Tus ojos oscuros
son como el agua del mar y sus susurros,
arrullos que me acunan entre sus aguas
y me provocan, entre sus olas mansas,
ensoñaciones de sal y arenas blancas.
Tus ojos oscuros
son como el arrebato del arroyo y sus murmullos,
impulsos de emoción atemperada y fina,
corriente transparente y cristalina
que el cauce de mi alma dictamina.
Tus ojos oscuros
son pura pasión de movimientos lobunos,
seguros, desnudos como el ardor del sol,
regocijos mimosos de felino soñador
que me seducen con su juego y su calor.
Tus ojos oscuros
son como la miel de los frutos maduros,
futuros bosques que ahora comienzan a brotar
de las semillas que en mí lograste plantar
cuando en mi corazón se posó tu dulce mirar.
Tus ojos oscuros
son a veces como altos e impenetrables muros,
escudos reforzados en plata y diamante,
sendas espadas hechas de sol brillante
que me traspasan con un fulgor distante.
Tus ojos oscuros
son la paz que llega después de los tumultos,
son cultos espejos donde veo mis flaquezas
al compararlos con tu inquebrantable fortaleza
y en los que aprender qué significa la entereza.
Tus ojos oscuros
son destilación alquímica en sus niveles más puros,
conjuros que todo lo impuro exorcizan,
caricias que a mis miedos profundos hipnotizan
y que con fuerza de oración me tranquilizan.
Tus ojos oscuros
son los que me ayudan en los momentos duros,
apuros y dificultades de esta incierta vida,
son la esperanza que me sostiene cada día
y que eleva hasta Dios mi existencia enardecida.