Capítulo 1

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Siempre me he preguntado porque todo es distinto, ¿por qué algo que puede parecer muy sencillo en realidad es tan complicado? Supongo que es el misterio de la vida, y que nosotros somos los que hacen cambiar el rumbo hacia una dirección u otra. Las personas que conocemos, los lugares que visitamos, lo que somos...forma parte de la vida, porque eso es la vida, un aprendizaje constante. A partir de nuestras derrotas forjamos nuestras victorias, aprendemos a través de dejarnos arrastrar por la corriente. Siempre he pensado que cada persona es única, que no hay dos personas iguales, pero si algo tenemos en común es que somos humanos. Sí, así de simple, humanos, con nuestros defectos, con nuestros fallos, pero ante todo humanos. Somos ciudadanos de una ciudad, de un país y de un lugar llamado mundo. Y por supuesto que tenemos miedos, porque al fin y al cabo lo distinto nos asusta. Lo que yo no sabía es como alguien puede llegar y poner tu mundo patas arriba. Me refiero, esta soy yo, Mia, la patinadora, la "cerebrito", y que tan solo al doblar esa esquina mi vida cambiara por completo. Soy tan solo eso, una adolescente a la que le gusta salir con sus amigas que tiene las preocupaciones de una chica normal de 16 años. Sin embargo, no me explico como pudo cambiar todo en un momento, como pudo dar mi vida esa vuelta de tal calibre. Ahora que lo pienso es sorprendente, es sorprendente como en tan solo cinco segundos y apenas dos palabras todo cambiase. Es increíble todo lo que pasó cuando le conocí a él, el típico chico que hace unos meses hubiera repudiado con toda mi alma. El chico rebelde que me cayó mal desde un principio, por el que sentía tan solo asco y que hoy odio muy a mi pesar. Un rutinario a la vez que simple regreso a casa fue lo que me costó aquel encuentro tan indeseado. Tengo una teoría algo controversial: existe un momento en la vida en que las estrellas se alinean creando una combinación perfecta. Como notas en una sinfonía, cada una precede a otra y una vez que esa sinfonía está preparada para ser escuchada ya nada lo puede parar. Para poneros en situación, aquella tarde salía de una larguísima jornada de entrenamientos. Mis últimas horas habían consistido en una maraña de patines y ruedas. Entrenando al máximo, como siempre, el patinaje significaba tanto para mí. Me encantaba sentir aquella sensación de libertad bajo mis pies, era como volar. Las ruedas deslizándose sobre el suelo, el sonido de los rodamientos de los patines, la música de fondo... pequeños detalles que hacen que todo sea más fácil. Detalles que me ayudaban a dejar la mente en blanco y a despejarme de la realidad. Eran pequeños e insignificantes detalles por los que merecía la pena despertarse cada día y que hacían que todo lo viese de un color completamente diferente. Allí, en la pista, desaparecía todo, desaparecían los estereotipos y las preocupaciones, era yo, era Mia.

Siempre había seguido aquel camino desde el minuto cero en que me apunté a patinar. Me gustaba aprovechar cada minuto paseando por los alrededores de mi ciudad admirando y analizando cada elemento a mi paso. Me gustaba prescindir del autobús cuando podía y disfrutar de las antiguas calles ahora cubiertas de nieve que recorrían Valladolid. El lugar más bonito, sin duda, era el Campo Grande. Me generaba muchísima expectación recorrer cada uno de los rinconcitos que este albergaba. El estanque de los patos, los pavos reales paseando entre los árboles, la vegetación que lo inundaba... era un pequeño lugar aislado de las preocupaciones del mundo moderno donde una podía abstraerse. Cada día de entrenamiento, aprovechaba para buscar inspiración entre su exuberante escenario y aislarme de mis preocupaciones paseando por el camino central de vuelta a casa. Lo sé, sabía el tipo de gente que frecuentaba esa zona por aquellas horas de la noche y que las probabilidades de toparme con esa gente eran relativamente altas, pero nunca me importó. Nunca me importó que mi sola presencia pudiese inducir a que se produjesen situaciones incómodas... al menos hasta aquel día.

- Eh, morena – una voz me gritó.

Cuando me di la vuelta vi como esa voz se iba aproximando a mí. Era un chico alto, con los ojos en un tono azul verdoso y el pelo castaño. Vestía un pantalón de chándal negro con una chaqueta a juego y unas "Adidas" en los pies. Sus manos estaban coronadas por anillos plateados entre los que destacaba uno adornando el dedo corazón que tenía una D grabada. Iba acompañado por lo que yo intuía que eran sus amigos que le observaban comentando desde detrás. Decidí hacer caso omiso a sus palabras y proseguí mi camino.

Con solo una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora