Sólo a terceros

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Sus mechones de cabello, cortados con ira anteriormente, caían sobre su rostro mientras un último gemido era expulsado de su boca. No tardó mucho en sentir frío cuando esas manos dejaron de sujetar su cintura y algo dentro de ella se movía en un vaivén hasta salir.

Se terminó de recostar bien boca abajo, exhausta, sus cabellos estaban siendo jugados por una mano ajena a lo que ella sólo respondió con algo parecido a un ronroneo.

— Odio que te lo hayas cortado, Jeanne — Reclamó el ajeno mientras deslizaba ahora las yemas de los dedos por la espalda desnuda de la mujer.

— Princesa para ti — Miró de reojo a su amante, alcanzando a observar las pecas que cubrían su rostro y el ceño levemente fruncido de éste.

— ¿Ahora nos hablamos con modalidades? Hace 40 minutos me dijiste que olvidara que soy tu guardia real.

— ¿Siempre eres así, Marco? — Jeanne rodó los ojos mientras se acomodaba para sentarse sobre la cama, con un notable gesto de hastío en su rostro— . Ellos esperan ver a una princesa con su hermoso cabello, bueno, me lo corté ¿y qué? Sólo es cabello. — La princesa se encogió de hombros.

Marcó negó con la cabeza y se levantó de la cama, se propuso a levantar su ropa del suelo, aun con molestia en su voz.

— No puedo creer que vayas a casarte ¿no pudiste negarte?

— Claro que puedo, así como después esperaría a que terminen por destruir el reino, perdimos la guerra Marco, entiéndelo — Jeanne se levantó de la cama y se dirigió a abrazar por detrás al moreno, apretujando al chico contra sí — . Te amo y lo sabes, esto es por conveniencia del reino.

— Supongo — El pecoso dio un suspiro, resignado, después de todo ¿quién era él? Ni siquiera tiene un apellido de alguna familia importante, sólo es el hijo de un campesino que ganó el torneo para convertirse en caballero años atrás. El guardián de la princesa que pronto se convirtió en su amante. Sólo eso. No tenía comparación a un príncipe.