CAPÍTULO UNO

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Todo es perfecto cuando lo ves como algo perfecto, de lo contrario nunca lo será.

Existe un sonido que nunca esperé escuchar, no que signifique tanto para mí, un llanto no debería ser hermoso ante mis oídos; pero lo era, era como una melodía para mis oídos escuchar el primer llanto de mi bebé

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Existe un sonido que nunca esperé escuchar, no que signifique tanto para mí, un llanto no debería ser hermoso ante mis oídos; pero lo era, era como una melodía para mis oídos escuchar el primer llanto de mi bebé. Sabía que estaba sudorosa, agotada y quería descansar, sé que hace rato no sonreía y me removía de dolor hasta el punto de comenzar a pujar y dejar atrás esas fuertes contracciones y abrirme a la idea de que ya no estaba en mi vientre de que ya la tenía en mis manos.

Keegan apartó el pelo de mi frente y me dejó un beso mientras veía embobado a nuestra hija.

—Bienvenida al mundo Lucy —dije en un susurro.

Tenía el pelo igual a su padre, rubio, aunque él apostaba que sería morenita como yo. Que su pequeño cabello sería negro, tan oscuro y simple como el mío, abogando que así sería más hermosa; pero no importa, podía salir rubia, morena, incluso pelirroja como mi madre, cosa imposible ya que era solo un tinte lo que hacía su cabello de ese color; saliera su cabello del color que fuera la iba amar.

Ahí comencé a comprender el amor de madre, ese amor incondicional que tenía mi madre por mí; ya lo entendía, era algo de adentro, no había una manera de explicar porque cuando nació, con ella ese amor que tanto admiraba en otras personas. Definitivamente Lucy no era un error, mucho menos un bebé que nació de un amor adolescente y prematuro. Era el fruto de un amor verdadero, no tan ficticio como un cuento de hadas, pero sí lo suficientemente palpable como para sentirlo justo ahora. Como para sentirla mía.

Así como la amé en su primer día de vida, así la amé en cada segundo que estuvo a mi lado, verla crecer me daba toda la satisfacción del mundo. Cuando empezó a gatear y era imposible mantenerla en un solo lugar, cuando dijo sus primera palabras a pesar de estar decepcionada de que fuera "papá" y no "mamá", cuando comenzó a caminar y ya no había manera alguna en que pudiéramos estar tranquilos sin presenciar alguna de sus travesuras como salir corriendo y tener miedo de que se hiciese daño; cada cosa que hiciera era hermosa ante mis ojos, así se sentía verla con los ojos de una madre. Preocuparme por su bienestar por cualquier pequeña cosa, ser sobreprotectora y volver loca a la niñera con indicaciones sin sentido.

Era gracioso verla  llorar y sentirme mal porque no se quería bañar, aunque no era una opción.

—Lucy tranquila —dije algo cansada. Lucy era una niña llena de energía, se pasaba la mayor parte del tiempo correteando por la casa y tenía que estar muy atenta a que no se hiciese daño.

Después de quejarse varias veces comenzó a chapotear el agua de la bañera con sus manos y sonreí.

—¿Quieres mojar a mami, eh? —dije con voz dulce y un tanto infantil.

—Lesley ya llegué —gritó Keegan desde alguna parte de la casa.

Inmediatamente Lucy escuchó su voz dejó de jugar con el agua.

—Apá —aproveché su desconcierto y terminé de bañarla—. ¿Apá? Mami.

—Sí, mi amor, papi ya llegó —dije sacándola del agua y estrechándola hacia mí.

En la puerta estaba él, llevaba traje, señalando a la ya confirmación de que estaba trabajando, se acercó a mí y presionó un corto beso en mis labios y luego besó la frente de Lucy.

—¡Apá! —Se colgó de su cuello y no se apartó.

Sonreí, desde que nació tenía una pequeña inclinación a pasar tiempo con Kee, yo le daba la leche y luego se dormía en sus brazos, actualmente era casi igual, la ayudaba a comer y se dormía con su padre, solía tener ciertas preferencias.

Lucy decía un montón de cosa que apenas llegaba a entender, hablaba del cumpleaños y de querer dulces y pastel, mientras Keegan la miraba con fascinación asintiendo a todo lo que decía.

Caminamos a su pequeña habitación y la cambiamos de ropa con un pijama color rosa, mientras su padre jugaba con ella me dispuse a hacer la cena. Lucy ya había comido y probablemente se quedaría dormida como de costumbre, me había acostumbrado a darle algo de comer antes para que no se durmiera sin comer nada.

Sentí como se paró tras de mí y me abrazó por la espalda dándome un beso en el cuello.

—Ya se durmió —susurró en mi oído y comenzó a regar un camino de besos, por intuición ladeé la cabeza hacia un lado para que tuviera mayor acceso a mi cuello, con una de sus manos en mi cintura me dio la vuelta y yo posé mis manos en su cabello.

Unió sus labios con los míos dándome pequeños besos, al menos lo hizo unas tres veces para comenzar a besarme de verdad, sus suaves labios se movían con lentitud sobre los míos, como sabía que a mí me gustaba, los besos con calma y sin prontitud, disfrutar cada pequeño momento del mismo. Su lengua se aventuró a abrir paso entre mis labios y comenzó a tantear con timidez, un jadeo salió de sus labios cuando lo acerqué más a mí. Las manos que en algún momento se encontraban en mi cintura descendían con lentitud hasta llegar a mi trasero y dar un pequeño pellizco haciéndome reír contra su boca. Me levantó del suelo y envolví mis piernas en su cintura, nos separamos para tomar aire, me sentó en la encimera y cuando iba a volver a besarme lo detuve.

—Tú y yo, vamos a cenar —dije con la voz ronca.

Su rostro se hundió en mi cuello y comenzó a besarme ahí.

—Keegan —suspiro.

—Cariño —dijo apartándose de mí y apagando la estufa que se había quedado olvidada—. Eso puede esperar.

Reí ante la situación, al parecer su apetito no estaba en el lugar correcto.

Volvió a pegar sus labios con los míos y me fue imposible no dejarme llevar.

Pendiendo De Un Hilo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora