Peligro

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[Katara]

La tarde estaba cayendo sobre la gran ciudad de Ba Sing Se y así terminaba un largo día en la bulliciosa capital del Reino Tierra para la Maestra Agua.

Pronto se iba a celebrar el quinto año de paz entre las Cuatro Naciones y un gran banquete iba a ser dispuesta para los héroes de guerra.

Katara había llegado a la ciudad hace dos días, acompañada de Sokka y algunos de sus amigos también ya estaba ahí. Pero aún faltaba una persona, la de más relevancia para la celebración y la más importante para la morena.

Su novio había tenido que atender unos pequeños asuntos en la Tribu Agua del Norte, así que se había separado de Sokka y de ella hace dos meses. Aquella era la primera vez que se verían desde entonces y la Maestra Agua no podía contener la emoción, pero después de estar la mayor parte del día con funcionarios y nobles, lo único que quería en ese momento era tomar un buen baño e irse a la cama.

Su alcoba estaba en la parte sur del palacio del Rey Kuei, así que recorrió el largo pasillo a grandes zancadas hasta aquel lugar.

Tomó la manija de la puerta y entró a su habitación en silencio, cerrando la puerta tras ella. Sin embargo, al darse la vuelta, chocó contra algo sólido y se tambaleó hacia atrás.

Estuvo por caer, pero algo la sujetó por la cintura, evitando que terminara en el suelo.

Fue hasta entonces que Katara se percató del soldado de la Nación del Fuego dentro de su propia habitación.

Sería un hombre, supo ella, pero por lo demás no podía saber que apariencia tenía. Su cuerpo estaba envuelto por la tradicional armadura escarlata y su rostro estaba oculto por un casco con llamas ornamentales.

—Lo siento—dijo el hombre. Una voz gruesa salió desde el interior del casco metálico—. ¿Te he asustado?

Solo después de parpadear un par de veces, Katara salió de su asombro.

El hombre la tenía sujeta por la cintura firmemente y sus cuerpos se encontraban demasiado cerca para el gusto de la muchacha.

Recuperó el control de su cuerpo.

—Estoy bien—una mueca se había formado en sus labios. Puso una mano contra el pecho el soldado rojo y lo apartó lejos de ella. Al recuperar la compostura, se percató de lo alto que era—. ¿El Señor del Fuego lo ha enviado?

Katara sabía que Zuko había llegado esa mañana en compañía de Mai. Supuso que ese era el motivo por el cual un soldado de la Nación del Fuego se encontraba en territorio del Reino Tierra; debía de ser parte de la escolta real de Zuko.

—Oh, no—reconoció el hombre, cruzándose de brazos frente al peto de su rojiza armadura metálica. Se miró las uñas con aire de desinterés—. A mí no me ha enviado nadie.

—¿Que hace usted aquí entonces?—Katara no entendía.

—He escuchado mucho sobre usted en estos días—a pesar del casco, Katara alcanzó a detectar un tono divertido en su voz—. La mujer más hermosa del mundo, es lo que dicen, con una exótica piel morena y embriagadores ojos azules como el hielo del invierno, eso es lo que dicen—dio un paso al frente—. Así que he venido a comprobarlo en persona, aunque la verdad, esas palabras no le hacen justicia.

Katara ya estaba acostumbrada a ese tipo de cumplidos y siempre que un chico se aproximaba hasta ella para alagarla, Aang se molestaba. Por lo general, la Maestra disfrutaba de los celos de su novio provocado por esas acciones, pero aquello no era como una de esas situaciones.

Danger Donde viven las historias. Descúbrelo ahora