Lunes, 7 de septiembre
Lo único bueno de este empleo es que no tengo que cambiar mi manera de vestirme. Mientras camino con mis tacones corridos por el pasillo de las habitaciones de servicio, el olor de café comienza a estimular mi cerebro.
Son las cinco y cuarenta y el día apenas comienza.
-Buenos días, chicas. -Las saludo. Paola, una inmigrante, es quien dirige la cocina de la casa. Tiene dos ayudantes, una señora de cincuenta años llamada Judith y otra de cuarenta llamada Betty. Paola, que era chef en México, es quien dirige la cocina de esta casa y también de un comedor social que tienen los Harper.
Paola cocinaba casi toda la mañana con las mujeres. Ayer las había visto en acción. Bandejas de poliestireno con tapa eran llenadas de comida. Montones y montones. Creo que escuché unas doscientas bandejas contadas en la primera tanda.
Paola me explicó que la señora Lisa estaba en un grupo de «viejas ricas» y cada cuatro semanas Lisa tenía que enviar, al menos, quinientas bandejas diarias a siete refugios en Londres durante siete días, trabajo que le tocaba a Paola a cambio de un incremento en su salario.
Paola estaba muy satisfecha con su trabajo y su vida aquí. Solo se encargaba de las tres comidas y a partir de ahí era libre de hacer lo que quisiera y presentarse al siguiente día.
También trabajaba de lunes a viernes, pero vivía en la casa la semana completa, ya que para los eventos de Lisa y de las gemelas le pagaban aparte por el banquete.
Le eché un vistazo a la casa, donde Lucrecia y otras dos chicas merodeaban, verificando que todo estuviera limpio.
Las había visto en acción ayer también. Carmen me explicó que no me daría cuenta de cuándo limpian porque lo hacen de la madrugada. Y las habitaciones las limpian mientras todos desayunan. El resto del día, desaparecen.
La cocina trabajaba desde las cinco hasta las dos de la tarde y luego recomenzaba a las cinco hasta terminar a las ocho. Las chicas de limpieza comenzaban a las cuatro de la madrugada y se iban de la casa sobre las diez de la mañana.
Lucrecia y Paola eran las únicas que se quedaban las veinticuatro horas por si había alguna eventualidad. El resto de las ayudantes se iban a casa.
Cuando Paola me sirve el desayuno se lo agradezco: yo desayunaba con el personal a las seis y media, antes de que despertaran todos.
Sabía que Carmen estaba aterrada pensando en cómo iba a manejar las cosas. Jamás había trabajado en una casa, pero para ayudarla a ella haría lo que fuera. Además, no era mucho lo que tenía que hacer aquí, realmente.
Paola es feroz. Y por feroz tengo que decir... ¡feroz!
-¡No sé cuántas veces tengo que repetir que esta sartén es la de los huevos y no la de las tortitas! -La reprimenda va para alguna de las dos señoras que se miran entre sí-. ¿Dónde piensan hacer los huevos a la Benedict? ¡Yo ni siquiera puse tortitas!
Me desvío hacia las habitaciones y entro en la habitación de mi hija. Lyric duerme como un tronco, con Maxi encima de su cabeza.
Nuestro pug Carlino es adorable. Me aseguro de que tenga agua y comida y arropo a Lyric aún más. Ella ni se mueve. Maximus, mucho menos.
El cabello rubio de Lyric estaba atado en una trenza, pero varios mechones se habían salido del agarre, dejando un desastre en la almohada.
Mi retoño era hermosa. Cada día que pasaba no podía imaginarme una vida sin ella. Carmen y Dave nos habían dado todo lo que necesitábamos para llevar una vida cómoda. A mi hija no le faltaba absolutamente nada. Y tampoco le faltaría.
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Lleno de Secretos -SAGA HBGH 1- EN PAPEL.
RomanceUna explosión sacude el colegio donde Jodie Reynolds da clases de Psicología. Relaciona el incidente con su antigua vinculación al Servicio de Inteligencia británico, con lo que decide «esconderse» hasta que todo se aclare. Acepta para ello un emple...