Es de noche, pero la luz de la luna llena ilumina la ciudad casi como si el sol le hiciera compañía. Me quedo tan fascinada por lo bella y grande que se ve, que sentada en mi automóvil olvido por completo que debo partir a retirar mi pedido de comida vietnamita.
Enciendo el motor, pero este solo me devuelve un sonido ahogado. Más que enojarme, me bajo del vehículo con calma y lo tomo como la excusa perfecta para ir a pie. La noche está ideal para una caminata, y el restaurante no está tan lejos.
Cuando llego al local, mi pedido aún no está listo por lo que me hacen sentarme a esperar. El chico de la caja, al ver mi cara de decepción se acerca a mí y pone en mis manos una bebida individual. "Un regalo, cortesía de la casa", me dice, esbozando una amplia sonrisa. La acepto de buena gana, agradeciéndole el gesto y pienso que las cosas no están saliendo tan mal después de todo. Mi pedido no tarda mucho más en estar listo y luego que me lo entregan, me retiro con ánimo renovado.
Decido devolverme caminando por la plaza de juegos infantiles. Verla tan tranquila en contraste con su alborotado ambiente diurno me provoca una leve nostalgia. La bordeo por el estrecho camino demarcado, cuando, más al fondo, vislumbro la silueta de un hombre que me mira fijamente, casi como si me estuviese esperando. Incómoda, pero sin querer desviar mi camino, acelero el paso, intentando sobrepasarlo lo más rápido posible para no darle oportunidad de establecer contacto de ningún tipo.
—Ya es hora de que te despidas de él —escucho que me dice apenas lo dejo atrás por unos cuantos pasos.
La curiosidad me gana y me vuelvo hacia él. Es ahí cuando me doy cuenta que es un hombre mayor, pero con facciones refinadas, que lleva un delantal blanco perfectamente cuidado y un estetoscopio colgando del cuello. Por una extraña razón, más que sorprenderme, aquello me tranquiliza y me hace bajar la guardia.
—¿Me despida de quién? —pregunto no muy segura de haber oído bien
—Te queda solo una semana. Después será muy tarde.
—¿Pero a quién se refiere? ¿De quién debo despedirme?
El hombre le dio una profunda calada a un cigarrillo que hasta entonces yo no había notado que tenía. Cuando el humo se disipó, continuó hablando.
—Tomás. Tomás Fonseca. Quedan solo siete días antes de su muerte, y antes de que te arrepientas debes decirle que...
Abrí los ojos de golpe.
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Siete Días
Short StoryUn sueño premonitorio llevará a Danae a descubrir que quizás no es demasiado tarde para evitar lo peor. ¿O sí?