Realmente un martirio, una condena, un infierno. Cuando Jonghae decidiera en aparecerse, lo juró, le haría sentir en el mismo infierno que ella por hacerle esperar una hora en una cafetería sin ordenar absolutamente nada, siendo ojeada constantemente por los empleados por una actitud 'sospechosa'. Movía sus piernas ansiosamente y su mirada no se había despegado del menú, intacto sobre la mesa, durante todo el rato que estuvo allí. Su ceño se había fruncido de un modo muy notorio, lo cual dejaba ver lo molesta que estaba.
No era la primera vez que su novio le hacía esperar por tanto tiempo en una cita. El chico había comenzado a adoptar aquella impuntualidad desde hacía ya un considerado tiempo, y no es que le molestase que se demorara él en sí, sino que tenía ella que estar esperándole y viéndose como el ser más fracasado. Y peor era la situación, porque Lisa no respondía sus mensajes pese a encontrarse ocupada haciendo quién sabe qué, por lo tanto no había forma de distraerse mientras esperaba. Era tan fastidioso.
—¡Chaeyoung-ah, lo siento!
Escuchó la voz grave de su novio a sus espaldas, mas no volteó, permaneciendo inmóvil en su sitio. Jonghae procedió entonces a tomar asiento también, a su frente, y le vio por cortos instantes antes de carraspear y tomar el menú. Ni siquiera se molestó en excusarse, pues Rosé tampoco se molestaría en escucharle.
—Pido un Mocca frío y un café negro con dos de azúcar, por favor —dijo el chico a la mesera que pronto les atendió, despidiéndole con un guiño y una sonrisa quizás demasiado amable. Rosé continuaba con su expresión inerte y en silencio—. Chaeng, de verdad lo siento, fue inevitable no atrasarme, yo...
—Olvídalo, Jonghae —habló y le miró al fin—. Tampoco es la primera vez ya.
El de cabellos negros mordió su labial inferior de forma ansiosa. Hubo de nuevo un silencio hasta que la chica de antes regresó con los pedidos y los hubo colocado sobre la mesa, retirándose nuevamente luego de reverenciar.
—Anda, prueba el café. Los que hacen acá son demasiado buenos —aseguró mostrando sus dientes en una sonrisa amplia.
—Has frecuentado aquí antes —advirtió, mas no por su comentario sobre el café, sino por la familiaridad que tuvo con la empleada de antes. Jonghae no era tonto y supo a qué se refería, una risa nerviosa escapó de sus labios.
—Por supuesto, de otro modo, no te hubiese citado acá, bebé.
Rosé rió suavemente, amoldando el ambiente, de modo que la tensión poco a poco se fue esfumando hasta que regresaron a ser como la pareja que eran. Rosé, sin embargo, no se sentía ya tan emocionada como alguna vez lo estuvo a su lado, mas hacía el intento de no echar a perder aquella relación de tres años. Por lo tanto, se mantuvo animada el resto del día, hasta llegar la noche, donde se despidió de su novio usando una pequeña mentira para visitar a Lisa.
No entendía la razón, pero el haber comenzado a buscarle todos los días le sentaba demasiado bien, más cuando antes hubo lidiado con su pareja.
Cuando la puerta le fue abierta, una sudorosa —y sexy— Lisa le recibió con una sonrisa llena de energía, contrariándole completamente. Al estar dentro entendió que la pelirroja estaba bailando, o bueno, montando una coreografía muy importante, según le dijo en seguida, por lo que su próxima acción fue sentarse en el sofá y observarle moverse de la forma en la que solo ella podía, y le encantaba. Alguna vez sintió envidia de todos aquellos que veían a Lisa bailar, ya fuesen sus alumnos, o gente que asistía a sus talleres y presentaciones. Sin embargo, cada vez que ella era su única espectadora, era una sensación maravillosa. De exclusividad, y posesión.
Cuando Lisa terminó se dejó caer en el piso, muy exhausta, y se burló de su apariencia desgastada, aún si por dentro no hacía más que desearle. Posteriormente, la menor tomó una ducha —que le hubiese gustado que le invitase también— y una vez que estuvo disponible tomó asiento a su lado, recostándose en el respaldar del sofá con total comodidad.