Epílogo

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2 años después...

PDV Amber

-¡Adam, despierta! ¡Vamos a llegar tarde!

-Pues no nos graduamos -gruñe desde la cama.

-Venga, lo digo en serio -insisto.

-Yo yo -se ríe.

-Date una ducha mientras hago el desayuno.

-No, mejor date tú una ducha, te relajas un poco y yo hago el desayuno -se acerca a mí y me masajea los hombros.

-Vale.

Cojo ropa interior limpia y me meto en el baño. Me quito la ropa, abro el grifo y me meto en la ducha.
Adam tiene razón, necesito relajarme. El agua caliente lo consigue. Cierro los ojos y me sacudo.

Antes de salir, miro a ambos lados para que Adam no me vea en ropa interior. Corro a la habitación y cierro la puerta. Alzo el vestido que me regaló la madre de Adam. Es una mujer encantadora, supongo que de ella lo ha heredado Adam; aunque, "encantador" no es el único adjetivo con el que le definiría.

Me pongo el vestido y observo mi reflejo en el espejo. La tela me llega hasta la rodilla. La falda es de vuelo, con estampado floral y muy claro, como a mí me gusta. El escote ni esconde ni enseña, simplemente perfecto. Sonrío y alguien llama a la puerta. Le digo que pase.

-El desayuno está... -abre la boca de par en par y se imterrumpe -¡oh, Dios mío! Estoy viendo a un ángel.

Me río ante su comentario y me dirijo a la puerta. Antes de salir, me pongo de puntillas y le beso en los labios.

El olor a bollos de canela inunda mis sentidos. Corro a la cocina y asalto la encimera. Oigo un grito desgarrador y pego un salto.

-¡¿Qué pasa?! -grito con la boca llena.

-¡Todavía queda una hora! -grita desde el baño. -¡Podría estar durmiendo!

Me atraganto con el bollo a causa de la risa. Cuando me recupero, veo a Adam observándome desde la puerta. Sonríe.

-Estás preciosa -dice sin apartar la vista de mis ojos.

-Te quiero.

Pone morritos mientras se apoya en el marco de la puerta. Sonrío con picardía y me acerco a él para juntar mis labios con los suyos.

-Sabes a canela -susurra sin despegarse.

-Y tú a menta -me separo lentamente.

Me termino el desayuno y, una vez listos, nos vamos al instituto.

El edificio está lleno de padres, hijos y todo tipo de familiares. Me entristece un poco que mis padres no vayan a ver mi graduación, pero bueno; Adam y su madre estarán allí, así que eso me reconforta.

Mientras recorremos los pasillos para llegar al salón de actos, Adam me coge de la mano y no me suelta hasta que llegamos. Nuestros profesores están entusiasmadísimos y nos halagan mientras nos entregan la toga granante y el gorro con birrete.

Mientras me visto con todo lo que me han entregado, alguien se aclara la garganta a mis espaldas. Me giro sorprendida.

-¡Papá! -me lanzo a abrazarle.

Inspiro su aroma. Cuando me despego veo que a su lado está mi madre.

-¡Mamá! -echo de menos sus abrazos.

-Oh, Amber, estamos tan orgullosos de que te gradúes, ¡ya empiezas la universidad! -dice mi madre.

-¿Cómo es que habéis venido?

-Tu novio, Adam, nos llamó y nos pidió que viniésemos.

Les abrazo de nuevo. El irritante sonido del megáfono anunciando el comienzo de la ceremonia nos interrumpe. Me despido y corro a la tarima.
Mientras nos colocan le susurro a Adam:

-Sé lo que has hecho.

-¿Ah, sí? Pues pensé que...

-Gracias -interrumpo.

Nos entregan los diplomas y todo el mundo, incluidas las señoras de la limpieza, nos felicita.
Corro hacia Adam, quien me eleva por los aires antes de que unamos nuestros labios en un apasionado beso.

8 años después...

Repaso los votos en mi cabeza, creo que me va a estallar con tanta gente pululando por la habitación.
Natalie, la estilista, me trenza el pelo mientras Danielle, su ayudante, me describe la escena que se está llevando a cabo fuera.
Tengo los nervios a flor de piel y me cuesta respirar a causa del corsé.

-¿De verdad era necesario apretarme tanto esto?

-Cariño, el vestido es así, tú lo elegiste, aunque puedo intentar aflojarlo un poco, porque si no, no te sujeta -dice mi madre.

Sonrío mientras se se acerca y siento un gran alivio cuando suelta las correas.

-Ufff... -dejo escapar un largo suspiro con la intención de que mis nervios se vayan con el aire, pero eso no ocurre.

Danielle sale un momento y cuando vuelve, la emoción expresada en su cara lo dice todo.

-¡Va a comenzar! -exclama pegando un saltito de alegría

Me levanto y canto diez veces la escala de Do.
Mi padre me espera allí. Me agarro a su brazo y comenzamos a caminar. Todos los invitados me observan expectantes.

Una pluma en el suelo hace que vuelva al día en que todo empezó. Cualquiera hubiese dicho que lo que hice fue una tontería de adolescente, pero yo no, no me arrepiento de haberlo hecho, ya que, yo quería estar igual de enamorada de Adam que él de mí; me entristecía no tener lo que yo daba, aunque me di cuenta de que podía tenerlo con él, y lo conseguí.

Me matriculé en su instituto con el dinero que me enviaban mis padres desde Irlanda y me gradué allí. Ese verano fue increíble y se me hizo muy largo mientras Adam y yo buscábamos un apartamento para los dos que estuviese cerca de la Universidad de Nueva York, amueblándolo y todo...
Comenzamos la universidad en facultades distintas y nos veíamos a la hora de comer y después de las clases. Conseguí trabajo en un restaurante y Adam en una cafetería, hasta que terminamos la universidad.

Adam me sonríe desde el altar; está guapísimo con esmoquin, el pelo alborotado y los ojos brillantes. En silencio le prometo un para siempre.

Cuando llegamos, se inclina y me da un beso en la mejilla.
Comienzo diciendo mis votos, después Adam. El cura comienza a hablar:

-Amber Smith, ¿prometes amar a Adam en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, todos los días de tu vida?

-Sí -le sonrío.

-Adam Porter, ¿quieres tomar a Amber como tu futura esposa, para amarla y respetarla todos los días de tu vida, hasta que la muerte os separe?

-Sí, quiero -me sonríe.

-Ya puedes besar a la novia.

Adam se acerca con dos copas de champagne. Me ofrece una tras haberme dado un dulce beso en los labios. Pasa su brazo por mi cintura y me atrar hacia su pecho.

-Qué bien te queda ese vestido -susurra en mi oído.

-Mmm... gracias -le doy un pequeño sorbo a la copa.

-¿Me concede este baile? -pregunta tomando mi mano libre.

-Por supuesto.

Me doy mi copa a un camarero y nos dirigimos a la pista de baile.

-¿Qué tal se encuentra hoy, señorita Porter? -entrelaza sus manos detrás de mi cintura.

-Oh, de maravilla, ¿y usted?

-Muy bien, me acabo de casar, ¿sabe?

-Vaya -hago un gesto de fastidio -, ¿se enfadaría su esposa si le beso?

-Mucho.

-Bien -pego mis labios a los suyos.

Fin.

El misterio de la chica irlandesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora