Capitulo 3: Espejismo

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Siempre creí que los justos tenían sus recompensas...

-¡DIGANME QUE HAY ALGUNA PISTA!

-Tranquilícese.

-¡COMO QUIERE QUE ME CALME, SI MI HIJO Y MI NUERA FUERON ASESINADOS Y USTEDES NO HAN HECHO NADA POR ENCONTRAR AL RESPONSABLE!

Obadiah Stane tenía algunas de haber llegado a la oficina, mostrándose alterado y molesto al saber que no había ningún sospechoso. Su nieto había sido llevado a una cafetería cercana por petición de un agente, ya que sabían que el chico aún no estaba en buen estado, y parecía que su abuelo ni siquiera se mostraba preocupado por su salud emocional.

-Señor.- Steve era el que junto a su compañero Loki estaban escuchando los gritos de aquel hombre y ciertamente ambos ya empezaban a padecer migraña. – Estamos haciendo todo lo posible, pero debe entender que quien los asesino, no es una persona cualquiera.

-La persona a la que buscamos, tomo tiempo en observar, vigilar y planear todo.- Expreso Loki, antes de que el hombre volviera a gritar. – Ellos no fueron simplemente blancos de oportunidad, ellos eran los objetivos del asesino.

-Así que señor Stane. Díganos ¿algún enemigo que pudiera hacer esto?

Que los malos obtenían sus castigos...

Estaba en la cafetería, tomando una taza de chocolate caliente. Su abuelo se había quedado en las oficinas, gritando y peleando por saber sobre el asesino de sus padres. Estar ahí, le provoco mareos, agradecía al agente Rogers por mandarlo a este lugar.

Tan solo recordar aquel día, lo enfermaba y le provocaba pesadillas que en cada momento tenía. Recordar la sangre, la posición en la que estaban. Simplemente eran cosas que deseaba olvidar.

-Oye ¿Estás bien?

Levanto la mirada y noto que frente a él estaba un hombre de cabello castaño, unos llamativos ojos color chocolate, calculaba que tendría unos 30 o quizás menos.

-S-Si...

-¿Seguro? Porque esas lágrimas en tus mejillas dicen lo contrario.

Con su brazo se limpió todo rastro que indicara que estuvo llorando.

-Sabes chico, deberías hablar con alguien, se ve que no estas nada bien. Y el que simplemente calles lo que te está pasando solo te hará sentir peor.

-Tiene razón. Muchas gracias... - titubeo por un momento, al no saber el nombre de la persona que tenía frente suyo.

-Me llamo Anthony pero prefiero que me digan Tony.

-¡¿Enserio?! Yo también me llamo Anthony.- expreso el chico con algo de emoción.

Que algún día tu y yo, seriamos felices...

Caminaba sin rumbo aparente, en pocos días seria el aniversario del día en que lo perdió todo. El día en que su tesoro más preciado le había sido arrebatado. Los recuerdos en ese día son como dagas filosas incrustándose en su piel.

Arrepentimiento.

Culpa.

Impotencia.

Son las pesadas cadenas que carga acuesta. Por un momento se permite imaginar como todas las noches lo hace, que habría sido de su vida, si ciertas cosas no hubieran pasado. Quizás sería una persona que día a día se esforzaba al máximo como el resto de los demás, mientras que el dolor, la felicidad, la tristeza, la alegría era parte de su vida.

Cuando detuvo su meditación, también detuvo su andar. Se percató que estaba en una parte de la ciudad que casi no transitaba, miro a su alrededor, y su mirada se enfocó en cierta dirección. Sus ojos se abrieron de manera exagerada como si no creyera lo que estaba viendo.

No podía ser cierto ¿verdad?

Pero la vida no es tan fácil...

Estaba distraído, cosa que muchos de sus colegas notaron, con una sonrisa pudo esquivar las preguntas que muchos tenían planeado hacerle. En momentos como ese, se asombraba por la vida que llevaba, tenía un buen empleo, una casa y buenos compañeros de trabajo. Pero a qué precio, era lo que siempre se preguntaba.

Era horrible vivir de esa manera, siendo prisionero de sus propios recuerdos.

-¿Estas bien?

Levanto su mirada para ver a uno de sus colegas entrar.

-Hola Thor.- sonrió con un poco de tristeza. – Solo estaba recordando cosas no muy gratas.

-Bruce, no deberías quedarte callado. Es obvio que algo te afecta y debes hablarlo.

El hombre sonrió ante su compañero, a pesar de la apariencia un tanto hosca que proyectaba aquel rubio, era un gran psicólogo.

-Tienes razón, pero me es difícil hablar de mi pasado.

No es la novela rosa que veíamos en aquellas televisiones...

Steve suspiraba con algo de cansancio y frustración. La visita de Obadiah Stane fue más estresante de lo esperado. Este había dicho, que tanto su hijo y su nuera eran personas buenas, siempre ayudando a los demás, donando en beneficencias. Personas modelos.

En su mente no dejaba de cuestionarse la dichosa tarjeta que había recibido. Creía que Crimson Dynamo se lo había enviado para despistarlo, para que su atención se desviara en otra dirección, pero algo le decía que Stane no era la persona que decía ser.

Ese hombre escondía algo, y quizás podría ser la clave para atrapar al asesino.

Incluso si tratas de esforzarte, por el bien de alguien...

Se encontraba sentado en su despecho leyendo informes, tratando de encontrar algo relevante en ellos pero nada.

Estaba furioso. No había absolutamente en el caso de su hijo y nuera. La policía era inútil, pero eso no se iba a quedar así. Ya había tomado cartas en el asunto. Sería cuestión de tiempo para atrapar al responsable y hacerle pagar por lo que hizo.

Escucho un suave toque en la puerta, y vio que su mayordomo entraba.

-Lamento interrumpirlo. Pero hace poco le llego una carta.

-Ya puedes irte.- no presto atención cuando este se fue, solo miro con curiosidad el sobre blanco, el cual no tenía ni sello, abrió el sobre y saco una tarjeta la cual tan solo tenía escrito.

"Todas las obras de arte deben empezar... por el final."

Quizás el mensaje lo hubiera tomado como una estúpida broma de algún tipo, pero mientras más detallaba la escritura de aquella escueta nota sus manos empezaron a temblar, mientras que su corazón se aceleraba.

Debía estar alucinando.

No podía ser verdad.

Él estaba muerto, de eso no había duda.

Aun así, el miedo no lo abandono. Tan solo aumentaba, y le recordaban que había viejas cuentas que debían saldarse.

No significa que tendrás recompensa...

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