Capítulo 1

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Era una cálida mañana de verano en la vieja Roma, y nuestro protagonista, Lovino Vargas, caminaba con cierta prisa hacia el supermercado. Le ponía de los nervios que su familia siempre le diese las tareas que suponían salir de casa y hacer un esfuerzo. Odiaba la calle, y odiaba a las personas que en ella se encontraban.

Desde siempre había sido una persona extraña, él mismo lo sabía, y eso le había traído problemas. Pero no es como si pudiese cambiar eso. Tras 28 años respirando, ya era hora de asumir que ningún cambio se iba a producir en su manera de ser. Y no porque no lo hubiese intentado. Pero tras tanto probar y probar, simplemente se rindió. No era bueno tratando con la gente, no era cariñoso, tenía problemas a la hora de tratar con cualquiera, en definitiva, no era una persona sociable. Odiaba ser así.

Feliciano, su gemelo, era tan diferente a él. Todos le querían, estaba ya casado con una persona que le quería, que le apreciaba, que le daba todos los caprichos del mundo y, sobre todo... qué narices, pobre Feliciano tener que aguantar a ese armario empotrado a diario. Menuda cruz. Pero por el resto, Feliciano era el talentoso de la familia, y Lovi solo era bueno, el gemelo de Feliciano. A él le habían otorgado el título de "Italia", mientras que Lovi solo poseía el de "Sud Italia". Menuda mierda. Su gemelo era el conjunto mientras que él era únicamente una parte. Encima le habían dado la parte de Roma, qué aburrido. Él prefería Florencia. Amaba Florencia. Pero la vida no es justa, y para él mucho menos.

Ser eclipsado por su hermano significaba que nadie se fijaba en él, en lo que solía hacer, en su talento (si es que tenía de eso), a nadie le importaba cómo se sentía o se dejaba de sentir, y aquello le hacía sentir miserable, y le hacía odiarse.

Por otra parte, la vida de su hermano había sido tan fácil que cada día recordaba lo mucho que habría pagado por cambiársela. Siempre cuidado por unos u otros, mientras que él simplemente esperaba sentado a que un Antonio totalmente distinto al Antonio actual volviese a casa. Aunque no sabía qué era peor, si el Antonio actual o el antiguo. Tenía la suerte -o más bien desgracia- de conocer al verdadero Antonio. A ese Antonio depresivo, que se escondía tras una falsa sonrisa -cosa que irritaba a Lovino a unos niveles insospechados- y que intentaba caer bien a todo el mundo. Y es que es obvio, que no vas a caerle bien a todo el mundo. Para qué lo sigue intentando.

Es tan estúpido. Que le den al mundo. Si no les gustas, pues bien, pues mejor. Menos te van a molestar.

Volviendo a los recados, Lovi simplemente cruzó la puerta, gruñendo porque había unos críos correteando por allí. Qué asco de críos. Personas inservibles, molestas e impertinentes.

- Ya podrían ponerles una correa, hay que hacerse responsable si no te sale de los cojones usar condón y hacerle un favor al mundo, coño.

Simplemente le salía solo. Tenía un repertorio de palabras malsonantes inmenso, incluso para hacer un libro entero de ello. Ignoró a los niños y fue directo a sus cosas, cuanto antes acabase, antes volvería a la soledad de su casa.

Hizo la compra de la semana, no fue demasiado, lo típico. Pasta en cantidades industriales, algo de aceite, natillas de chocolate para el postre y algún que otro helado. Siguió la lista que le había dado su abuelo, pues si fuese por él, solo compraría la pasta y el helado. El helado para los momentos de bajón y la pasta porque bueno, algo habrá que comer.

Cuando terminó con las compras, lo guardó todo en una bolsa, acercándose a la caja para pagar. Estaba rebuscando en su monedero la tarjeta de crédito cuando sintió a alguien tocarle el hombro. Quién cojones era ahora.

- Ehm...Hola...¿No sabrás por casualidad por dónde están las bebidas alcohólicas...? Le pregunté a ese chico y hm...creo que no le gusto demasiado...

Al girarse iba a pegar un grito porque joder, quién molesta a alguien que no conoce, qué puto pesado. Pero cuando lo hizo, se quedó parado. Ante él, un chico que media al menos dos metros. Desde su punto de vista vamos, menudo gigante. Ese en Liliput le sacaba dos cabezas a Gulliver fijo, menudo mastodonte.

Pero al oírle hablar le pareció tan dulce, tan modosito, que se quedó pensativo un rato. Entonces fue cuando se fijó en algo más que su altura. Su piel era pálida, muy pálida, y sus ojos de un color muy inusual. Eran violetas. Menuda envidia de ojos, eran preciosos. Lo siguiente fue el pelo, el chico parecía albino, como el hermano del marido de Feliciano. Pero este chico era mucho más atractivo que ese gilipollas alemán. Por último le llamó la atención que llevaba una bufanda. ¿¡Qué tipo de problema tenía ese tío para llevar una bufanda en verano!? Ya hay que ser gilipollas.

- Normal que se cague, es que menudas pintas llevas.

Notó al chico notablemente incómodo con su comentario. Mierda, lo había vuelto a hacer, sin siquiera darse cuenta o controlarse antes de hacerlo.

- Como sea. El alcohol está en ese carril. Joder si es que te lo pone en grande en el cartelito ese. "A l c o h o l"

Dijo deletreándolo. Pero claro, al analizar un poco más profundamente al chico, notó que tenía un acento raro. Obviamente no era italiano.

- Perdón... aún me cuesta un poco el alfabeto que tenéis aquí, es diferente al mío... Gracias, no pretendía molestar, siento mucho si ha parecido eso...

Mierda. Ahora se sentía culpable. Mierda, mierda, y más mierda. No se aguantaba, ojalá poder escupirse a sí mismo.

- No coño. Digo. No pasa nada, no se me da bien...Dios, qué importa. De nada.

Dijo volviendo a girarse para pagar lo que había cogido, pero una vez más se vio interrumpido por el chico.

- Perdona pero pareces de aquí... verás, me acabo de mudar y me preguntaba si me podrías enseñar un poco el lugar...te pagaré si hace falta.

A Lovi se le encendieron las alarmas al oír que habría dinero de por medio, así que sin pensárselo dos veces, asintió. Llevaba siglos en paro. Era un artista callejero que no gustaba a todos, a diferencia de su perfecto hermano, que hasta tenía exposiciones solo de sus obras. Pero qué asco. Encima tenía que cuidar de su abuelo ya que claro, ahora Feli vivía con el alemán ese, el Ludwig, y claro, no querían al abuelo cerca. Para poder follar sin que les molestasen. Serán caras duras.

- ¡Genial! Muchísimas gracias, eres muy amable. Te doy mi número y me llamas cuando tengas libre.

Acto seguido, el sonriente individuo le dio un papelito con su nombre y su número. Al parecer se llamaba Ivan. Y vaya con la sonrisa del tal Ivan, le hizo hasta sentirse flojo por un momento. Parecía un osito al que achuchar.

...Pero qué narices acababa de pensar.

Tras intercambiar nombres y números de teléfono, el chico se fue, y Lovi al fin pudo pagar e irse hacia casa. Se sentía raro, porque aquello era lo más cercano a "charlar amistosamente con alguien" que tendría en siglos. Pero bueno, quién mejor que un artista para enseñarle la preciosa Roma.

Tonto de él que no sabía que ese chico al que acababa de conocer iba a ser el amor de su vida.

Bloody Mary (FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora