Capítulo 2

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No pasaron ni 24 horas y el tal Ivan ya le había enviado un par de WhatsApp's. Era normal. Era un chico completamente nuevo en una ciudad que no conocía, normal que quisiese conocerla lo antes posible.

El italiano se levantó a las 12 de la mañana para encontrarse con el mensaje del ruso, el cual abrió para contestarle lo antes posible. No ponía mucho, simplemente un saludo y que a qué hora le venía bien quedar para pasear.

- Joder, dos días seguidos saliendo de casa, esto debe de ser un récord para mi.

Contestó con un saludo y acto seguido le propuso de quedar a las 5, luego de la siesta. Porque nada, y repito, nada, le haría saltarse su querida siesta.

Tras contestar el mensaje no se quedó a esperar una respuesta, y se levantó de la cama. Suponiendo que la respuesta iba a ser positiva, Lovino se fue directo a la ducha. Le gustaba ir guapo y aseado aunque solo fuese un estúpido tour por la ciudad. Era muy coqueto, en ese aspecto. Quizá odiaba su forma de ser, pero en cuanto al físico, se sentía bendecido por el señor.

Primero que todo se dio una ducha para quitarse el sudor de la noche -pues en Italia hacía mucho calor en verano, algo exagerado-, y tras una buena y tranquila ducha, se puso ante el espejo y se peinó, teniendo máximo cuidado con el rizo que de su cabeza sobresalía. Dios, cómo odiaba esa cosa. Un simple roce y hacía que su cuerpo se sintiese débil. Odiaba sentirse débil.

Cuando terminó con el pelo simplemente se echó el desodorante y la colonia. Y tras la ducha venía el desayuno. Aunque antes obviamente volvió a ponerse el pijama, no iba a bajar desnudo.

Su tranquilidad se vio entonces interrumpida por su abuelo. Allí estaba, ya despierto, ya desayunando, ya siendo ruidoso de buena mañana.

- ¡Loviiiiii! ¡Estás hecho un dormilón eh! ¡Te he preparado el café y unos gofres! Me iba a ir con Adrich a comer y prefería dejarte algo de desayunar que de comer, ¿Te apañas tú con la pasta?

- Dios, eres puto ruidoso, Julius. Haz lo que te dé la gana, no me importa lo más mínimo. Y no soy inútil, sé cocinar.

Gruñó el chico, sentándose en la silla y cogiendo el café para acto seguido bebérselo. Julius Vargas, su abuelo, había estado saliendo con un tal Adrich Beilschmidt, el padre del novio de Feliciano, y ya suponía que se estaban acostando. O que se gustaban o algo. Joder, ni que le importase, qué asco. Al parecer el tal Adrich era el representante de la antigua Germania, mientras que su abuelo lo era del antiguo Imperio Romano. Ja, que se jodiese el alemán, su abuelo molaba más.

- ¡Jo, Lovi! Pero al menos llámame abu, no Julius, ¡Ni que fuésemos desconocidos!

- Dios mío, ojalá lo fuésemos.

Dijo él gruñendo y dejando la taza de café, ya vacía, en la pila. Y sin dejar que Julius siguiese hablando, subió a su cuarto, para encontrarse la pantalla del móvil encendida. Tenía un mensaje de Ivan, claro. Nadie más se preocupaba por su existencia.

"¡¡Perfecto!! Nos vemos en el Coliseo a las 5 entonces, vivo cerca de ahí ^J^ Muchas gracias Lovi"

Que usase un tono tan cercano y que le llamase Lovi, de normal le habría molestado. Pero por alguna extraña razón, se imaginó a Ivan diciendo "Lovi" con esa sonrisita suya y sus mejillas se enrojecieron violentamente. Qué cojones.

"Ok. Y no me llames Lovi. Me llamo Lovino."

Gruñó, odiaba sentirse avergonzado. Tras eso dejó el móvil de lado y se encendió la televisión de su cuarto. Sacó unas pipas de un cajón y se puso a ver alguna tontería en la tele. No fue hasta que su abuelo se fue de casa que bajó a la cocina.

No se lo pensó mucho, se hizo unos macarrones y se sentó a comérselos a solas. Tampoco es que necesitase a nadie, coño. Y luego de la comida vino la mejor parte del día, la única que le hacía sonreír, que le hacía sentirse vivo y con ganas de seguir viviendo. Si fuese posible se casaría con ella. Hablo de la siesta, claro. Se puso el despertador a las 4 y media y dejó que el sueño le atrapase.

Cuando sonó el despertador él se incorporó y subió a vestirse, ya mentalizado de que tenía que salir. Le gustaba sentirse guapo, sin importar la situación, así que se puso una camisa blanca de manga corta y unos pantalones cortos vaqueros. Ni formal ni informal, algo normal y con lo que no pasaría demasiado calor. Tras eso avisó a Ivan de que ya iba y salió de casa.

Caminó apenas cinco minutos hasta que se encontró con el ruso, y lo que vio le dejó boquiabierto. Seguía llevando esa estúpida bufanda en el cuello, pero esta vez, llevaba una camisa blanca como la suya y unos pantalones vaqueros como...los suyos. Parecía que se habían puesto de acuerdo al vestirse, qué asco y qué vergüenza ir conjuntados por la calle. Quería morirse y echar a correr ahora mismo.

- ¡Privyet, Lovi! Digo, Lovino.

Mierda. Qué acababa de hacer. Acababa de llamarle Lovi. Con esa estúpida sonrisa. Mierda, empezaba a notar sus mejillas coloradas. Pero qué cojones. Más le valía pensar en algo y rápido. Se haría el enfadado, sí, eso sonaba bien.

- Que no me llames Lovi. Además por qué narices te copias de mi ropa.

- Lo siento, no era mi intenc...

- Tío deja de disculparte, qué insoportable. Venga empecemos. Cuanto antes empiece antes acabo.

Ivan asintió con una sonrisa. Pero qué le pasaba a ese gilipollas. Si le acababa de insultar para qué se reía, qué puto problema tenía. Además debería ser ilegal tener una sonrisa tan bonit... qué.

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Lovi paseó al ruso por toda la ciudad. Además, él había estudiado historia del arte en la universidad, pues era un apasionado de la historia, y del arte, ya que él lo había vivido, y le fue explicando curiosidades de casa cosa, cada monumento y cada esquina. Pues su querida Roma era en sí un monumento.

Ivan era simple. Sonreía con todo, cualquier muestra de aprecio o atención le hacía feliz. Encima parecía muy interesado en todo lo relacionado con la historia, y eso hacía a Lovi sentirse cómodo y hacía que se animase a contarle miles de cosas. Era tan mono.

El tiempo les pasó volando. Era la primera vez en siglos que Lovi se sentía tan cómodo con alguien, le había gustado la experiencia, pero ni de broma iba a admitirlo, o decir de repetirla. Ya se ocupó Ivan de eso.

- Ya es un poco de noche, pero me alegra haber pasado la tarde contigo, ¡Eres increíble! Sabes tantas cosas, qué envidia. Me encantaría que me enseñases más sobre Roma, o sobre cualquier cosa. Me encanta oírte hablar, se te ve muy emocionado.

- Ah. Eh. Vale.

Lovi flipó. Qué acababa de pasar. Ivan le había piropeado tantísimo que notaba su cuerpo desvanecer y sus mejillas arder. Gracias a dios que era de noche y no se veía nada. Cuando el ruso hizo el amago de sacar la cartera para pagarle, Lovi le paró. Había estado muy cómodo, pero ahora tenía que buscar una excusa para negárselo.

- Mejor me pagas a la siguiente que quedemos y así vas ahorrando. Bueno me voy ya. Ya me mandas un mensaje o algo.

Ivan asintió con ganas, y se lanzó en brazos del italiano para abrazarle. Mierda. Ya era demasiado tarde. Se iba a morir, lo notaba. El corazón se le iba a salir del pecho. Otra vez no, ¡otra vez no!

Cómo odiaba enamorarse.

Bloody Mary (FINALIZADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora