Capítulo 5

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Solo una anotación, en caso de que queráis ponerle "cara" al outfit de Lovi, solo tenéis que buscar "Whizzer Brown" en Google y buscar cuando sale con el polo rosa. Más guapete. Ale, aquí os dejo con el love. Pretendo que el siguiente capítulo sea mucho más...oscuro, aquí nadie se salva, y como países que son, arrastran mucho, en especial Ivan, así que disfrutad del amor mientras podáis.

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El día siguiente llegó demasiado pronto. Lovi había estado comiéndose la cabeza toda la noche y no había conseguido dormir correctamente, por lo que, sobre las 11 de la mañana, bajó a tomarse un café bien cargado. Estaba solo, de nuevo Julius estaba con su novio. Pasaban muchísimo más tiempo juntos ahora que eran una pareja, por lo que Lovi no dudaba que, en breve, él sería el único habitante de esa casa.

No le dolía, en realidad. Estaba mejor solo. Lo que él no había contemplado era la posibilidad de que fuese Julius quien le echase de casa, pues técnicamente, era de su propiedad, y el mayor podía hacer lo que quisiese con ella, y eso incluía echar a Lovi. Pero ya se preocuparía en otro momento en caso de que eso pasase.

Habían acordado encontrarse a las 2 en la piazza di popolo, por lo que el italiano aún tenía 3 horas en las que, o bien salía vivo, o bien los nervios le devoraban. Había estado pensando muchísimo sobre la "quedada" de hoy, y lo único que había sacado en claro, es que no era una "quedada", sino una cita en condiciones. Quizá el ruso no lo sentía así, pero él sí.

Gastó esas tres horas en arreglarse. Como buen galán, era coqueto, muy coqueto, y le gustaba llevar cierto tipo de ropa en ciertas ocasiones. Para la cita con el ruso había decidido, antes que nada, darse un baño. Un baño bien largo, con música clásica acariciando sus oídos mientras su cuerpo disfrutaba de los suaves roces del agua y la espuma. Aquello logró calmarle bastante, era importante no parecer un matojo de nervios ante su cita, sino todo iría a peor.

En dicha ducha, él, amante de las buenas formas y los cuerpos suaves, no dudó en quitarse los pelos que ya sobresalían en sus piernas. Odiaba con toda su alma estar con un chico y estar mínimamente peludo. Le hacía sentir incómodo, sucio, era su forma de ser. Él, por supuesto, no se metía con el cuerpo de nadie, pero tener un solo pelo en su propio cuerpo era algo que no aguantaba.

Luego de la ducha vino, claro está, el secarse y peinarse. Secarse fue fácil. Simplemente se pasó la toalla por el cuerpo y luego arrojó la toalla al canasto de la ropa sucia, cubriéndose con un albornoz para seguir con su pelo.

Lo primero que hizo fue secarlo con ayuda del secador, y luego volvió a probar con su mayor pesadilla; el rizo. Respiró profundamente y llevó el peine a dicho mechón, acariciándolo con sumo cuidado con las púas del peine. Pero el mínimo roce le hizo chillar, y rápidamente apartó el peine de aquella cosa. Sus mejillas se habían vuelto violentamente rojas de golpe, y al verse en el espejo de esa manera, bufó. Continuó simplemente con el resto del pelo, peinando esta vez el flequillo que solía tener hacia un lado, no dejando ni un pelo estorbando en su cara. Decidió rendirse con el rizo y pasó a otra cosa.

Dejó el albornoz y fue, completamente desnudo, hacia su cuarto. Se puso unos boxes normales y corrientes, y luego abrió el armario de par en par. Era una cita, con un chico que le gustaba, así que mejor sería cuidar el aspecto. Era una persona que había vivido muchísimas épocas, pero sin duda, su favorita en cuanto a moda, fueron los ochenta, por lo que no dudó en coger un polo rosa -de marca, claro- y unos pantalones azules vaqueros bien ajustados. Como toque final, una camiseta azul de manga larga al cuello, por si acaso. Los zapatos eran zapatos normales y corrientes, marrones, bastante elegantes. Era un look informal, pero a la vez formal. Perfecto para su cita con aquel chico.

Una vez ya vestido, se miró al espejo, ya de cuerpo completo, y tuvo un bajón bastante tonto que le hizo pensar en lo que estaba a punto de pasar. Se estaba arreglando mucho para una persona. Estaba pensando en él como un futuro, vete a saber, ¿Novio? ¿Lío? ¿Amigo? ¿Marid...? Nah, eso no. Al fin y al cabo, en Italia, el matrimonio homosexual sigue sin ser legalizado. Pero aquí llegaba la duda; ¿Y si esa persona simplemente pensaba en esto como un día más?

Le había dicho que le echaba de menos, pero vamos, eso no es para tanto. Las personas pueden echar de menos cualquier cosa con facilidad. Decidió no pensarlo más. Si esto no funcionaba, simplemente volvería a la rutina, no podía caer más bajo que eso, todo era subir a partir de ahora, o eso creía él.

Al fin se decidió, cogió las llaves, las gafas de sol y un gorro blanco y salió de casa. Hacía un buen día, mucho sol para su gusto, pero un buen día al fin y al cabo. Caminar por la calle siendo él había sido, a veces, difícil. Gracias a, vete tú a saber qué, a estas alturas, era un poquito más fácil. La gente no le miraba tanto, no susurraban a su paso y, sobre todo, no le paraban para simplemente pegarle una paliza. No era un gran avance, pero se hace lo que se puede. Llegó enseguida a la plaza en la que habían quedado, y se apoyó contra uno de los muros de las edificaciones, sacando el móvil. Solo le quedaba esperar.

No pasaron ni cinco minutos y ya vio al ruso asomar por la calle, por lo que se separó del edificio y se acercó a él, saludando tímidamente. De nuevo, el ruso llevaba esa extraña bufanda, y sin embargo, ropa normal de verano. Bueno, como fuese, cada uno tiene sus rarezas, no es él quién para juzgar.

- ¡Dios! ¡Te había echado tanto de menos! En serio, cuando veía mis mensajes sin respuesta, pensé que había hecho algo mal, que había dicho algo, lo que fuese, y es que soy un despistado. Lo siento mucho, espero compensártelo ahora, he preparado algunas cosas en casa y...bueno, mejor si lo ves, vamos.

Y otra vez esa estúpida...y bonita, sonrisa. Mierda.

- Sí, como sea, no pasa nada, no te disculpes más. Te sigo y eso.

El ruso fue por delante, mientras él le miraba, siguiéndole por detrás. Vaya chico curioso. Llegaron a su casa en breve y Lovi se sintió, en un principio, violentamente incómodo. Era una casa ajena, es lo normal en un primer vistazo. Pero poco a poco se fue acostumbrando.

Ivan había preparado un pollo asado que olía a cielo, por lo que Lovi quiso ayudar y frió algunas patatas. Entre los dos pusieron la mesa, y se sentaron a comer, justo uno al lado del otro. Ivan rompió el silencio, pues él era el más lanzado de los dos.

- La verdad es que hacía tiempo que quería quedar contigo a solas, no para que me enseñases la ciudad, sino porque bueno, eres un chico muy majo y guapo y pensé que podríamos ser amigos. No tengo muchos amigos, por no decir ninguno, por eso me mudé, nueva vida, nuevo país, nuevo ambiente...y nuevas personas.

A eso le siguió otra sonrisa. Parecía un nene que ni siquiera sabía cómo expresarse bien, o como socializar, pero Lovi entendía el sentimiento, así que no atacó a su forma de expresarse. Por una vez, se mantuvo callado. Pero no podía ignorar el hecho de que el ruso le había llamado guapo, aunque luego hablase únicamente de amistad.

- Sí, bueno, no suelo ser así de amable pero me inspiras confianza.

Sin poder evitarlo, la mirada se le fue directa a los labios del ruso cuando éste esbozó una sonrisa. Tragó saliva y rápidamente apartó la mirada, pero pudo oír una leve carcajada por parte del chico. Le había pillado mirando ahí, había metido la pata hasta el fondo.

- ¿Te gustan los chicos, Lovi? Allí en Rusia eso no está muy bien visto...otra de las razones por las que vine aquí.

A Lovi le empezó a arder la cabeza. La cara. Las manos, a sudar. El cuerpo en general se le aceleró. ¿Interpretaba eso como que le estaba dando paso a algo? ¿Una insinuación? Mientras sus nervios -y su rubor- crecían, el ruso no hacía más que disfrutar del show que el cuerpo de Lovi mostraba.

- S-Sí, claro, joder, ¿Has visto tú alguna vez a un hetero vestirse de esta forma? Solo los gays nos ponemos tan guapos para una cita.

Ale, otra cagada, había llamado a la situación, "cita". Bien Lovino. Su situación empeoraba, pero el ruso no lo había pasado mejor en su vida.

- Tranquilízate, Lovi...Tampoco es para tanto. Sería para tanto si te diese un beso.

Y sin más dilación, el italiano sintió las fuertes y grandes manos del ruso en su barbilla, y antes de que pudiese reaccionar, los labios del ruso ya estaban sobre los suyos.

¿¡Cómo narices habían llegado a todo esto y qué se supone que estaba pasando!?

Bloody Mary (FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora