Suicidio

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Era la primera noche que dormía las horas necesarias para descansar, a pesar de que su sueño fue agridulce y tormentoso. Verse a sí misma enamorarse, apasionadamente, un amor fulminante, había sido extraño y tormentoso.

Desde que abrió los ojos no pudo sacarse de la cabeza la necesidad imperiosa de besar a Lexa, a pesar de que sabía que era un hecho imposible, sabía que la castaña llevaba siglos muerta, que no quedaba de ella nada, ni un solo recuerdo. Solo existía para ella, para sus sueños, para mostrarle que en otra vida se amaron, que estaban destinadas a pertenecerse.

Los recuerdos de Lexa le parecían familiares, como un deja vu, ella había vivido aquellas situaciones, había disfrutado de la compañía de la castaña, su alma se lo decía aunque su mente lo hubiese olvidado por completo.

Escribió con detalle cada imagen de ese vivido sueño en su cuaderno, temblando ante el recuerdo de ese beso que no le pertenecía y aun así sentía como suyo. Pasar su lengua suavemente por sus labios, buscando el recuerdo de un sabor olvidado, un sabor que ni siquiera había probado en esta vida, se volvió un hábito para ella, un deseo desenfrenado.

El día pasó para ella lento, prácticamente fue una tortura, solo quería que llegase la noche para abandonarse a sus sueños, para volver a Lexa pues, observando a Costia enamorarse, viéndose a sí misma caer en los brazos de la joven Lexa, se dio cuenta de que estaba perdida, estaba completamente hechizada y convencida de que su destino era amar a ese demonio que se le aparecía en sus sueños, un demonio que antaño fue humana, hermosa y pura de corazón.

Ante la certeza de la inmensidad de ese sentimiento, no pudo evitar echarse a llorar puesto que sabía que era algo claramente imposible. Lexa no existía, solo su alma torturada, jamás podría tocarla, besarla, amarla… era un hecho inalcanzable.

Repasando sus escritos sobre las imágenes de su sueño, no dejaba de preguntarse qué motivos tendría la castaña para acabar con su vida como lo hizo, según la leyenda que le contó la señora Kane. Creía recordar algo sobre un rey, un matrimonio forzado, mas no le parecía razón de peso para dicho acto, no teniendo a Costia y su amor.

Le dolía en el alma pensar que la castaña habría sufrido hasta semejante extremo, en sus sueños parecía jovial y feliz, suponía que debía ver más, comprender más, que solo le había mostrado el principio de la historia.

Le exasperaba la lentitud, el paso del tiempo parecía haberse detenido y el reloj no avanzaba, desesperaba por poder volver a ver a Lexa, por sentir su gélida presencia, por sentirla cerca a pesar de que jamás podrían tocarse, jamás podría abrazarla, no podría ver sus ojos color esmeralda pues estos habían desaparecido y solo quedaba la oscuridad y el leve rojo de las llamas en su mirada.

Observaba el retrato, memorizando aun más unas facciones que ya tenía interiorizadas, sintiendo como su alma se resquebrajaba pues cada vez se sentía más unida a ese ser mientras todo cuanto existía en el mundo las separaba.

Dos almas que llevaban siglos buscándose y el macabro destino las había puesto en mundos opuestos, juntas y a la vez el abismo las separaba, era cruel, doloroso y precipitaba sus lágrimas sin control. Tenía que encontrar la manera de salvar el alma de Lexa.

Llegó la noche y con ella el ansia por dormir se acrecentó. Tuvo que inventarse cualquier excusa para evitar a Raven, empeñada en ver una película con ella ¿Cómo decirle que no a su hermana, cómo explicarle que solo deseaba dormir para estar con Lexa?

Se metió entre las mantas sin apenas desvestirse, dejando cuidadosamente el cuaderno sobre su mesita, documentar sus sueños la ayudaban a mantenerse lúcida y cuerda, la ayudaban a mantener en su mente el rostro perfecto, inalterado en el tiempo de su amada demoníaca.

Un alma oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora