CAPÍTULO CINCO

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El error que cometemos constantemente es buscar los porqué y no los para qué.

Me revuelvo entre las sábanas, notando que la temperatura ha subido considerablemente en esta última semana, retiro las sábanas de mí y camino hasta el pasillo, la puerta del cuarto de Lucy está abierta, y aunque había evitado con todas mis fuerza...

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Me revuelvo entre las sábanas, notando que la temperatura ha subido considerablemente en esta última semana, retiro las sábanas de mí y camino hasta el pasillo, la puerta del cuarto de Lucy está abierta, y aunque había evitado con todas mis fuerzas entrar desde hace siete días que había sucedido el entierro cada que cruzaba me llamaba la atención.

Keegan estaba adentro, con su mirada fija en la pequeña cama con sábanas de color rosa, me había pasado la semana completa evitandolo , por no llorar, por no ver que le había hecho daño a él también.

Vi como se sentó en la pequeña camita y pegaba la cara a una de las almohadas, dejando derramar sus lágrimas, desde donde estaba podía escuchar sus sollozos, nunca antes lo había visto llorar así. No lo había visto tan mal y saber cómo se sentía me hería una y otra vez más haciendo que yo también llorara en silencio.

En algún momento notó mi presencia y me miró.

—¿Qué hicimos mal, Lesley, para merecer esto? —Negaba con la cabeza—. Ella tenía todo por delante, pensé que íbamos a estar siempre. —Baja la cabeza—. Los tres.

Tragué saliva y puse mis manos en mi rostro en una señal de frustración; desesperación.

—Yo lo siento Kee. —lloré—. Yo lo siento.

Se puso de pie con furia.

—¡No, Lesley! —tiró la almohada cerca de la puerta—. No has hecho nada, ¿por qué te disculpas si no has hecho nada?

—Debi cuidarla, no...

—¿Tú? —gritó—. Debimos Lesley, debimos —gritaba aún más fuerte llegando a asustarme un poco—. Pero no lo hicimos —murmuró.

Mis lágrimas salieron más fuertes por el susto que me dieron sus gritos, nunca antes me había gritado, nunca antes me había levantado la voz como para que me asustara, siempre me había respetado en todos los sentidos y sentía que esto era una nueva faceta que nunca había visto, él estaba herido, no sabíamos cómo llevar la situación, nunca nadie se espera perder a su hijo.

—Perdón...

Caminó hacia mí, sin embargo extendí mi mano para que no se acercara. Él me perturba en este momento y me confundía, me confundía todo lo que había sucedido, me mareaba ver los juguetes apilados en una esquina, los osos de peluches junto al cajón, la pila de regalos que aún no se había abierto porque se supone la abriríamos al día siguiente sin contar que estaríamos en el hospital y no sentados los tres en la alfombra ayudando a Lucy abrir sus regalos.

Se supone que comeriamos resto del pastel, que las golosinas las guardaría en la alacena justo donde no las iba a alcanzar, para que no se las comiera todas juntas. Pero no lo hicimos, no pudimos comer del pastel sobrante en la mañana, no llegamos a ver los maravillosos regalos que había recibido, aunque si llegue a guardar las golosinas que habían quedado, pero no puse donde debía las pastillas no como para que las confundiera con las golosinas, esas que habíamos tomado y que jugábamos que eran para toda clases de dolores según su color.

—Necesito estar a solas —dije saliendo de ahí.

No me fui a nuestra recamara, no salí al patio trasero y mucho menos al pequeño jardín delantero, comencé a caminar en la calle buscando una razón a todo aquello, buscando un poquito de esperanza a que aferrarme para seguir, necesitando no sentirme peor al ver niños en la calle, al ver lo que nunca veré de Lucy, al sentir que todo se ha derrumbado y posiblemente acabado con lo que pensé en algún momento tener.

Pendiendo De Un Hilo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora