Colección de historias muy cortas, de un capítulo cada una, con un toque de fantasía. Un intento de abrir una ventana a la imaginación y a lo sorprendente, a lo extraño e incluso al delirio y la locura.
Obra registrada en Safe Creative
Código de reg...
Louis Cloutier era un arqueólogo considerado por muchos de sus colegas como estrafalario. Buscador incansable de reliquias, desprendido, idealista, estaba especializado en las civilizaciones antiguas de Oriente Medio. Últimamente, su labor se había visto entorpecida por las atroces guerras que asolaban la zona. Sin embargo, no había retrocedido ante el peligro y varias veces puso en riesgo su vida para conseguir valiosos objetos arqueológicos.
Ahora se encontraba en el apartamento parisino de Jean Dubois, el promotor de varias de sus expediciones. Este personaje era el reverso de la personalidad del arqueólogo. Merchante codicioso, cubría los gastos del arqueólogo y buscaba comprador a las joyas encontradas. Eso sí, Louis había exigido que sus hallazgos fuesen a parar, siempre, a algún museo. Ya llevaban un tiempo colaborando juntos y esta vez, Louis, presa de gran excitación, le mostraba a su compañero la adquisición extraordinaria realizada en su último viaje.
Sobre la mesa, Louis hizo rodar un puñado de las gemas más deslumbrantes que Jean había visto jamás: rubíes, esmeraldas, diamantes y otras piedras preciosas desprendieron destellos, heridos por el sol que penetraba por la ventana.
-¿Qué te parece, Jean? Según parece las hay a miles en el sitio de donde proceden...
Los ojos del tratante se abrieron al máximo, llenos de avaricia.
-Tuve que desprenderme de todo el dinero que llevaba para adquirirlas. Estoy sin un céntimo- continuó Louis con voz plañidera, como solicitando socorro financiero.
Jean hizo caso omiso y preguntó con avidez:
-¿Pero cómo las has conseguido? ¿Dónde?
-Será mejor que nos sentemos. Es una historia un poco larga y además tengo la garganta reseca -contestó Louis, señalando el mueble bar de su amigo.
Este sirvió whiskey en dos vasos y ofreció uno a su compañero. Después de beber un largo trago, Louis comenzó:
-Yo estaba en el este de Turquía, en el Kurdistán turco. La zona está bastante revuelta ya que los kurdos hace tiempo que luchan por su independencia. A la dirigencia kurda llegaron rumores de que en cierto lugar abundaban las piedras preciosas en superficie. Esos dirigentes imaginaron que podía tratarse de una buena fuente de ingresos para financiar sus actividades revolucionarias, así que enviaron a un grupo con el fin de indagar qué había de cierto en todo eso.
-¿Y por qué te encontrabas tú allí? –le interrumpió Jean
-Tengo la impresión de que todos buscábamos el mismo lugar. Yo por otras razones, pero estoy seguro de que era el mismo. Llegué a esta conclusión por un antiguo pergamino con un dibujo, el cual me llevó a esa parte de Turquía. El pergamino es este –dijo Louis, sacando de su cartera un viejo trozo de fina piel desgastada, con el siguiente gráfico:
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.