pasó una vez se desvaneció entre sus manos.

Lexa le explicó que había roto todas las normas y que se enfrentó a un nuevo juicio, aunque ella pensaba que su destino sería la inexistencia su acto de amor le valió una segunda oportunidad, volver a la tierra sin recuerdos de su vida pasada, sin recordar quién fue ni su paso por el infierno y también sin recordarla.

Le explicó que el hecho de saber que no la recordaría no le importó porque en lo más profundo de su alma sabía que si había conseguido encontrarla después de la muerte, una vez viva volvería a hacerlo y no estaba equivocada.

Las dudas de Clarke crecían a medida que Lexa le relataba esos hechos, no entendía por qué había recordado de pronto nada más besarla, no entendía porque ella no había podido hacerlo hasta leer el diario. Expuso sus dudas ante su amada y esta simplemente se encogió de hombros, todo cuanto podía darle eran conjeturas. Supuso que Clarke no la había recordado porque el tratamiento que recibió al pensar todos sus seres queridos que había enloquecido consiguió desterrar para siempre la presencia de la castaña de su mente. No era el mismo caso que el de Lexa, ella no recordaba como precio por haber vuelto a la vida y por eso pudo hacerlo nuevamente. Supuso que el beso fue el desencadenante de dichos recuerdos porque lo último que hizo antes de someterse al nuevo juicio fue besar a Clarke a modo de despedida.

Esa breve conjetura tenía sentido y tranquilizó en parte a Clarke haciendo que dejara de sentirse mal por no haber sido capaz de reconocer a su amada nada más verla o besarla.

Una nueva duda le vino a la mente, si Lexa había vuelto siendo ella misma no entendía por qué había cambiado su nombre. Ella no se había reencarnado como Costia en una persona diferente, su nombre tendría que ser exactamente igual. Cuando expuso tímidamente su pregunta, con la voz llena de curiosidad, Lexa la miró y sonrió, su mirada estaba llena de amor hacia ella y su sonrisa reflejaba ternura infinita.

Fue sincera con ella, el nombre se lo cambió antes de volver a la vida. Quería una segunda oportunidad sin llevar con ella nada de lo que dejaba atrás, no quería llevar con ella nada que le fuese dado por sus padres, los mismos que la habían hecho tan infeliz, quería dejar atrás y para siempre a la joven condesa y ser solo ella misma, quería ser la mujer libre que amaba montar a caballo, explorar nuevos rincones del mundo y fascinarse con las cosas pequeñas.

Nuevamente la curiosidad de Clark pudo más que el silencio y volvió a preguntar por qué había elegido el apellido Woods ya que el nombre de Alexandra podía comprender de dónde provenía. Lexa atrapó sus labios en un beso lleno de ternura antes de responderle, la besó con todo el amor que tenía dentro por ella, diciéndole sin palabra la magnitud de sus sentimientos. Tras unos minutos se separó de sus labios y simplemente le susurró que ese habría sido su apellido si se hubiese casado con su amor, Woods era el apellido de Costia.

Por fin llegó el día en el que iban a darse el sí quiero para siempre. Ya estaban todos los invitados en su sitio, pudo distinguir con la mirada a sus amigos de la infancia, a algún compañero de facultad, incluso Finn había aceptado estar ahí ya que las cosas entre ellos habían derivado en una bonita amistad.

Raven, su dama de honor, estaba aun más histérica que ella, revoloteando por todas partes sin poder estarse quieta, sin hacerse a la idea que la pequeña Clarke iba a darse el sí quiero. Pudo ver a la señora Kane sonriéndole, su mirada decía sin palabras que comprendía perfectamente quién era Lexa. Quizás solo ellas tres en ese momento sabían la mágica conexión que existía entre ellas, un amor que había traspasado mundos, que había vencido a la muerte y ese día se iba a sellar como algo eterno.

Dos almas gemelas que por fin iban a unirse en una sola para siempre. Le molestaba el vestido, no había querido ponérselo mas sabía que a Lexa le hacía ilusión verla de blanco así que aceptó, al fin y al cabo un día era un día.

Se estaba preguntando cuánto tardaría la castaña en aparecer cuando la vio, entrando por la puerta junto a Luna, la novia de Raven y gran amiga de ambas. Estaba increíblemente hermosa. El blanco acrecentaba el color dorado de su piel, acentuaba el color chocolate de su cabello y hacía brillar sus ojos esmeralda. Acostumbrada a verla siempre con tonos apagados y grises o incluso con aquellos vestidos negros victorianos que llevaba en sus sueños, jamás imagino que podía estar tan increíblemente bella con un vestido tan sencillo como el que llevaba, sin duda la dejó sin aliento.

Cuando la tuvo a su lado, cuando agarró su mano, su alma gritó dentro de ella, por fin soy una, por fin estoy completa. El vacío que la había acompañado toda su vida quedo eclipsado en un momento y el amor invadió cada centímetro de su ser. Ella había nacido para ese momento, había nacido para ser la compañera de Lexa toda su vida.

Pronunciaron sus votos con solemnidad, omitiendo el detalle de la muerte, esta jamás las separaría y eso era un hecho que ambas habían constatado, más allá de la vida seguirían juntas porque se pertenecían.

Ojos aguamarina y ojos esmeralda se fundieron en una mirada cargada de sueños, promesas y amor sin fin, diciendo ante toda su gente que querían ser una eternamente. Sus corazones acompasados vibraban en su pecho mientras pronunciaban el sí quiero, sellando esa unión tras siglos de espera, tras siglos de dolor, soledad, oscuridad y miedo.

Todo había acabada y todo empezaba para ellas, el largo camino buscándose había llegado a su fin. Con un beso que encerraba para siempre un doloroso pasado en el olvido, se selló la unión.

Con un beso comenzaba el presente, el futuro, la eternidad unidas en un solo ser, Tinieblas oscuridad y dolor fueron palabra que perdieron el sentido, solo les quedaba amor, sueños y cumplir un destino que se les había arrebatado y ahora estaban haciendo suyo.

Separaron sus labios como esposas, unidas ante la ley, unidas eternamente y con una sonrisa cerraron el pasado para siempre enfrentando el futuro y todo lo que les quedaba por vivir.

FIN

Que este demonio quiere ser fiero guardián y esclavo de cada caricia de tu tibia piel. El Prícipe, Saurom.

Un alma oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora