Como siempre, fui la primera en llegar al restaurante. Eran las 9 pm en punto, pero como era de esperarse, nunca nadie llegaba a la hora. Debo haberme visto un poco patética, sola en una mesa tan grande por más de un cuarto de hora, ya que el camarero se me acercó preocupado, quizás compadeciéndome un poco, y puso frente a mí un trago vietnamita de aspecto muy sofisticado, diciéndome con una sonrisa "Un regalo, cortesía de la casa".
Mi corazón dio un salto. Quería convencerme de que todas estas señales seguían siendo coincidencias inconexas que solo mi mente quería relacionar. Emití un tímido agradecimiento que fue interrumpido por Tomás que llegaba por fin a nuestra mesa.
–¡Danae, que bueno que pudiste venir!– Dijo en un tono que me pareció demasiado efusivo para él.
–¡Feliz cumpleaños, Tomás!– Le dije levantándome torpemente de mi asiento, provocando que mi trago se tambaleara un poco, e improvisé un abrazo, que al ser correspondido con mayor calidez de la esperada, se lo devolví de la misma manera. Al parecer en verdad estaba muy contento de verme y sorprendida me di cuenta que yo también lo estaba. Más de lo que quería admitir.
Se sentó a mi lado y debo admitir que en un comienzo me sentí algo intimidada. Ambos mirábamos nuestros celulares esperando respuesta de alguno de nuestros otros amigos, e intercambiábamos mensajes al respecto, pero parecían estar ignorándonos a propósito. Sin más alternativa que tener que conversar entre nosotros, dejamos nuestros teléfonos a un lado y comenzamos a hablar.
Para mi sorpresa, nuestra conversación se desarrolló natural y espontáneamente. Me sentía confortablemente a gusto a su lado y los temas en común no parecían agotarse. Instintivamente comencé a sospechar de que se trataba lo que tenía que decirle. Apenas lo había visto acercarse, y sobre todo cuando me abrazó, mi corazón me lo había revelado con claridad, como desempolvando una realidad que siempre había estado ahí, algo oculta y descuidada, pero ahí después de todo. Y nuestra conversación no hacía más que confirmar mis sentimientos.
–¿Ya van a pedir algo?– Nos preguntó el camarero, esta vez no tan amable como al comienzo. Sin darnos cuenta, ya eran pasadas las 10 de la noche y todavía no habíamos pedido nada, ni había llegado nadie más. Sorprendidos por no habernos dado cuenta, escogimos algo del menú y nos cambiamos a una mesa más íntima.
Revisamos nuestros celulares, los cuales también habíamos olvidado por completo y comprobamos que todos nos contestaban disculpándose por no poder llegar. Por su parte, Mariana respondió al final con un "Olvídense de nosotros y pásenlo bien" seguido por una carita que guiñaba un ojo.
–Parece que seremos solo nosotros dos esta noche– me dijo Tomás mirándome entre serio y divertido, y no pude evitar esbozar una sonrisa cómplice, mientras mi rostro se sonrojaba.
Nuestra conversación se prolongó por un par de horas más, y fue solo interrumpida por el camarero que nos traía la cuenta, avisándonos que cerrarían el local. Como yo no había alcanzado a comprarle un regalo a Tomás, invité yo a la cena.
Había sido una velada demasiado agradable y no quería que llegara a su fin, y al parecer él tampoco, ya que propuso acompañarme caminando a mi casa, lo que acepté sin dudar. Eso me daría más tiempo para estar junto a él.
Al salir del restaurante, la luna llena me esperaba más radiante y amenazante que antes, y un oscuro pensamiento se apoderó de mí.
(tic tac, tic tac)
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Siete Días
Short StoryUn sueño premonitorio llevará a Danae a descubrir que quizás no es demasiado tarde para evitar lo peor. ¿O sí?