Prólogo

146 12 4
                                    

Prólogo:

—¡Toma a Melanie! —Mamá colocó a mi pequeña hermana entre mis brazos sin esperar respuesta—, enciende el coche y espérenme ahí dentro. No salgas por ningún motivo y… si yo no estoy con ustedes dentro de 10 minutos; sigue estas instrucciones. —me entregó un papel y pude reconocer su perfecta caligrafía. Llevó su mano a mi mejilla y yo la miré dubitativamente. No podría dejarla ahí con ese monstruo; sin embargo, asentí y antes de salir de esa casa que no extrañaría ni un poco, mamá añadió—. Pase lo que pase, Luke, jamás olviden lo mucho que les quiero.

—No conviertas esto en una despedida, mamá —respondí, sonriendo débilmente.

Me apresuré a llegar al auto y recosté a Melanie en los asientos traseros. Encendí el automóvil y traté que el suave ruido del motor me relajara un poco, cosa que no sucedió. Mis manos estaban tensas sobre el volante y observaba el reloj en el estéreo. Eran las 3:45, mierda «él» no tardaría en despertar.

La calle lucía tan oscura que no quise prender las luces del auto para no llamar la atención. Esperaba que él siguiera durmiendo, mamá debía darse prisa.

Miré a mi hermanita a través del espejo retrovisor, se veía tan dulce e inocente. Ella no merecía tener la vida que nos tocó. Melanie siempre intentó buscarle el lado positivo, pero no había nada bueno en nuestra jodida vida de mierda.

De acuerdo, tal vez estoy siendo muy egoísta de mi parte.

Mamá y Melanie son lo único bueno y valioso que tengo en mi vida. Las únicas mujeres que me interesan. Ellas son lo que más amo en el mundo.

3:48

«2 minutos, vamos mamá, sé que puedes lograrlo».

No lo diría en voz alta, pero tenía demasiado miedo.

Suspiré hondo y entonces sucedió.

—¡¿Qué demonios estás haciendo, Alain?! —gritó enfurecido. Mis músculos se tensaron pero por primera vez, obedecería a mi madre.

Escuché un fuerte estruendo. Gritos y golpes. Vidrios rotos. Y de pronto, la luz desapareció.

Y se escuchó un gran disparo.

Cerré mis ojos con impotencia y apreté el volante con mis manos.

«No, Dios, no».

Melanie despertó gracias al fuerte ruido y me miró con esos ojos de cachorrito que ella tiene. Cuando nuestras miradas se cruzaron, ella comprendió todo. Tenía 5 años pero no era tonta.

Sus ojos contenían la súplica que no saldría por sus labios.

Pero yo no podía decir nada, no tenía palabras.

Acabábamos de perder a mamá y yo no hice nada para impedirlo, y ni siquiera podía reconfortar a mi propia hermana.

Mamá siempre sabía que decir, ella siempre tenía las palabras adecuadas para cualquier situación. Y ahora, nunca volveríamos a ver su sonrisa cansada pero orgullosa.

No podía creerlo, no quería creerlo.

No lloraría, por Melanie, ella me necesitaba más que nunca. Era lo único que le quedaba.

Puse el  auto en marcha, no podía permitir que «él» me quitara otra cosa más. No me la quitaría a ella. No a Mel.

Y cuando estaba punto de acelerar, una sombra apareció por la acera. Caminaba lentamente y sin preocupación.

¿Pero qué demonios?

—¡Mamá! —exclamamos al mismo tiempo. El mío fue más de sorpresa y desconcierto y el de Melanie de alegría y tristeza contenida.

—Rápido, Luke. Arranca, vámonos.

—¿Qué sucedió, mamá? —pregunté sin moverme.

—Arreglé nuestros problemas —Mamá sonrió sin ganas. Y yo seguía sin moverme.

—Hablo muy enserio.

—Y yo igual, Luke. Jamás nos hubiera dejado, nos perseguiría hasta encontrarnos. Una vez amenazó con dañarlos a ti y a Melanie; no podía permitirlo. —mamá comenzó a llorar y yo me sentí mal, no debería comenzar a sentir compasión por esa basura. Él tuvo su merecido. No debería tener este sentimiento de culpabilidad.

—¿A dónde iremos ahora? No tenemos a nadie. —Melanie preguntó, cambiando completamente el tema. Tan típico de ella.

—Sidney —respondió mamá—, y no estamos solos, niños.

Easy come, easy go |l.h|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora