Capítulo 3

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Waltz Op. 69 No. 2 in B minor- Chopin


Yoongi

Llevaba dos semanas siendo tutor de Jimin y el menor había mejorado notoriamente. Al parecer, le hacía mucha honra a su segundo puesto.

Por otra parte, las lecciones que él me daba cada vez me gustaban más, claro que no tenía pensado decirlo en voz alta, pero aquel porcentaje de tiempo que pasaba con el menor me servía para distraerme de otros problemas que poco a poco iban consumiendo la alegría de mi vida.

Ya no participaba de las partidas de baloncesto y me había alejado de mi grupo de amigos. Estar cerca de ellos me recordaba mi incapacidad y me odiaba cada vez más.

Me paré en la puerta de la habitación de Jimin y revisé mi reloj, había llegado diez minutos antes. Me encogí de hombros y comencé a dar vueltas alrededor de los dormitorios.

Saqué de la máquina expendedora un refresco y seguí mi camino. No tenía intención de que se notara lo ansioso que estaba por la próxima clase.


—Yoongi, en serio no puedo creer que hayas llegado media hora tarde —bufó Jimin tomando sus pertenencias y colocándolas en su mochila.

Me encogí de hombros.

—Qué puedo decirte, soy un hombre muy ocupado.



Nos encontrábamos en el jardín interno del colegio, era sábado y por ende la mayoría se encontraba en sus casas visitando a sus familias... menos nosotros.

Jimin sonrió y comenzó a regar las plantas con una regadera color amarilla.

—Realmente te gustan las plantas, eh —comenté en tono curioso.

—Claro que sí —exclamó—, son como los animales. Si los tratas bien, te tratarán mil veces mejor.

— ¿Cómo podría la planta tratarte bien?

— ¡Yah!, eres realmente ciego —rió alegremente. Comenzaba a conocer el lado más inocente y alegre de aquel enano y no sabía cómo sentirme al respecto—, te regalan oxígeno y perfume a cambio de un poco de agua, ¿qué crees que es eso si no es tratarte bien?

Hice una mueca, tenía razón.

— ¿Por qué te gustan tanto, Jimin? —pregunté con meticulosidad.

Suspiró lentamente y me dio la espalda, comenzando a caminar lejos de mí.

Me encogí de hombros y tamborileé mis dedos en la mesa ancha de madera.

—Cuando era chico, el único lugar en el que me podía esconder de mi padre y sus tundas era en el invernadero. Nunca entraba ahí porque era alérgico a la mayor parte de las flores —levanté la cabeza sorprendido al oír su voz susurrante—, en ese entonces me escondía entre las cincuenta mesas repletas de flora a escuchar los gritos que lanzaba mientras azotaba la puerta. En cierto punto es estúpido pero te puedo jurar que cada vez que las plantas me oían llorar, se marchitaban. Aprendí entonces que son muy sensibles y me propuse hacerlas todo lo feliz que pudiera. Al menos ellas sabrían apreciar mi esfuerzo.

Todo su relato me había dejado helado. Más que por la historia en sí, por el hecho de haberme confiado una porción de su historia.

—Oh...—fue lo único que pude decir. Me abofeteé mentalmente, aquel tema era delicado y yo un estúpido sin tacto.

Toque ↝ yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora