Y siempre he admirado a los peces, que nadan con la única preocupación de ser libres y escuchados entre las aguas tenebrosas de los ojos del mar. Preciosos y salvajes, entre sus escamas se encuentran sus sueños y le sonríen a los pescadores con el miedo a ser iguales a ellos. Viven encadenados a respirar en libertad mientras yo me ahogo al sacar la cabeza del agua.