Son adolescentes, son rebeldes y están a punto de comprender que conectar puede ser tan sencillo como repelerse.
Cuatro son las estaciones que engloban esta historia; una por cada año en el tránsito de la adolescencia a la adultez. Dos son los camin...
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Se acercó el dedo hasta el labio para indicar silencio. Asintieron disimulando una risita infantil plagada de alegría. Alzaron los pies con cuidado, pretendiendo ensordecer sus pasos. Pero el ansia pudo más que la intención y la más pequeña de los hermanos se adelantó a los mayores dando brincos. La imagen provocó carcajadas en los albinos, de su pijama le colgaban las blancas orejitas de conejo revotando ante sus saltos. Entre los botes y la indumentaria ella misma parecía un animalito.
Con tanto escándalo, sorprender a sus padres era imposible. Así que la pequeña abrió la puerta del dormitorio y los hermanos Strauss gritaron al unísono.
—¡Feliz aniversario, papis!
Los pequeños Strauss se abalanzaron sobre la cama de los adultos. Cumplían dieciocho años de casados, una celebración que hacía más de una década que no podían celebrar. Por fortuna, se las habían arreglado para obtener un par de días libres justo en la fecha pertinente. Así que sus hijos prepararon un desayuno para sus progenitores y los sorprendieron nada más despertar. Los adultos los recibieron todavía adormilados, con legañas en los ojos y el cabello despeinado. Mira era quien llevaba la bandeja con zumo natural, tostadas y mermelada. La dejó en la mesita de su madre y se sentó en el colchón junto al resto de la familia. Comieron en agradable compañía, charlando sobre las inminentes navidades, los deberes de las vacaciones o los propósitos del año que estaba por venir.
—¿Podemos quedarnos en casa de Igneel hoy? —cuestionó la benjamina. Su padre la rodeó con sus brazos.
—Si que tienes ganas de deshacerte de nosotros, pequeñaja.
—Bueno no es eso... —jugueteó con un mechón de su cabello— La prima de Gajeel ahora vive con ellos y Natsu y yo habíamos pensado en quedarnos todos juntos.
—Pero cariño —cuestionó su madre—, ¿no crees qué eso es abusar mucho de la hospitalidad de Igneel? Sois demasiados niños para un hombre que trabaja tantas horas.
—¡También estarán Zeref y Larcade! —replicó intentando convencerles.
—¡No! —Mirajane expresó su negativa, aclamando la mirada de toda su familia. Dubitativa, buscó la mejor excusa para declinar la propuesta de su hermana— Prefiero cancelar mi noche y quedarme yo con vosotros si hace falta.
—¿A qué viene tu reciente animadversión por Zeref? ¿Ha pasado algo que quieras contarnos? —ésta negó con una forzada sonrisa que provocó el recelo en el adulto, aun así lo dejó pasar —De cualquier modo, has sacado muy buenas notas este trimestre y prometimos dejarte esta noche libre, si hace falta cambiaremos nuestros planes.
—¡Ni hablar! —exclamaron el trío de hermanos.
—¿Y por qué no me quedo yo con ellos? —cuestionó el mediano.
Ambos progenitores se quedaron en silencio, mirándose mutuamente como si pudieran comunicarse sin necesidad de hablarse. Mirajane captó de inmediato una falta de confianza hacia el chico. Aunque menos avispado, Elfman pareció entender la indirecta bajo el incómodo silencio.