Capítulo 2

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Era jueves, el entrenamiento ya había comenzado. Aquellos entrenamientos eran decisivos, muy pronto llegaría la competición regional y debíamos estar preparadas. No todas optábamos por ir a aquella competición, era muy importante y solo convocaban a las mejores. Llevaba todo el año esforzándome, dejándome la piel en la pista para llegar a aquello y mis esfuerzos habían dado sus frutos. Solo me quedaba perfeccionar la coreografía. Cada movimiento, cada salto, era clave para que todo saliese perfecto. El más mínimo error me podía llevar a bajar posiciones en el ranking. Nada más llegar a la pista entré en el vestuario y saqué los patines de mi bolsa de deporte. Aquellos mismos patines me evocaban cantidad de recuerdos, pues fue el patinaje el medio que utilicé para abstraerme durante los primeros años aquí. Nunca había andado sobre ruedas por lo que me pareció una opción bastante atractiva a la que dedicar el tiempo libre. Y aunque al principio pareciese fácil, llevaba tiempo y práctica el sentir los patines como tú propio pie.

Entré en la pista, abriéndome paso a una nueva realidad y dejando las preocupaciones a un lado. Comencé con una pequeña ronda de calentamiento. Me deslizaba de lado a lado de la pista, apretando la rueda adecuada y cruzando un pie sobre otro cuando era preciso. Las figuras y los saltos vinieron a continuación, seguidos de piruetas y giros. Cada persona presente realizaba un ejercicio diferente que no tenía nada que ver con el que hacía la de al lado. Había caídas, tropiezos y resbalones, pero todo aquel conjunto de movimientos sin relación alguna conformaba una coreografía perfecta. Por mi parte, me disponía a realizar un ángel en curva deslizándome al extremo opuesto de la pista. Los brazos se mantenían extendidos por delante de la cabeza y la pierna izquierda lo más atrás posible hasta flotar en el aire mientras me deslizaba en curva. Un par de segundos después el ejercicio había concluido y de nuevo, volví a deslizarme hasta perfeccionar la técnica. Las ruedas rozaban contra el suelo, el aire me daba de cara, mis pies marcaban la dirección. Y una vez más, mismo ejercicio, pero con una mejor postura y un mayor control. Y así continué hasta que minutos después dieron comienzo los saltos.

Aquellos eran realmente el verdadero reto. Una postura incorrecta o un freno puesto en el momento equivocado podía hacer que el salto saliese mal e incluso acabar lesionado, pero yo era ambiciosa. Me gustaban los saltos, el factor de riesgo que implicaban solo me daba razones para volver a intentarlo. Aún recuerdo las interminables tardes que pasaba saltando y saltando hasta conseguir dominar la técnica. El patinaje era algo que me apasionaba y que formaba una parte muy importante de mi vida. Quizás puede parecer una tontería, pero sentir aquellas cuatro ruedas bajo mis pies me hacia sentir que todo estaba bajo mi control. Si quería continuar mi camino hacia la derecha, tan solo tenía que apretar la ruedas contra el suelo y giraba. Aquella pista era el único lugar en el que yo era quien tenía la batuta para decidir y aquello me hacía sentir poderosa. En aquella pista no había nadie que me dijese que girase al lado contrario o diera un rodeo, era yo la que me estrellaba contra el suelo y volvía a levantarme. Y fue aquella misma pista la que me incitó a tomar las riendas de mi vida y pasar rodando por encima del que dirán.

Tras terminar un "metz", dimos pie a la coreografía de la competición. Cada una teníamos una coreografía y una música propia, de forma que cada una se presentaba de forma individual mostrando lo mejor de sí. Después de varias propuestas, aquel año me decanté por "Piratas del Caribe". No solo por la música sino también por la coreografía y el vestuario, aquella me resultaba una propuesta interesante. Desde el "tierra a la vista" al comienzo de la instrumental, pasando por las luchas entre piratas y el descubrimiento del tesoro perdido la alternativa se me antojaba fastuosa. Eran muchos los puntos en los que existía la posibilidad de efectuar un movimiento erróneo y por ello requería un entrenamiento exhaustivo. Mi deber era defender la propuesta y lucirme, y por seguro que lo haría lo mejor que pudiese.

Con solo una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora