Jisoo golpeó su hombro, no muy fuerte, para llamar su atención, pese a que desde que terminó la hora de trabajo de ambas, Lisa se había dignado en no mirarle por estar todo el tiempo leyendo y texteando mensajes a Rosé. La pelinegra le reprochó aquello, abultando su labio inferior, tan infantil para su edad pero que al verle le hacía parecer demasiado adorable y bebé, por lo que una risa pequeña dejó ir después de guardar su celular.
—¿Qué querías, Jisoo?
—¡Cielos! Qué clase de amiga eres, Lalisa —reprochó—, ignorándome tal cual...
—Lo siento... —Murmuró, ciertamente apenada, sin encontrar alguna otra cosa qué agregar.
—¿Con quién hablas tanto?
—Es un secreto —sonrió.
—Y tú eres una tonta —respondió la mayor, golpeándole nuevamente en el hombro.
Jisoo era tutora en la misma agencia en la que ella impartía lecciones de baile. Tenían casi el mismo tiempo de emplear ahí, con la diferencia de un año, por lo que habían sido amigas desde entonces. Se podría decir que la de rasgos de bebé era una buena confidente suya, considerando la gran amistad que compartían, mas ése lazo no llegaba a compararse con el que llevaba desde infante con Rosé. Y también añadiendo que en su relación con Jisoo, ésta aguardaba más que un sentimiento de solo amistad. Hacía varios meses que había confesado un gusto por ella, y tan sólo hace una semana y pocos días aconteció que le rechazó. Sin embargo, la otra parecía no aceptarlo del todo.
—Pero Lisa —habló después de unos minutos en pleno silencio—, tal vez, deberías darme una oportunidad...
La de ojos amplios suspiró casi inaudiblemente.
—Dijiste que no quieres una relación ahora, lo sé, sin embargo ni siquiera quieres intentarlo, cómo estás segura de que no-
—Jisoo, no puedo —le interrumpió con voz agotada. La nombrada entonces volteó para verle de frente, y pudo notar sus ojos lagrimosos, y una expresión tan insistente como terca.
—¿Porqué no? ¿Hay algo que no te gusta de mi, o no te gusto del todo? O es que, ¿no soy bonita? ¿No te intereso?
—No es eso...
Es Rosé, se dijo mentalmente. Su corazón le convencía de que no podía entegarse a nadie más. Pero, su misma mente era también quien le contradecía, le hacía ver la realidad. Rosé tenía novio, no le pertenecía. Y estar siempre atada a un amor, posiblemente imposible, iba a condenarle con el paso de los días, e iba a acabar sola.
—¡Entonces, dime qué es! —espetó Jisoo de pronto, sus ojos ya explotados en lágrimas—. Somos amigas desde hace mucho tiempo... yo te quiero, Lisa.
—Yo también te quiero, Jisoo, pero es un sentimiento distinto —se apresuró en responder, mordiendo con inquietud el interior de su mejilla. ¿Cuántos momentos así tenía que soportar en un futuro? Cuantas rabietas, reclamos de su parte.
O bien, cuantos más tendría que soportar hasta darse cuenta de que lo único que estaba haciendo era verse como una patética enamorada que no lograba superar un amor que nunca conseguiría, y que pese a ello, no era capaz de percatarse de las oportunidades que le eran ofrecidas, tal vez como método para dejar de estancarse en un mismo sitio.
—Por favor —rogó entonces Jisoo, y ella tan sólo bajó la mirada.
En ese instante, se perdió en el conflicto interno. Sus ojos miraron al suelo y se perdieron en el contraste gris de éste. Sucio y apagado. Esa noche, creía oír voces que le advertían de tomar el chance o perderlo por siempre. Sintió ganas de responder en voz alta a esas voces, que quería solo un momento, uno más con Rosé, antes de rendirse y dejarlo ir todo. No obstante, lo siguiente que ocurrió pareció ser una contestación inmediata, cuando sintió los labios de Jisoo atrapar los suyos de manera muy repentina, dejándole en su totalidad sin el sentido del habla, y sin la capacidad de reaccionar sino hasta el segundo chance, después de que Jisoo se apartara por cortos segundos y volviese a besarle.