capitulo 15 Epilogo III ¡Un par de angelitos!... ¿o diablillos?

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En un enorme salón con piso de madera... Para ser exactos en un doyo, se encontraba parado a medición un pequeño niño de aparentemente unos ocho o nueve años de edad. El pequeño tenía el pelo algo largo y lacio de color negro, sus ojos no se le veían a causa de que sus parpados estaban cerrados, su piel tenía un tono claro, su rostro era hermoso con rasgos varoniles pero infantiles y se le notaba concentrado, su cuerpo era pequeño, pero para su edad estaba perfecto, era delgado, pero no al grado de exagerar. Vestía una playera negra de manga corta con el símbolo de un abanico blanco con rojo en su espalda. Pantalones algo bombachos, estilo chino de color crema y zapatillas ninja color celeste. De pronto abrió sus ojos dejando ver que eran impar, su ojo derecho parecía el ojo de un dragón: era dorado con una leve franja parada color negro. En cuanto a su ojo izquierdo era rojo y tenía un punto negro en medio y a su alrededor dos comillas del mismo color. Ambos ojos tenían una forma levemente rasgada y su mirada se veía algo intimidante. -¡Los encontré! –susurro de forma triunfante. Su voz era suave tal cual la tendría un niño de su edad, aun así tenia cierto toque ronco. La sonrisa torcida que adorno el rostro del chico y la mirada triunfante le hizo ver muy parecido a su padre cuando tenía su edad. Rápidamente el chico corrió saliendo del doyo y atravesando un largo pasillo con piso de madera hasta llegar al salón de té, donde se acerco a un armario de puerta corrediza y lo abrió de golpe, pero su expresión triunfante le duro poco cuando escucho la risa aniñada, dulce y femenina dentro del armario. El pequeño se lamento de haber abierto ese armario cuando levanto la mirada viendo como varios globos que estaban amarrados a unas cuerdas colgadas del techo se le vinieron disparadas hacia él estampándolo por completo, que al reventarse con su cuerpo lo llenaron de varias cosas viscosas, de las cuales no quería saber su procedencia. Ni tiempo le dio para reaccionar cuando un montón de cuadros de adorno se le vinieron encima tumbándolo. Estando tirado en el piso boca abajo con su cuerpo enterrado de cuadros donde solo le quedaba libre la cabeza, además de estar todo lleno de fluidos asquerosos y viscosos sintió que dos personitas pequeñas brincaron sobre su cabeza para después brincar al piso

Los ojos del pelinegro habían cambiado y ahora eran tan negros como la noche. Gruñendo molesto levanto la vista topándose con dos figuritas pequeñas demasiado conocidas para él. La de la derecha era una pequeña niña que aparentaba tener cerca de cuatro o cinco años, tenía un rostro lindo y angelical que definitivamente no congeniaba con su mirada traviesa y sonrisa picara. Su pelo era largo y lacio de color morado, y lo llevaba amarrado en dos coletas altas. Un pequeño flequillo adornaba su frente dándole un aire inocente. Sus ojos levemente rasgados eran de un color verde obscuro, su piel igual de clara que la del pelinegro, cuerpo pequeño perfectamente normal para su edad. La pequeña niña aun vestía su pijama, que consistía en un pantaloncito de algodón color rosa adornado con abanicos de color blanco y rojos, su blusita de manga larga era del mismo color y adornada de la misma forma. A la izquierda de la niña estaba parado un pequeño niño de su misma edad, demasiado parecido a ella. Tenía el pelo lacio de color morado, su piel era más clara que la de la niña. Sus ojos eran levemente rasgado de color verde obscuro y al igual que la pequeña tenía una mirada traviesa y sonrisa picara. Su cuerpo era pequeño, solo que un par de centímetros más alto que la peli-morada. Vestía un pijama igualita a la de la niña, solo que de color azul. -¡Nii-san baaaaka! –dijeron de forma cantaría los dos a la vez mirando burlones al pelinegro. Ambos tenían la voz tierna y aniñada, pero sus miradas algo diabólicas decían lo contrario.

El pelinegro frunció el entrecejo y cerro nuevamente sus ojos para al abrirlos volver tener el shringan y ryuukoseei mirando amenazante al par de niños. -Esta me la pagan par de enanos. –dijo amenazante ampliando la sonrisa traviesa de los pequeños. -Esa ni tú te la crees nii-san. –dijo la niña de forma burlona. -Al igual que papá, nunca lograras vengarte de nosotros. –dijo de la misma forma burlona el niño haciendo que el pelinegro gruña con molestia. Después unas pisadas algo toscas se oyeron acercarse haciendo que ambos niños se miren cómplices y salieran corriendo de ahí brincándose la ventana justo en el momento que un muy puesto pelinegro que tenía el cabello algo rebelde, con un extraño peinado, piel demasiado clara, rostro hermoso y masculino, con facciones adultas y serias, ojos rasgados de color negro, cuerpo bien marcado, pero sin exagerar y era muy alto. Vestía un pantalón estilo chino color negro, una playera sin mangas color celeste que tenia pequeños abanicos rojo con blanco adornando sus hombreras, una banda color azul con una placa metálica en medio con el símbolo de konoha estaba en su frente, usaba sandalias ninja color celeste. El hombre en si era atractivo y provocativo, bueno seria así de no ser por estar lleno de algo viscoso color verde y blanco haciéndolo ver ridículo. Al hombre se le veía molesto y a pesar de no tener su línea sucesoria en sus ojos, su mirada era intimidante. Cundo el hombre entro al salón y vio a su hijo mayor tirado en el piso boca abajo con un montón de cuadros encima de él y lleno de la misma viscosidad de él, gruño molesto y se cerco a él dando grandes zancadas. -Dime que por lo menos noqueaste a uno. –dijo de forma suplicante mirándolo desde arriba. El pelinegro solo rodo los ojos mientras soltaba un largo suspiro.

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